Prólogo

Ruby Sanheim, también conocida como la innombrable, hija de un linaje que todos se habían esforzado en olvidar.

¿Qué te queda cuando lo pierdes todo?

Nada.

Era adulta, lo suficiente como para tener la certeza de que todo lo que había podido salir mal, había salido mal.

No tenía amigos, ni se esforzaba por encontrarlos.

No tenía un hogar, ni quería formarlo.

No tenía amor, ni esperaba hallarlo.

No tenía familia, y no era algo que le quitara el sueño.

Siempre había sido una niña observadora, le encantaba... Experimentar.

Todos sabían que había algo que no andaba bien con ella, pero se esforzaban en doblegar ese instinto peculiar que hacía estremecer a los más fuertes.

No era insensible, claro que no... Simplemente, sentía más que los demás. Por eso amaba tanto lo que hacía, por mucho que las matriarcas insistieran en que era oscura.

Amaba tanto jugar con sus pequeñas e indefensas almas...

Esos humanos creían que todo les pertenecía, cuando la Tierra había sido de sus antepasados antes de que ellos vagaran en ella.

Todo estaba siendo mermado.

Todo por lo que su raza había luchado.

Había algo en su cabeza que le incitaba a saciar sus pensamientos más sangrientos, algo que le susurraba cada noche lo bien que se sentirían esos corazones bombeando frenéticos, abrazando la muerte.

No era insensible.

Era un castigo divino.