Remia, Ajax, Residencia Windsor - 26 de Abril - Año 515
—¿Las estrellas?
—Tal vez.
—¿La luna?
—¿Eso ya es mucho, no?
—Amar es amar, no existe un límite.
—Humano sí... No puedes hacer algo más allá de lo que tu humanidad te permite.
—¿Tú te crees ese cuento?
—Sí, me lo creo.
—Yo no, yo sí creo que hay algo más.
—Si lo hay, no tendría sentido la vida, viviríamos sólo para algo más, esto no es un prólogo... Esto ya es una historia.
—Nunca dije que no fuera una historia.
—¿Entonces?
—Me refiero a que la vida no es sólo esto... Vida... No es sólo ser un humano esperando el final, puedes ser más, puedes ser un sentimiento, un anhelo, un propósito... Un recuerdo... Aun dejando de ser humano... ¿Eso seguirá viviendo, cierto?
—Puede ser.
—¿Por qué tan dubitativo?
—Responder que sí o que no sería una verdad absoluta, no soy nadie para asumir que mi respuesta es una verdad absoluta.
—Si no te lo crees tú, ¿Quién lo creerá?
—La ambición y el egocentrismo son peligrosos, Demian.
—Nunca dije que tenías que ser ambicioso y egocéntrico para sentir que tienes el valor suficiente como para responder eso.
—¿Tú crees que es algo más sencillo?
—No lo creo, seguramente lo es... Hay muchas personas que lo tienen todo, por así decirlo, y de todas maneras se sienten vacíos, no se sienten humanos, entonces, debe ser algo mucho más fácil, ¿No crees?
—¿Estás intentando convencerme de algo?
—Tú lo sabes bien, Rhys... Lara es para ti algo más que sólo ambición, ella suprimió tu egocentrismo también... Debes verlo de esa manera, lo pensaste tanto tiempo, y aún no lo entiendes.
—Lo entiendo sí, pero tampoco soy tan tonto como para asumir que es lo único que necesito.
—¿Te refieres a Lara?
—Claro... Ella, no estará siempre a mi lado, no puedo sólo depender de lo que sienta por ella, aunque eso me dé mucho, me haga sentir humano, y sea lo que sustente el sentido de mi vida... Ella tiene su propia vida, y pedirle que se quede para siempre a mi lado sería lo más egoísta que podría hacer.
—Ella lo haría.
—No lo creo.
—Pero te ama.
—Yo también, y amar es saber cuándo alejarse, y cuándo quedarse.
—Ella no se va de tu lado porque quiera, Rhys... Lo hace porque no tiene otra opción.
—Eso lo sé, por eso acepté su decisión, lo sé desde que la conocí... Sabía que en algún momento ella tendría que volver a su hogar.
—Y me dijiste que el amor tiene límites.
—Eso es algo que cualquiera puede hacer, ¿No crees? Esperar.
—El tiempo corre, Rhys... Nada de lo que pasó va a regresar, y eso lo sabes, ella puede estar tanto como unos meses en Fons, o hasta años... ¿Esperarías tanto por ella? ¿Ella esperaría tanto por ti?
—Tal vez.
—¿Ves? Otra vez, ¿Por qué tan dubitativo?
—Es que... ¿Por qué llegar tan lejos?
—Porque es mejor eso que sólo estancarse.
—No me voy a estancar pensado que ella no puede volver.
—Ella lo hará, Rhys, no sé cuándo, pero tarde o temprano lo hará.
—¿Cómo lo sabes? Estás muy seguro.
—Porque se aman, y porque como te dije hoy; el amor no tiene límites.
—No voy a esperar toda mi vida por ella.
—No te mientas a ti mismo, es a la única chica que amas... Claro que lo harías... Lo harías por la eternidad.
—¿Lo haría?
—Eso es vivir... Vivirías en ella por toda la eternidad, así como ella en ti... Más allá que sólo el camino que recorres... Siempre hay algo más allá.
—La muerte es el final, Demian.
—No me estoy refiriendo a la mortalidad... Me estoy refiriendo a; un sentimiento, un anhelo, un propósito... Un recuerdo... Eso es eterno, eso no morirá.
—¿En serio me llevaste hasta ese lugar? ¿Por qué eres así?
