Rosina observaba el caos que ocurría frente a ella con las piernas cruzadas. Las armadas de muertos vivientes masacraban a cada lobo vivo frente a ellos sin misericordia.
—Ah, qué espectáculo —susurró Rosina en éxtasis. Tomó su taza de leche caliente y dio un sorbo, suspirando de placer. Frente a ella estaba el cuerpo momificado de la mujer que había matado. Rosina le sopló un beso, y el cuerpo se movió hacia una de sus armadas de muertos vivientes.
—¡JAJAJAJA! ¡Este es el mejor día de mi vida! —exclamó Rosina y aplaudió. La felicidad y la satisfacción estallaron en su pecho.
—¡AHHH! —los gritos de los lobos vivos estaban por todos lados. Pedían ayuda mientras algunos contraatacaban.
Algunos caballeros vinieron del Palacio que asistieron a varios nobles a salir de la zona y se refugiaron adentro.
—Qué divertido. Los nobles tienen refugio, mientras que a los pobres se les deja morir. Bueno, para mí una ganancia —comentó Rosina con una encogida de hombros.
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