Eran las cuatro de la mañana cuando Caishen fue despertado por la apremiante necesidad de aliviarse. Notó la laptop abierta reposando en la cama entre sus piernas y las de su esposa. Como de costumbre, el juego en el que ella se había perdido estaba pausado.
La miró con asombro antes de tomar la laptop y colocarla en una mesa al lado de su lado de la cama. Curioso, observó el juego porque notó que el personaje lucía diferente de lo usual.
Sus ojos registraron el atuendo y el arma, además de las estadísticas en la esquina que decían, ochenta y un asesinatos.
—Un juego de disparos —susurró y suspiró.
Le recordó las palabras de la psicóloga con la que tenía previsto reunirse alrededor de las nueve en su oficina. Cuando le explicó algunas cosas sobre Alix, ella le había preguntado cómo canalizaba su ira.
La respuesta era esta, en su opinión. Canalizaba su ira en juegos violentos.
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