Lance presionó sobre la herida sangrante de Yvette y sintió un gran furor. —¿Por qué no lo dijiste!
Yvette estaba callada y su rostro no mostraba signos de dolor. Le sonrió dulcemente. —Comparado con estar contigo, esto no es nada.
La mano de Lance temblaba mientras seguía presionando la herida. Su rostro se había vuelto completamente pálido, como si él mismo hubiera sido apuñalado y perdido demasiada sangre.
Él no esperaba que Yvette se lastimara tanto solo para forzarlo a divorciarse.
—Yvette, ¿me estás forzando? —preguntó él, mirándola a los ojos.
—Tú lo hiciste primero. —Yvette se burló.
De repente, la puerta fue empujada.
En un instante, la habitación se llenó de luz.
Los doctores y enfermeras entraron y todos se apresuraron a tratar la herida de Yvette.
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