—No lo sé, sólo quería probar mi punto.
—Puede que tengas razón... Pero, ¿Será así?
—No creo que lo sepamos hasta dentro de mucho tiempo... Creo que todos viviremos una larga vida, podemos pensar en eso más adelante.
—Tú fuiste el primero en adelantarse.
—Sólo soy un poco ansioso en ese sentido.
—Demian... Si tú, Vlas, o mamá se fueran... ¿Vivirían en mí?
—¿Y esa pregunta?
—No lo sé... Sólo quería saberlo... ¿Lo harían?
El sol dejó de verse en el horizonte. La tarde cayó dejando pasó a una brillante noche de verano. Demian contó estrellas por doquier. Sabía que en el patio trasero de su casa siempre se veía lo mejor del cielo, lejos de la intensidad del brillo de la ciudad de Ajax. Los grillos comenzaron a cantar, con las ranas haciéndole de coro, frente al tranquilizador silbido de la fresca brisa primaveral.
Ninguno de los dos se movió de su lugar, estuvieron en silencio por varios minutos. Sólo dejándose llevar por el ambiente, que pareció haberse confabulado para dejar caer esas palabras que Demian logró soltar luego de un rato, con melancolía, y serenidad. Con amor.
—Claro que sí... Siempre viviremos en ti, nunca te dejaremos solo... Rhys.
Presente...
Fons, Ash, Residencia Harch - 10 de Mayo - Año 526
El vaso se encontraba repleto de café. Negro. No acostumbraba a tomarlo así, muchas veces le ponía al menos el 25% de leche, sin embargo, esa mañana estaba más cansado de lo normal luego de no poder dormir bien por varios días, y lo último que iba a hacer sería gastar energía en una tontería así. No paraba de soñar con muchas cosas que creyó no volver a soñar jamás. Momentos de su vida que asumió que no iban a regresar, pero desde ese día en el que se enteró que su hermano aún seguía con vida, todo revivió en él también. Y no era para nada agradable. Se sentía atormentado por esa figura, por todas las creencias que tuvo por diez años, por todo lo que hizo en base a esa causa. No era consecuencias razonables si las miraba con la perspectiva que poseía en ese momento, pero en el pasado, cuando aún no conocía el verdadero destino de Demian... Parecían lógicas.
Cuando llegó al límite de su Scire, en la guerra, obtuvo sus Rexyss, esos Ojos del Alma, de tal manera, tuvo que entrar en lo más profundo de esta para comprender la base de sus sentimientos que acarreaban acciones casi impremeditadas, aquellas que le dieron ese poder. En esa introspección, supo encontrar en su alma una respuesta, una respuesta representada en la figura de Demian... Esa que le dijo: «Lo eres todo, Rhys, no tiene sentido separar la parte mala de la buena, sólo... Acéptalo, y sigue adelante». Y en ese momento aceptó ser el Demonio de Remia, aceptó ser ese Prodigio Divino, el Niño Maravilla, o el Enemigo del Mundo. Aceptó todo lo que su poder le dio, lo malo, lo bueno... Todo. Inclusive, aceptó haber perdido a Demian, aceptó que él no iba a volver. Y así, con todo eso, sin saber lo que se vendría después, pudo formar su identidad, saber quién era Rhys Windsor, qué quería Rhys Windsor... A dónde llegaría... Pudo descifrar su destino, y lo que lo llevaría a él... El sentido de su vida.
Todo se derrumbó con unas pocas palabras: «Demian está vivo». Y no había vuelta atrás, y aunque sabía que no iba a cambiar su perspectiva de vida con esa revelación, se sentía ligeramente perdido en el camino, porque superó algo que nunca sucedió, y revivirlo era doloroso, porque esa soledad que lo atormentó cuando perdió a Demian, fue sosegada con su recuerdo, con lo que él le dijo al final, y con el anhelo guardado en lo más profundo de su alma. Pero una mentira no podía sosegar para siempre un alma en duelo, y así, la verdad salió a la luz, y la calma se acabó.
