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La Esposa Enferma del Multimillonario

Una chica pobre nacida con enfermedad cardíaca congénita no tenía muchas esperanzas para el futuro, pero su vida da un giro brusco cuando un apuesto y rico hombre le propone matrimonio después de su trasplante de corazón. Fue lo más sorprendente que le sucedió en sus 22 años de vida. Abigail nunca había pensado que Cristóbal Sherman, un joven empresario multimillonario, se acercaría a ella y expresaría su deseo de casarse con ella. Estaba eufórica y aceptó su propuesta. Pero poco sabía que el guapo hombre de 32 años tenía una razón secreta para querer casarse con ella. Abigail entró en su mundo con mucha esperanza en su corazón. Pero casarse con él no fue el final feliz. Solo fue el comienzo. ¿Podrá mantener su corazón intacto? ¿Qué sucederá si descubre su verdadero motivo? ============= —La vida era fácil antes de casarme contigo —dijo Abigail con dolor en sus ojos—. Me estaba muriendo, pero era feliz. —¿Qué quieres decir? —Cristóbal le sujetó el brazo—. Deja de decir tonterías y toma la medicina —siseó, colocando una tableta en su palma. Bajo su mirada ardiente, Abigail se encogió. —¿Te resulta difícil cumplir con mi exigencia de tener un bebé? Han pasado dos años, Cristóbal. No respondió a su pregunta. Todo lo que hizo fue mirarla, actuando mudo. —¿Por qué siento que no te importan mis sentimientos? —preguntó Abigail—. ¿No me amas? Su silencio fue la respuesta clara. ============= Un agradecimiento especial a Aurora, mi editora, por sus útiles sugerencias sobre cómo mejorar la sinopsis.

Angelica2511 · Urban
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Una llamada de rescate

El vuelo finalmente aterrizó en Singapur. Abigail permaneció sentada en la cama, con los brazos cruzados sobre su pecho. Estaba decidida a no bajar del avión. Si su supuesto padre biológico era terco, ella también llevaba los mismos genes.

No saldría hasta que el vuelo la llevara de vuelta a su esposo.

Samuel se acercó y dijo:

—Hemos aterrizado. Por favor, sal.

No le prestó atención y siguió mirando hacia fuera por la ventana.

Samuel frunció el ceño.

—Perdona. Necesitas salir de aquí.

Se irritó cuando no recibió ninguna respuesta de ella. Era un hombre que no sabía cómo hablar educadamente. Si no fuera por Sebastián, habría tirado de su brazo y la habría arrastrado afuera. Pero Abigail era la querida hija de su jefe y no podía ofenderla.

—Señorita, por favor, no me lo ponga difícil. Salga.

Abigail levantó la vista hacia él.

—¿Tú... cuál es tu nombre?

—Samuel …

—¿Samuel?

Él rodó los ojos.

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