—Sabes, mientras venía para acá, me perdí en mis pensamientos. Me preguntaba cómo reaccionaría si viera a mis llamados padres. No quería enojarme con ellos, y deseaba simplemente dejar que todo pasara, pero ¿quién iba a decir que serías tú y tú! —Ella miró a Sheitan—. ¡Ni siquiera te conozco!
Sheitan parpadeó.
—Eh, no se supone que debas —agitó su cabeza hacia ella con una sonrisa en su rostro.
—¿Por qué diablos estás sonriendo? —cuestionó Everly, y sus ojos se abrieron en molestia.
—Bueno, es que veo algo de tu madre en ti. Ella es así cuando está enojada o herida, y tú estás herida ahora mismo, así que
—¡No soy nada como ella! —replicó Everly, irritada.
Ella miró a Layana.
—Señora, alguna vez alguien me dijo que los seres sobrenaturales pueden reconocer a su hijo perdido con solo una mirada o un toque; me pregunto por qué no pudiste hacerlo en la fiesta —dijo.
Layana negó con la cabeza hacia ella.
—No... Creo que sí lo hice. Solo que
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