``` La historia de un hombre que trae la muerte y una chica que la niega. ---- En la montaña embrujada del reino, dicen que vivía una bruja. Ella nació princesa. Pero incluso antes de su nacimiento, el sacerdote la declaró maldita y exigió su muerte. Envenenaron a la madre para matar al bebé antes de que diese a luz, pero el bebé nació de la madre muerta —una niña maldita. Una y otra vez, intentaron matar al bebé pero ella milagrosamente sobrevivió cada intento. Dándose por vencidos, la abandonaron en la montaña embrujada para que muriera pero ella aún sobrevivió en esa tierra estéril —una bruja. —¿Por qué no muere? Años más tarde, la gente finalmente se hartó de la bruja y decidió quemar la montaña. Pero el Diablo llegó en su rescate y la llevó consigo de aquel lugar en llamas, porque morir no era su destino ni siquiera entonces. Draven Amaris. El Dragón Negro, que gobernaba sobre los seres sobrenaturales, el Diablo con quien nadie deseaba cruzarse en su camino. Odiaba a los humanos pero esta determinada chica humana lo atraía hacia ella cada vez que estaba en peligro. —¿Es realmente humana? Él se llevó a la humana con él y nombró a esta misteriosamente tenaz chica “Ember”, un pedazo de carbón ardiente en un fuego moribundo. Un alma manchada de venganza y la oscuridad del infierno, se levantaría de las cenizas y cumpliría su revancha. ------ Este es el segundo libro de la serie de Los Diablos y Las Brujas. El primer libro es - La hija de la bruja y el hijo del diablo. Ambos libros están conectados entre sí, pero puedes leerlos de manera independiente. ```
—¿No estarás simplemente celosa de mí? —se rió entre dientes—. Aunque sea más joven que tú, tengo más poder que tú. Como estás tan ocupada jugando a ser sirviente de Su Majestad, no consigues fortalecer tus poderes. Apuesto a que serías derrotada incluso si te doy la ventaja de usar solo hechizos débiles.
—¿Por qué no lo intentas?
—No quiero que vayas a llorarle y quejarte de mí a Su Majestad como en el pasado.
Erlos frunció el ceño. —No dejas de recordarme la mala suerte que tuve al pasar mi infancia con una zorra tan astuta como tú.
—¿Astuta? —soltó una carcajada ligera—. Bueno, se supone que las zorras sean astutas. Esa es nuestra naturaleza.
—Entonces la razón del odio es clara. Odio a los astutos.
—Es más como que no puedes ser inteligente y entonces me culpas por ser astuta. Pensé que habrías llegado a ser más inteligente cuando nos encontráramos esta vez pero... —suspiró fuertemente.
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