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12: NUEVA CASA

Después de unos minutos, el grupo rodeaba una fogata. Comiendo algunas sopas instantáneas y verduras salteadas bajo la sombra de una construcción abandonada cercana a un acantilado de la isla, bajo el ocaso del pacifico. La mujer comía con barbaridad, poco le importaba ser vista por los tres jóvenes que aún se sentían con la obligación de mantener las reglas en la mesa.

— Entonces, lo que hice fue mandar la electricidad de un carro a este. Aunque no me gusta del todo, era el único que podía abrir — explicó Nicolas. Muy orgulloso de su hazaña al describir — Bueno. Supongo que tuvimos suerte hasta ahora — siguió el castaño. Viendo con alegría.

Él intentaba amabilidad, demostrando una suave sonrisa mientras de vez en cuando revisaba el auto. 

— Oye — dijo Kaia hacia la joven y se detuvo con sorpresa — ah … ¿Cómo te llamas?

— Linda — respondió ella. Aún cargando al bebe, a quien debes de cuando daba de comer. Y él es … ah, jeje. La verdad es que no me acuerdo. me lo dieron para pedir limosna en el tráfico, pero supongo que su madre ya es un monstruo. Ustedes ¿que hacen aqui? ¿quieren escapar como los demás?

— ¿Viste a otros irse? — preguntó Daniel.

Linda asintió, pero luego negó con la cabeza, sembrando la duda entre los tres.

— Sí, lo hicieron, pero la mayoría terminó en el mar. Como si algo quisiera matarnos a todos. ¿Oíste al científico? Yo sí creo que es magia — comentó mientras seguía alimentando al bebé.

Daniel decidió no insistir, mientras Kaia mantenía su atención en la nueva persona y Nathaniel vigilaba los alrededores, ya sea como figura mayor o simplemente como autoproclamado protector.

— ¿Sabían ustedes — comenzó Linda, visiblemente nerviosa— que hace años decían que los nacidos aquí tenían un destino miserable?

La pregunta sorprendió a los chicos, dejándolos algo perplejos mientras Linda buscaba las palabras adecuadas para explicarse.

— ¿Quién decía eso? — preguntó Daniel.

— Todos, en un tiempo — respondió enseguida y luego volteo a los dos adolescentes. Aunque de ropas sucias, bien vestidos — ustedes dos, ¿son del internado?

Nathaniel y Kaia intercambiaron miradas antes de asentir.

— Que envidia, ¿fuiste a la escuela? ¿Te divertiste? — pregunto emocionada hacia Kaia.

Kaia no sabía cómo responder. Era como si una extraña estuviera haciendo preguntas como las que solía hacer su abuela, pero con una intención diferente, sintió que podía responder como siempre había querido.

— No — susurró sonriente — no lo hice. Todos, fueron muy malos conmigo.

Su respuesta sorprendió a todos excepto a Nathaniel, quien tomó un sorbo de agua en silencio, dejando que el almuerzo se convirtiera en un momento de quietud.

Después de unos minutos, los chicos guardaron sus cosas en el auto. Daniel parecía un poco triste hasta que encontró una pistola escondida.

— Oye, Nath — llamó el menor sorprendido, mientras estiraba su mano al arma. Aunque, fue detenido por el chico — ¿eso era de Andres?

— Si, una de tantas que tenía — respondió. Un poco incómodo, mientras la guardaba en el interior de su gran casaca y mostraba una segunda entre sábanas — Esta la usaremos si lo necesitamos. 

— Eres un ladrón

— A estas alturas, ¿quién no?

— Eso no haría Sherlock Holmes — se quejó. Con cierta burla — aunque … si usaba cualquier forma para lograr su objetivo.

— No sabía que eras fan — resopló Nathaniel, antes de dirigirse a Kaia — ¿Qué pasa con ella?

— Fue muy grosera — respondió Daniel de inmediato, cruzándose de brazos con molestia — Y creo que... también le preguntará si quiere venir con nosotros.

— Espero que no — dijo Nathaniel, sin ver la sorpresa en el rostro de Daniel.

Mientras Daniel se mantenía en su posición, Viendo a su tía acercarse a Linda. Con un poco de culpa se sentía en la necesidad de hacer las paces con Linda, quien contemplaba el abismo frente a ellos.

— Linda — susurró Kaia, con la voz temblorosa de emoción y remordimiento — perdón por lo que dije antes.

— Entiendo — interrumpió Linda, su tono de voz cambiando repentinamente — Toda mi vida la pasé en las calles, deseando poder ir a la escuela. Pero... ¿Por qué importa hablar de un pasado tan miserable? — Se preguntó, su voz cargada de frustración — Este lugar pronto será un montón de basura y muerte.

Kaia frunció el ceño, incrédula por lo que escuchaba.

— ¿Tú no crees que esto debería acabar? Las demás generaciones no merecen ser castigadas por estúpidas razones que seguro ni tú ni yo entendemos — dijo Linda, con voz ronca y desesperada.

Kaia se sintió confundida por un segundo, mientras sin darse cuenta Linda caminaba. Inclinó su cabeza, procesando las palabras. Hasta que Linda acerco al bebe al abismo.