Lo único que lo ayudaba a no pensar en Demian era saber que tenía a su esposa a su lado, porque ese fue el sentido que eligió para su vida, lo único que no se ataba a lo que sintió al ver morir a su hermano. Ella era en sí misma su salvación. Así como su hija, su hermano, o su madre... Y muy pronto, su hijo o hija, el que tendrían. Todo eso era la verdadera razón por la cual no quiso volver atrás y comenzar otra vez, ahora, con el propósito de encontrar a Demian.
«Acéptalo, y sigue adelante», le dijo su alma... Y tal vez, con un poco de la voluntad de Demian en ella. Su hermano estaba por ahí, en el mundo, y si en diez años no quiso saber nada de él, tendría sus razones. Era doloroso pensar en eso, siempre recordaba todas esas veces que él le dijo que nunca lo dejaría solo, pero fue su decisión, y él no podía obligar a nadie, a nada... Sabía que en algún momento, al final de su camino, se volverían a encontrar, esa respuesta llegaría con ese encuentro, y cuando todo hiciera sentido, tal vez sería satisfactorio, o tal vez... Sólo sería algo más que dejaría atrás... Porque como él le dijo en el pasado a su hermano... Amar era saber cuándo alejarse... Y cuándo quedarse. Y Demian, tomó su decisión. Así como él la suya.
—Te ves cansado —señaló Lara.
Rhys al escuchar su voz desvió la mirada de su vaso de café y la vio parada a su lado con una sonrisa. Ella estaba vestida de forma casual. Llevaba un hermoso enterizo color beige, que para colmo combinaba muy bien con su cabello suelto. Rhys suspiró al verla de esa manera, le rezaría todos los días si ella se propusiera usarlo así siempre, pero ella insistía en atárselo, era terca en ese sentido.
—¿Tú crees? —preguntó él, desperezándose un poco al estirar sus brazos en alto.
—No es lo que creo, es lo que veo, ¿Desde cuándo tomas café negro? —preguntó ella, dándole un vistazo al vaso de su esposo sobre la mesa.
—Te dije apenas me desperté que se me fue difícil conciliar el sueño, no quiero dormirme en la reunión que tengo con Lee esta tarde, así que estoy tomando uno cargado —explicó Rhys, y dio el primer sorbo al inmenso vaso de café. Estaba muy fuerte, hasta amargo, ¿Se había olvidado de ponerle azúcar?
—No me gusta verte así, te ha estado pasando algo, ¿Cierto? —Lara preguntó, con un gesto de consuelo. Esperaba que él al menos aceptara que ella estaba ahí para lo que fuera. Aunque sabía que no era necesario recordárselo... Él sólo confiaba en ella.
—No del todo, lo de siempre, sabes... Es un camino extraño, las subidas llegan a lo más alto, pero cuando baja... Golpea contra el suelo con fuerza —dijo él.
—¿Te refieres a la depresión?
—Nunca me diagnosticaron depresión, sólo era ansiedad, aunque, me dijeron que podía desencadenar en una, no lo sé, ¿Es normal sentir que a veces haga lo que haga nada tiene sentido?
—Tal vez, todos nos sentimos vacíos en algún momento de nuestra vidas, supongo que es una etapa que funciona para reflexionar y encontrar más motivos para seguir adelante... Es necesario.
—¿Es justo sentirme así teniéndolos a ustedes a mi lado? A ti, Lara... Le quitaría importancia a su presencia en mi vida sólo hallándome en un vacío.
—No, mi amor... No es así, estamos para ayudarte, y en esos momentos, cuando te sientes así, es cuando buscas consuelo en nosotros, y somos los encargados de darle sentido a tu vida, a que ese vacío poco a poco se vaya rellenando... No es tu culpa, sólo pasa.
—Eres demasiado buena conmigo. —Rhys sonrió, estirando su brazo para lograr llegar a envolver su cintura con este—. Ven, te necesito —dijo, jalándola suavemente con el movimiento de su brazo hacia él.
Ella le hizo caso y se ayudó un poco en llegar a su esposo. Él le indicó que se sentara en sus piernas, con una señal de su mano libre. Ella le hizo caso, y sus rostros quedaron muy cerca cuando se acomodó sobre él.
—Con tu mirada tan apagada me haces sentir triste, cuando estás así de decaído, casi siempre sufro en silencio por no saber cómo ayudarte —confesó ella.
