—Algo anda mal —murmuró Vicente, su voz baja y cargada de una precaución que me hizo estremecer. Sus ojos escaneaban la línea de árboles, su cuerpo tenso como si se preparara para una pelea—. El aura aquí... está espesa de oscuridad.
Asentí, sintiendo la misma presencia inquietante. Era como una niebla pesada que se había posado sobre toda la zona, sofocando cualquier sensación de paz o normalidad. No podía explicarlo del todo, pero mi propio lobo gruñía dentro de mí, alerta y tenso.
Habíamos llegado tan lejos, y estaba decidida a no volver atrás. Tenía que ver a James. Él era mi única esperanza ahora.
—¿Estás segura de que deberíamos continuar? —La voz de Vicente era cautelosa, casi vacilante, y podía ver la incertidumbre en sus ojos—. Él confiaba en mí, eso lo sabía bien, pero sus instintos le gritaban que me protegiera, que me impidiera adentrarme más en lo que parecía una trampa.
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