—Traiga a la princesa heredera un vaso de agua.
Joaquín echó un vistazo a la criada, quien regresó con ellos mientras él acompañaba a Aries de vuelta al Palacio Zafiro. Como todos ayudaron a apagar el fuego, de alguna manera lograron calmarlo. Así que cuando estuvieron seguros de que no se propagaría, acompañó a su esposa de regreso al Palacio Zafiro para que descansara durante la noche.
—Gracias —expresó Aries, sentada en el borde del colchón y sonriéndole tímidamente. Joaquín se posó a su lado, asintiendo en respuesta—. ¿Te quedarás por la noche?
—Por mucho que quiera, tengo el deber de asegurarme de que todo esté en orden —suspiró y levantó la mano hacia su lado, acariciando su mejilla con el pulgar—. Te visitaré una vez que las cosas se calmen.
Sus labios se comprimieron en una línea delgada.
—Lo sé —acunando su muñeca, manteniendo sus ojos en él—. Joaquín, ¿está pasando algo que deba saber?
—No hay nada que sea digno de tu preocupación.
—¿Estás seguro?
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