—No lo romperé ni aunque tú me lo pidieras. ¿Puedes confiar en mí, Penélope? —no sabía qué decir mientras lo miraba fijamente—. Sé que es difícil y aunque ahora no confíes en mí, eventualmente aprenderás a hacerlo. Permíteme ser esa roca que evitará que el pergamino se vuele en tu vida —era la primera vez que Damien le pedía su permiso. La primera vez que no era dominante, sino que le estaba preguntando.
—Sus ojos se llenaron más de lágrimas, una sola lágrima se deslizó rápidamente por su mejilla. Resbalando por la mitad de su mejilla para caer en el suelo ya húmedo.
—Damien la limpió de su mejilla —No llores. Te hace ver fea —una sonrisa repentina apareció en los labios de Penny.
—No creo que nadie se vea bonito cuando está llorando, Maestro Damien —dijo, inhaló el aire frío antes de exhalarlo.
—Ratón feo —comentó él. Las lágrimas se secaron de sus ojos y ella asintió con la cabeza.
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