Rosina suspiró aliviada mientras sorbía su leche caliente y miraba por la ventana de su habitación. Se sentía relajada ya que sus planes iban bien y todo lo que necesitaba era un buen momento para atacar.
—¡Ah! Nada puede perturbarme hoy —tarareó Rosina con una sonrisa. Tomó otro sorbo cuando la puerta se abrió de golpe y con estruendo.
—¡Rosina! ¡Enséñame a coger! —gritó Felissa mientras respiraba con dificultad. Corrió desde su habitación para encontrar a Rosina después de ponerse cachonda.
—¡Ack! ¿¡Qué demonios?! —tosió Rosina después de atragantarse con su bebida. No esperaba que Felissa dijera algo tan directo.
—¡Rosina! El Señor Vicenzo es mi pareja y quiero tener sexo con él —exclamó Felissa mientras corría hacia Rosina, que se limpiaba la boca.
—¿No es eso demasiado rápido, Felissa? —suspiró Rosina y dejó su taza. Su momento de relajación fue interrumpido, pero por la razón de Felissa, en realidad estaba bastante encantada.
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