—Lo siento por eso, no me gusta hacerte sentir mal —Rhys se disculpó, con su tono de voz tan suave como la caricia que ella le dio a su mejilla.
—No es tu culpa, ya te dije, sólo... No lo sé, supongo que cuando ves a alguien que amas pasar por algo así es normal sentirse incapaz de ayudarlo... Sabes que te amo, Rhys, con mi alma, y no hay nada en este mundo que anhele tanto como que todo esto se termine, y que dejes de sufrir... En serio, siento que es injusto, para ti, para mí, o para todos, ¿No hemos sufrido demasiado ya?
—Puede ser... Pero, ¿Qué más da? Si vamos a sufrir de todas maneras, hay que enfrentarse a ese sufrimiento, hay que ganarle, ¿No es así? —él preguntó, esbozando una ligera sonrisa, casi débil. Nunca en su vida se sintió con tantas ganas de quebrarse... Sabía que iba a poder hacerlo sin problemas, porque sólo estaba Lara a su lado, y ella era su mayor consuelo... Pero no... Sólo se tragó tal sentimiento. No era el momento.
—Tengo una ligera ilusión, sabes... Algo así como, optimismo —dijo Lara, al notar la sonrisa en el rostro de Rhys. Eso le recordó ese pensamiento que tuvo noches atrás.
—¿Sí? ¿Sobre qué? —El rostro de Rhys dejó ver todo su interés.
—Sobre él... O ella —respondió Lara, posando su mano en su barriga, también llevó la de él en el movimiento—. Todo lo que pasó antes, lo que pase después, ¿Va a importar si está en nuestras vidas? ¿O vamos a dedicar todo lo que somos a la suya? Rhys... No importa si sufro, si soy feliz, si me importa, o si no me importa... Mis sentimientos y mis deseos, mi vida entera, todo será suyo... Y no me voy a preocupar por lo que pudo ser, o por lo que será de mí, sólo por mi futuro, el que elegí vivir, ese que será cuando lo tenga en mis brazos, cuando vea su sonrisa, su rostro, cuando lo escuche reír, o llorar... Cuando me diga «mamá», o te diga «papá»... Viví demasiado tiempo alejada de todo, apreciando como todo a mi alrededor se derrumbaba, y no podía hacer nada, todo lo que quise proteger, se esfumó... Y ahora, no quiero que vuelva a suceder, y no lo voy a permitir... Nos enfrentaremos al sufrimiento, o al dolor, tal vez al destino, no lo sé... Pero que no nos dejaremos rendir, así será... Por él, o ella... Por nuestro hijo, por nuestra familia... Eso Rhys, quiero creer que eso va a pasar, quiero sentirme con la voluntad de quererlo, y obtenerlo... Ese pasado, se difuminará con esa nueva página en nuestras vidas, ¿Cierto? Esa que nos deja juntos, por la eternidad.
«¿Dirías que no a eso? No puedes rendirte, no puedes hacerlo si quieres ver eso el resto de tu vida... No puedes terminar así», el convencimiento fue casi automático, Rhys sólo asumió eso en su mente al apreciar como palabra a palabra, la sonrisa y los ojos de Lara brillaban cada vez más. Él había aceptado morir en el pasado, luego, sólo quiso vivir, vivir para ser libre y feliz junto a ella. Y nunca se sintió tan agradecido de haber elegido esa opción... De que Rhys Windsor supiera lo que quería... De eso no se encargaba el recuerdo de Demian, y eso lo tenía en claro... No iba a desechar esa vida por el pasado que lo atormentó tanto tiempo, pero que en algún momento se convirtió sólo en eso, un pasado... Regresara o no regresara.
—Es lo que nos queda, Lara... De todo lo que tuvimos, de lo que tenemos, es lo que nos queda... Nuestra familia, y el amor que sentimos por ellos... Y tal vez, en el futuro, cuando todo se acabe, quede de evidencia nuestro paso por la vida de esa manera... En ellos, en lo que dejamos en ellos... Lo que anhelen sentir por nosotros, sea bueno o malo.
—Sé que tú me lo has pedido muchas veces, pero... ¿Puedo hacerlo yo ahora? —ella preguntó, acomodando su cabello para que cayera por su espalda.
—Claro, dime —accedió Rhys.
