Con su madre que casi había llegado al lugar donde estaba, Penny cerró los ojos, tratando de calmar su mente y el alboroto de su corazón que había estado en pánico por un tiempo. Cuando sintió que estaba mucho más tranquila que antes, abrió sus ojos verdes para ver a su madre parada frente a ella.
—¿Te dije que tu padre también tenía ojos verdes? Igual que los tuyos, tan raros y hermosos —comentó su madre, jugueteando con el cuchillo que sostenía en su mano.
—No, no lo dijiste, pero suponía que era así. Que había salido a él y no a ti —respondió Penny, tirando de su pierna otra vez en un intento de escapar de las ataduras de las raíces.
—¿Qué oigo en esas palabras? ¿Te alegra o te entristece? —su madre inclinó la cabeza, con una sonrisa en sus labios que lucía más horrenda en la aparición de la bruja negra.
—Definitivamente me alegra —Ambas lo sabían, por lo que no veía por qué tendría que andar con rodeos.
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