El bosque que nos rodeaba estaba inquietantemente silencioso, como si el mundo contuviera el aliento, esperando ver qué sucedería a continuación. James todavía temblaba en mis brazos, sus respiraciones entrecortadas y desiguales. Podía sentir la energía residual de la magia oscura que casi lo consume, persistiendo como una niebla fría a nuestro alrededor. Pero estaba retrocediendo, y con cada momento que pasaba, podía sentir a James volviendo a ser él mismo.
—Lo siento tanto —murmuró de nuevo, su voz llena de angustia—. Intenté luchar contra eso, pero no pude. Era demasiado fuerte.
Le acaricié el pelo suavemente, mi corazón doliendo por él. —Está bien, James. Ahora estás a salvo. Vamos a resolver esto juntos.
Sacudió la cabeza, cerrando los ojos como si intentara bloquear el recuerdo de lo que acababa de suceder. —Podría haberte herido, Aimee. Casi lo hago. ¿Y si... y si la próxima vez no puedo detenerme?
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