Rosina miró hacia el cielo y observó cómo la brillante luna resplandecía arriba. En ese momento, se encontraba en el bosque adornado con flores blancas sujetas a los árboles con un lazo negro.
Un paño blanco estaba extendido frente a ella, conduciendo hacia el altar donde Pepe la esperaba.
—¿Todavía estás segura de esto? —preguntó Vanda a Rosina. Ella tenía la tarea de arreglar el velo y el vestido de Rosina por detrás.
—¿Crees que puedo hacer algo imprudente sin exponer lo que somos? —susurró Rosina de vuelta y gesticuló hacia los hombres que las rodeaban.
Cuatro lobos guerreros las rodeaban para asegurarse de que no huyeran de la boda y se aseguraban de que todo saliera sin problemas.
—Hmm, —resopló Vanda, ya que no era ella quien se casaba—. Espero que cualquier plan que tengas no se vuelva en contra.
—Yo también espero, —se rió Rosina nerviosamente, ya que estaba apostando todo al plan donde había un 60 % de probabilidades de fracasar.
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