— No — siseo Kaia.

A punto de correr hacia Linda, un siseo ensordecedor inundó sus oídos, haciendo que se doblara de dolor y se tapara los oídos con desesperación.

" ¡Sssssss! " 

Sacudió su cabeza, embriagada por aquel dolor punzante parecido a miles de zancudos en el interior de su cabeza, causado por su hiperacusia. Deseaba lanzarse sobre ella y detenerla, pero de pronto, se encontró impotente en el suelo, temblando de dolor y frustración.

«Que se detenga» pensó sin detener esos quejidos y caer poco a poco al suelo.

«Mamá, yo la detendré» 

Fue una extraña voz, como la de ese infante que una vez la detuvo en el supermercado. Pero a diferencia de la voz de katu, no la asustaba. Por un instante, el dolor se desvaneció y Kaia levantó la cabeza, observando con horror cómo la arena se movía ante ella.

Sin comprender del todo lo que estaba sucediendo, solo pudo pensar en una cosa: "Serpiente".

Y entonces apareció, una serpiente emergió de la arena y se enroscó alrededor del tobillo de Linda, arrojándola hacia atrás junto con el bebé que empezó a llorar en sus brazos.

— ¡KAIA! — gritó Daniel, mientras corría a lado de Nathaniel en dirección a la escena.

Enseguida, Kaia reaccionó. Dejando el llamado y arrastrándose hacia la chica, quien intentaba levantarse, hasta que Kaia tomó sus hombros.

— ¡ESCÚCHAME BIEN! — grito Kaia — ¡No te rindas! Por más que lo que otros te digan … tú. A ti no te debe importar un carajo lo que otros piensen de ti. Aún podemos ir a la capital.

— ¿Y cómo sabes que nos dejaran entrar?

Solo necesito una pregunta para que Kaia se detenga. La vio con tanta intensidad que no pudo evitar frotar sus ojos, alejándose y dejando pasar de largo una bala que pasó tan cerca a ella. Estallando sus tímpanos. 

Sin poder moverse y consternados por el sonido del disparo, los cuatro chicos, voltearon lentamente de donde venía el sonido. Mientras Kaia se desmayaba a lado de Linda.

Se trataba de un cura, un hombre acompañado de cuatro personas. Todos con armas. Posando como salvadores a la vista de los menores de edad.

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Después de unos minutos, los cuatro se encontraban en la parte posterior de una minivan. Un poco apretados, Daniel, a lado de Nathaniel quien abrazaba a Kaia, veía por la ventana. Mientras que Linda, desconfiada el paisaje desde la otra ventana.

— Descuiden, no pensamos matarlos — dijo el hombre que conduce — son niños, tienen una larga vida.

— Así es — agregó otro de los hombres — Dios no quisiera ver morir a niños.

Era una conversación unilateral, algo entre amigos y desconocidos que en cada segundo, asustaba más a los tres conscientes. Por lo menos fue así hasta que Nathaniel vio unos ladrillos sucios, lo suficiente para parecer negros, detras de un jardin y poco a poco rejas negras. 

Una escena familiar que veía cada inicio de semana, cuando su padre lo llevaba de vuelta a la escuela.

Esa vista, el paisaje y la entrada clásica educativa, había hecho emocionar a Linda. Con una sonrisa brillante, mientras Daniel ocultaba sus nervios al voltear a Nathaniel.

— ¿Nath? — susurro Daniel. 

Él negó en un corto suspiro. Sin saber que hacer, y que debían hacer ahora. Viendo al niño y volteando a Kaia, quien revolvía su cabeza en su pecho.

— Bienvenidos a su nueva casa — dijo el cura, mientras se estacionaba — Yo soy el Padre Matias Chavez. Y esta es la gran familia, antes el internado más popular del país. Pero bueno, hasta los profesores estuvieron de acuerdo.

— ¿Es enserio? — preguntó Nathaniel, un poco emocionado y sin darse de cuenta cuando empujo a la joven. Kaia se despertó junto a un quejido de dolor — despertaste, ¿Cómo te sientes?

— Bien, pero ¿que hacemos en 

Ni siquiera pudo terminar, pues Nathaniel había decidido interrumpir la sujetando su mano sobre su boca y atrayéndola a él. En un corto gimoteo y lucha que ganó él en segundos.

— ¿pasa algo? — preguntó el padre Matias.

— Nada, nada — respondió al ejercer fuerza sobre la muchacha — mi novia tuvo una pesadilla. 

Ocultaba sus nervios, manteniendo a la joven en sus brazos hasta que recibió un golpe en su costilla.

— si, es obvio que fue una pesadilla, cuñado — contestó Daniel, ocultando el quejido de Nathaniel, ante la posibilidad de que esos cuatro hombres se dieran cuenta de su mentira.

— ¿Hay algo que me esté perdiendo? — susurro Linda a un lado del menor.

— Como sea — soltó Matias— Desde ahora, son parte de la familia.

Solo eso fue necesario para sobresaltar al grupo de tres y que Linda soltara un chillido emocionado.

— ¡AL FIN! podré conocer un colegio.