Rosina corría por el bosque con sus sentidos agudizados. Sus ojos miraban en todas direcciones ya que los lobos machos estaban dispersos. Lo único que necesitaba hacer era elegir quién sería su próxima víctima.
«Ah, quién será mi próxima comida», pensó Rosina antes de detenerse y dar un rápido olfateo al aire.
Rosina olfateaba el rastro de cada uno de los lobos machos, pero algunos de ellos eran desagradables. Continuó oliendo hasta encontrar su comida. Una fragancia que olía a hojas frescas en verano.
«Te huelo», susurró Rosina y giró hacia la otra dirección de donde provenía el aroma. La saliva le goteaba de la boca, anticipando el tener a su presa en sus manos.
Rosina corría más rápido. Su fuerza corporal se duplicaba con la ayuda de su lobo y el misterioso poder de su ojo izquierdo. Era una depredadora entre ellos.
Cuanto más se acercaba, más evidente era el aroma.
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