—Quédate a mi lado, Rhys... No me dejes sola —pidió, escondiendo su rostro en los brazos de él.
«Hazlo, abrázame con fuerza, por favor», rogó. Pero no fue necesario pedirlo más fuerte, él lo hizo sin pensarlo.
—No lo haré, Lara... Estaremos juntos hasta el final.
Más tarde...
—Hola. —Lara se asomó por la puerta de la habitación de Leah que se encontraba abierta, dio algunos toques en la puerta para llamar la atención de su hija. Ella estaba concentrada en una maqueta que tenía sobre sus piernas, estiradas a lo largo de la cama.
—Oh, mamá. —Leah dirigió su mirada hacia la puerta luego de oír la voz de su madre. Rápidamente dejó la maqueta que tenía en sus piernas sobre la mesa de luz al lado de su cama, y se movió en ella hasta sentarse en el borde.
—¿Estás ocupada? —Lara preguntó, con cortesía. Ella parecía concentrada en esa maqueta, tal vez era importante, si así era podía regresar luego. No quería molestarla.
—No, para nada, sólo estaba dándole los últimos detalles —respondió Leah, señalando la maqueta—. ¿Necesitabas algo?
—Sí —Lara asintió—. ¿Puedo pasar?
—Claro.
—Permiso. —Lara cerró la puerta luego de entrar a la habitación. Leah le alcanzó la silla giratoria de su escritorio cuando ella se acercó a la cama—. Gracias —dijo, al sentarse.
—Por nada —dijo Leah, y sólo siguió el silencio—. Bueno, ¿Qué pasó? —preguntó. Su madre no parecía querer empezar con la charla, se encontraba cabizbajo, algo nerviosa. La vio jugar con sus dedos.
—Emm, sólo quería verte, hace varios días no nos vemos, ni hablamos... Hoy tengo el día libre, así que quiero pasar algo de tiempo contigo —explicó Lara, casi se le enredaron las palabras varias veces.
—Oh, sí... Es que he estado algo ocupada con este trabajo, me ha tomado varios días y lo tengo que entregar la semana que viene —contó Leah, inclinándose hacia la mesa, donde se encontraba su maqueta. Lara hizo lo mismo—. Nos enviaron de tarea hacer una réplica a escala de la ciudad en la cual nacimos... Y bueno, me tocó Raven.
—Eso estaba viendo... Hasta hiciste el estadio de la ciudad, y la central eléctrica, vaya... Qué nivel de detalle —declaró Lara, tan asombrada como encantada. Su hija tenía mucho talento, y eso la hacía sentir orgullosa.
—Sí, fue complicado, hice las construcciones grandes con yeso, y para las pequeñas usé cartón, además de la capa de césped sintético para las montañas y los parques, también usé plástico derretido que luego sellé para las calles... Fue un arduo trabajo, tenía pensado usar mi energía, pero luego me di cuenta que eso sería demasiado injusto para aquellos que no tienen tal ventaja, además de que no significaría lo mismo, no tendría tanto trabajo detrás, así que sólo lo hice todo a mano —contó la chica, emocionada.
Lara la miró en todo momento con una sonrisa, le encantaba verla tan entusiasmada con las cosas que le gustaban. Cuando Leah apenas se mudó a su casa sólo le pidió una cosa; y fue un lienzo, además de pinceles y pinturas. Lara no comprendió muy bien tal pedido, sin embargo, le hizo ese favor. Ella no entraba a la habitación de Leah, en realidad, no era porque a la chica le molestara, sino que quería permitirle sentirse en privacidad, sabía que apenas era el comienzo, y que tal vez a Leah se le iba a dificultar comenzar a tomar confianza con ellos, de tal manera, dejó que fuera a su ritmo. Aun así, los primeros meses siempre tuvo curiosidad de saber por qué ella pasaba tanto tiempo dentro de su habitación, obviando claramente el pedido que le había hecho. Tal curiosidad fue creciendo cuando encontraba ropa de Leah manchada de pintura, o pinceles sucios en la basura. Ella sabía que la chica parecía tener cierto gusto por la pintura y el arte, y aunque se prometió a sí misma no entrometerse en lo que ella hiciera, no pudo evitar querer ver qué tan talentosa era.
