Han pasado dos días desde que Rosina habló con Pepe. La habían trasladado a otra habitación mucho más improvisada que la anterior.
—Estoy aburrida —murmuró Rosina mientras miraba el techo. Pensó que tendría muchas cosas que hacer en la 13.ª manada, pero sentía que estaba de vuelta en la residencia de Draco.
—Me estoy convirtiendo en una masa informe otra vez —Rosina suspiró profundamente y se levantó. Miró la comida colocada en la mesa—. Es bueno que me alimenten bien.
Las sirvientas le habían estado trayendo comida y ropa todos los días. Aunque la trataban más especial, las cadenas en su muñeca y pies seguían allí.
—No confían en mí todavía, pero, ¿por qué lo harían? —Rosina se rió entre dientes mientras sorbía el café frío preparado para ella.
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