Talia perdió la capacidad de pensar en los hilos y lo que significaban. Una ceremonia terminó y mientras la segunda continuaba, ella estaba embriagada de las energías que fluían hacia ella. Era eufórico.
Los cánticos de Cassandra avivaban los poderes de la naturaleza y Talia era un imán para atraerlos todos, absorbiéndolos sin esfuerzo como propios.
Damon miraba a Talia asombrado. Todo su cuerpo estaba envuelto en una luz plateada, haciéndola lucir como una Diosa. Su Diosa.
—¿Es esto normal? —preguntó Varya en un susurro mientras observaba a Talia nerviosamente. Nunca había visto algo así. Había un resplandor de luz alrededor de Talia, y si fuera de noche, Varya imaginaba que Talia sería como una bombilla.
—Tu Alfa es especial —dijo Axel con orgullo en su voz—. Es tu suerte unirte a esta manada. No lo desaproveches.
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