La primera vez que entró a su habitación fue unos seis meses después de adoptarla. Quedó boquiabierta apenas entrar, luego de ver tantos cuadros repartidos por esta, de un lado al otro. La mayoría de estos eran paisajes, en ellos no había muchas personas, y si las había, se veían pequeñas ante inmensos espacios. Algunos sólo eran líneas de un lado al otro que formaban distintas figuras, ella asumió que era algún tipo de arte abstracto.
Desde ese momento, comenzó a visitar la habitación de Leah más seguido, le preguntó varias veces si le molestaba que ella estuviera ahí, la chica siempre respondía que no, por eso, cuando tenía algún que otro tiempo libre, lo pasaba con ella, observándola pintar. Ese fue su pasatiempo por mucho tiempo, al menos cuando no estaban tan unidas, fue un gran paso que ambas pudieron dar en su relación, y antes de que Leah la comenzara a llamar «mamá», ella ya la consideraba una hija. Tal orgullo era el principal motivo. Por eso, todos esos cuadros que su hija pintó cuando era una niña, eran aquellos que decoraban toda la casa.
—Eres muy talentosa, linda... Estoy segura que sacarás la nota más alta de la clase —aseguró Lara.
—Tal vez. —Leah bajó su mirada, intentando esconder la sonrisa que se dibujó en su rostro.
—Por cierto, ¿Cómo estás? —preguntó Lara.
—Bien, como siempre, en realidad debería preguntarte eso a ti... ¿Sabes? He notado que se ha estado comenzando a notar más, ¿No es así? —preguntó Leah, acercando un poco su mano al vientre de su madre. Llegó a posarla en él suavemente, y notó el relieve—. Ya van tres meses, mamá... ¿Cuándo se puede conocer el sexo? Estoy ansiosa por saber si tendré un hermanito o una hermanita.
—No lo sé, pero probablemente dentro de estas semanas, tengo una ecografía la semana siguiente, ¿Quieres venir conmigo? —propuso Lara.
—¿En serio puedo ir? Pero, ¿A papá no le molestará? Sé que últimamente está un poco pegado a ti.
—¿Qué? ¿En serio? ¿De dónde sacaste eso? —preguntó Lara, entre risas.
Ella sabía que Rhys podía ser así, pero, como él era así casi todo el tiempo, la mayoría de veces sólo lo tomaba como una actitud normal de él hacia ella. Él no era posesivo, menos con su hija, él tenía muy en cuenta lo que significaba Leah para ella, y que, a pesar de que ella lo amara a él, y fuera su esposo, si tuviera que elegir, elegiría a Leah. Aunque eso sería una condena, porque anhelaba tenerlos a ambos a su lado siempre, y a pesar de que pudiera decir que elegiría a su hija, tal vez, en ese momento... No pudiera dar una respuesta. Jamás podría elegir.
—A él tampoco lo he visto mucho en la casa, y cuando lo hago, siempre está a tu lado, no sé sí es porque está demasiado preocupado por ti, o porque de alguna manera u otra tu embarazo también lo tiene algo sensible a él —supuso Leah.
—Eso sería muy gracioso, pero no, Rhys siempre es así en realidad... Esa noche, luego de la coronación, él fue a mi habitación en la madrugada luego de todo lo sucedido en el día, se supone que tenía que patrullar toda la noche, por sí ellos regresaban —Lara comenzó a contar esa historia de nuevo.
—Él se quedó dormido a tu lado el resto de la noche, ya me lo habías contado, es hasta surrealista, ¿Cierto? ¿Qué pasa con él? Es incomprensible saber por qué hace esas cosas tan extrañas, un día puede ser el hombre más frío, rudo y orgulloso del mundo, para de un momento a otro pasar a ser un niño que sólo necesita que alguien le dé un abrazo... Es tan, no lo sé, interesante.
—Él siente, y siente muy a flor de piel... No lo sé, creo que soy realmente la persona a la que más ha amado en su vida, a veces me siento una intrusa en su amor por los demás, porque, él dejaría todo por mí, eso lo sé... Y eso lo puede cegar, y no quiero que todo lo que él hace se reduzca sólo a mí —dijo Lara, cierto tono de preocupación invadió su casi segura declaración.
