Cientos de pícaros emergieron del bosque y atacaron a todos a la vista. En el centro había un lobo beige gigante que gruñía ruidosamente.
—Pepe... —murmuró Rosina al oler la esencia de Pepe.
—¡Mierda! —Gastone se levantó sacando su espada—. Rosina, ve a un lugar seguro. No puedo estar contigo ahora.
—No te preocupes por mí. ¡Vete! —exclamó Rosina empujando a Gastone. Cuando él se fue, Rosina rasgó su falda, y debajo estaban los pantalones que había preparado con antelación.
—¡Su Alteza! —Silvio apareció en la entrada de la tienda con una mirada frenética—. ¡Estamos bajo ataque! ¡Necesitamos irnos!
Rosina ignoró a Silvio y agarró su bolso, que contenía cosas importantes. No necesitaba que Silvio la cuidara ya que tenía otros motivos.
Viendo que Rosina lo ignoraba. Silvio le agarró la mano y la arrastró afuera hacia la seguridad.
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