Era demasiado tranquilo, como un cementerio. Un ambiente de muerte gobernaba esa área. Ni cantos de pájaros, ni insectos, ni bestias salvajes, ni un solo rastro de movimiento. ¡Los crujidos de las pisadas eran muy distintos!
Mil pinos cubiertos de nieve, que se extienden para siempre. Bajo esa atmósfera nerviosa, sus energías se agotaron por partida doble. Era como si una fuerza invisible estuviera presionando su pecho. Incapaces de soportar eso, los dos se sentaron a descansar.
Reef se apoyó en un pino mientras respiraba profundamente.
—¡Cielos, qué clase de lugar desolado es éste! Un bosque sin vida silvestre. ¡Mira estas piñas vacías! Pero, ¿qué pasa con los pájaros o las ardillas que se supone que se han comido los piñones? ¿Dónde están?
Sheyan dejó a Melodía en el suelo, mientras él se sentaba en silencio. Se metió un montón de nieve en la boca y miró el ápice del árbol.
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