—¿Y por qué ese miedo? Sé que Rhys te ama, mamá... Como para no hacerlo, pero a pesar de eso, él tiene en claro lo que hace por los demás también, y entre Vlas, su madre, o yo... No creo que algún día decida sólo dedicarse a ti, no al menos hasta que todo termine, y estemos a salvo.
—¿Por qué ese miedo? Porque es la misma decisión que tomó mi padre siete años atrás —respondió Lara, y ese recuerdo tan frío y estremecedor que creyó haber superado, extrañamente la atrapó de nuevo.
—¿Te eligió a ti por encima de todo? —preguntó Leah, con curiosidad—. Pero, ¿Él no fue asesinado?
—Sí, por Michael Harch, pero... Él... Él sabía que Michael no era capaz de hacerlo por sí solo... Él podría haberse salvado, sin embargo, dejó vencerse, dejó todo atrás... Él sólo aceptó ese destino, por mí.
Ella no recordaba muy bien qué fue lo último que su padre le dijo antes de morir. Él sólo salió esa tarde con Rhys, de camino a una «reunión», y jamás volvió. Y aunque sí no recordaba sus últimas palabras, sabía que eso jamás fue lo importante entre ellos, ya que su padre sabía que iba a morir incluso antes de ese día... Mucho tiempo antes, de tal manera, cada vez que estaban solos, él siempre soltaba ciertos comentarios no tan claros que dejaban ver de alguna manera u otra lo que iba a suceder. Ella nunca los tomó como tales, ella era joven, y los veía de una manera más casual, algo como inevitable, porque eso era lo que su padre siempre decía, ella sabía que algún día él ya no estaría más, que un día se despertaría y el recuerdo de su padre ya sería parte de su pasado, donde, la melancolía formaría parte del sentimiento principal... Pero jamás creyó que sería tan pronto.
Estuvo enojada con él al inicio por morir por ella, estuvo enojada con ella misma por no poder haber hecho nada, con su madre por haberle dado la razón a su padre, con Rhys por no cumplir su promesa... Estuvo enojada con todo. Tan enojada que no quiso quedarse de brazos cruzados, tan enojada que perdió todo tipo de compostura. Y cometió errores perpetuos. Cometió tantos errores que tras pasar siete años, estos aun seguían permanente en su memoria, como así con el recuerdo de su padre, todo era parte de un mismo sentimiento. De lo que fue su pasado. De la sensación de sólo buscar sanarse, de sólo buscar salvarse de la condena.
Obviamente tenía miedo de que eso volviera a pasar. No quería que Rhys siguiera el camino de su padre, a pesar de que eso parecía ser lo único que él quería, ya que, como a ella, a él también le había afectado la muerte de Thomas. Pero él no era Thomas, él, tenía más que sólo a ella, mucho más que proteger, y no como su padre, él sí podía salvarse. Ella podía incluso llorar por él, rogarle que jamás la dejara sola, sin embargo, él nunca iba a ser tan sincero con sí mismo como lo era con ella, por eso, su verdad, siempre sería su mentira, a menos que ella se la quitara de sí mismo, pero eso contradecía su propio deseo, no quería convertirse en lo único que Rhys protegiera. No quería ser el centro de nada... Quería ser su sombra, aquella mano que se posara en su espalda y le diera ese empujón... Quería que Rhys dejara de depender de ella, y dependiera de sí mismo... Pero era imposible, porque a Rhys no le importaba él, para nada, sólo le importaban ellos, y lo que pasara con ellos... Y eso era su mayor debilidad. Eso era lo que podía encaminar su destino hasta tomar esa decisión, la misma que tomó Thomas en el pasado... Aquella que despertaba ese miedo. Más que nada.
—Eso es lo que hubiese hecho cualquier padre, mamá... Eras su hija, él siempre iba a pretender elegirte por encima de todo —dijo Leah, quiso ser lógica, y aunque la lógica casi nunca funcionaba con los sentimientos, sí funcionaba con las dinámicas. Y los padres siempre serían padres a pesar de todo, y sus hijos, siempre serían lo más importante de su vida.
—Lo sé, también tengo ese sentimiento en mí, sé lo que significa ser un padre, Leah —Lara aseguró, con su mirada sólo logrando apreciar con cariño el rostro de su hija—. Claro que lo sé.
