La garganta del Dios de la Espada se movió. Solo pensar en esa escena lo hacía sentir estimulado. Sentía que su vida anterior ya no le pertenecía. Una gota de sudor frío recorrió sus sienes. El Dios de la Espada hizo su mayor esfuerzo para controlar sus temblorosas emociones y preguntó —Tú, ¿eres el Sanador o el señor Qingyi?
Al ver que estaba tan asustado, Feng Qing sonrió bajo la máscara —¡Ambos!
Al escucharla decir eso, el Dios de la Espada mostró una expresión de incredulidad. Miró fijamente a Feng Qing y dijo —¿Ambos son tú? No es de extrañar que pudieras envenenarnos y desintoxicarnos al mismo tiempo.
Feng Qing asintió —Correcto.
Tras obtener su confirmación, el Dios de la Espada casi se desmaya de rabia. Gritó a Feng Qing con temor y enojo —¡Mentirosa, si hubiera sabido que eras tanto el Sanador como el señor Qingyi, no habría aceptado ayudarte con el experimento! Ahora que lo pienso, me estás tratando como una rata de laboratorio.
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