—No quieres que Rhys llegue hasta ese punto contigo, sin embargo, me has dejado en claro muchas veces que tú sí lo harías por mi —reveló la chica.
—Probablemente... Pero sabes que no es una comparación justa —señaló Lara.
—No lo es, pero así como no quieres ese destino para Rhys, yo no quiero ese destino para ti... Mamá —declaró Leah, su voz se volvió, y comprensiva.
—No tienes que preocuparte por eso, si hay algo con lo que estamos de acuerdo con Rhys es con que ambos le tenemos miedo a la muerte... Sea por lo que sea, podemos asegurar ahora mismo que tal vez no dudaríamos en entregar nuestra vida por quienes amamos, pero... En ese momento, tal vez sí nos arrepentiríamos... Yo ya conozco esa sensación.
Lara bajó su mirada. El sonido del disparo retumbó en su mente de nuevo. En ese momento todo pareció volverse oscuridad por un instante, y ese amargo sentimiento de arrepentimiento se manifestó en su alma, tardó en comprenderlo, porque cuando se percató de que no lo había hecho, se encontró con el verde de los ojos de Rhys, tan arrepentidos como los suyos seguramente.
Eso le dio algo de esperanza de nuevo. No pudo evitar sonreír.
—Mamá... Arrepentirse es tan atormentador que estoy segura de no querer sentirme así jamás —aseguró la chica—. Y hay algo que quiero decirte.
—¿A qué te refieres? —Lara alzó su mirada, y un gesto de confusión se formó en su rostro.
—Yo... Ese día... Te hablé mal, y... He estado pensando en mi actitud... Creo que no fui justa contigo —dijo Leah.
—¿Te refieres a lo que pasó en el desayuno? Sobre lo que dije de ti —preguntó Lara.
—Sé que te preocupas por mí, sé que... No quisiste hacerlo de mala, jamás lo harías, fui una tonta por no recordarlo en ese momento. —Leah ligeramente agachó su cabeza.
No usó la palabra. Pero tal gesto fue rápidamente percibido por Lara. Y no podía permitir que fuera ella quien le pidiera disculpas.
—Ni se te ocurra —la interrumpió. Su mano se aferró a la de Leah, fue un rápido movimiento, la tomó apenas vio los labios de la chica fruncirse.
—Pero... —Leah quiso decir.
—Pero nada... No lo hagas. —Lara alzó su mano hasta el rostro de Leah. La otra se le sumó al instante. Sostuvo el rostro de la chica entre ellas con suavidad, aunque sus manos estaban casi tensas—. Que sea la última vez que pretendas pedirme perdón por algo, Leah, tú no debes pedirme perdón por nada... Yo soy tu madre, yo debo ser quien debe mostrarte el camino... Me equivoqué contigo el otro día, actúe como jamás me hubiese gustado que actuase mi madre conmigo, y estoy arrepentida por eso, y no quería venir a disculparme contigo porque asumí que estabas enojada conmigo.
—Jamás me enojaría contigo —aseguró Leah.
—No importa, fue mi error... Yo confío en ti, Leah... Sé que hagas lo que hagas, lo harás bajo tu propia consideración, tomando las precauciones necesarias, porque así te enseñé, y sé que eres una chica obediente, sé que eres buena... Eres una chica hermosa... Eres la mejor hija que pude haber tenido... Jamás lo hagas de nuevo, Leah... No me pidas perdón... No me lo merezco.
—Mamá. —Leah sonrió—. ¿Perdón por querer pedirte perdón? —preguntó, con una ligera risa.
—Tal vez ese sí pueda aceptarlo —Lara rio de regreso—. Te amo, linda... Eres lo mejor que me ha pasado en la vida.
—Y yo a ti, mamá... Te amo. —Leah tomó las manos de su madre, y en lugar de quitarlas de su rostro, las llevó suavemente hasta sus hombros, y con un poco de inclinación, convirtió el momento en un abrazo.
Lara cerró sus ojos, y se dejó llevar por el calor que tal abrazó le entregó al recostar sus manos en la espalda de su hija. Sonriente. Estuvo segura que incluso dejó caer alguna que otra lágrima.
Sí. Sabía que no merecía su perdón... Su hija sí.