—Debes comer antes de que se enfríe. En este lugar no hay nada y sé que estás hambriento.
—Gracias.
—Esto hacen los amigos, ¿no? Por cierto, ¿dónde están tus muletas? — las vio a lo lejos y entró a recogerlas—. Debes caminar con ellas, puedes lastimarte o incluso caerte si no lo haces.
—No me acostumbro a usar eso.
—Tendrás que hacerlo, aunque no te guste — me las trae para acomodarlas en su sitio y ayudarme a caminar hacia el cuarto.
—Todo está hecho un desastre.
—Nada que no se pueda reparar. ¿Sabes quién pudo haberlo hecho? Tal vez, ese tal César.
—Es el único que se me cruza en la cabeza.
—No volverás a eso, ¿verdad?
—¿Y puedo hacer algo estando de esta forma?
—Y aunque estuvieras bien, no quiero que vuelvas a esa vida. Te voy a ayudar a salir adelante en un trabajo decente. Oye, ¿no te molesta si me convierto en tu compañera de cuarto?
—¿Qué? Pero solo tengo un cuarto.
—Lo sé, pero no creo que haya problema, ya que no es la primera vez que dormiremos en la misma cama.
—Supongo que tienes razón. Pero, ¿y tú mamá?
—Estaré asistiendo a la universidad, ya que tengo que realizar unos exámenes, los cuales entre los maestros y el director hicieron una excepción por la situación. Además, me queda más cerca que desde mi casa. Mi madre no sabe que es contigo, pero es un secreto que podemos guardar.
—Entiendo. Y si, supongo que no hay problema.
—Bien. Entonces regresaré luego con mis cosas.
—¿Mi motora está en el garaje? Es el único lugar seguro aquí.
—Yo iré. Pero, ¿para qué la necesitas? Ahora no puedes manejarla.
—Lo sé, pero puedes usarla tú.
—No gracias. Le pagaré a un taxi.
—Olvidé que le tienes miedo.
—Respeto. Además de que mi primera experiencia fue fatal, manejas como un loco.
—Algún día me tocará enseñarte. Si quieres quedarte aquí, ese es el único método de transporte que tengo. Gastar en un taxi todos los días no es una gran idea que digamos.
—Si conseguimos un mejor trabajo todo es posible. Ahora concéntrate en mejorar y comer. Regreso luego — sonríe, antes de salir.
No me acostumbro a hablar con ella de esa manera tan tranquila, se siente extraño porque siempre habíamos estado peleando.
Regresa horas después con varias bolsas y dos maletas, tal parece que se trajo toda la casa para acá. Saca en medio de la habitación varios productos de limpieza y la sigo con la mirada.
—Quiero ayudarte.
—No te preocupes, puedo hacerlo sola. Solo quédate acostado descansando.
—No estoy manco.
—Pero si cojo.
—Retiro lo que había pensado de ti.
—¿Y qué pensaste de mí?
—Nada— guardo silencio y ruedo los ojos.
—¿Estás en tus días, Fabián?
—No me acuerdes eso.
—Espero me tengas consideración cuando esté en esos días, ya que has experimentado en carne propia lo que se siente — me hace un guiño y sale de la habitación.
Me sentía inútil solo escuchando la aspiradora y sus pasos de un lado para el otro. Ella está haciendo ese trabajo sola y no puedo ayudarla en nada. Si no tuviera esta pierna jodida, no estaría tan limitado. La casa quedó reluciente, totalmente distinta a como siempre ha sido. Es increíble la diferencia con solo limpiarla y mover ciertas cosas del sitio.
—Es de noche y no has tomado ni un descanso. Tú también debes comer algo, necia.
—¿Y quién te dijo que no he comido? ¿Quieres? — muestra un envase con arroz y fricasé.
—¿De dónde has sacado eso?
—Mi madre lo preparó.
—No te preocupes, no tengo hambre. Necesitas comer.
—¿Vas a bañarte?
—Eso pienso hacer ahora.
—¿Necesitas ayuda?
—Por supuesto que no. No necesito la pierna para nada, solo las manos.
—Bueno, solo quería ofrecerme. De igual manera, si necesitas ayuda puedes decirme.
—No tienes sentido común, ¿verdad?
—¿No me digas que estás avergonzado de que te vea desnudo? Creo que te he visto lo suficiente y he tenido que lidiar en muchas ocasiones con tu… — la interrumpo.
—Suficiente. No necesito tu ayuda — regreso a mi cuarto tropezando hasta con las paredes. Esa mujer no tiene vergüenza alguna.
Entro a bañarme, procurando que el yeso no se mojara. Pasé bastante trabajo, pero no iba a pedirle ayuda para esto. Tuve suficiente con ni siquiera haberla podido ayudar a limpiar. Me acuesto en la cama, mientras ella se baña y trato de mantenerme tranquilo. Mi pierna está doliendo y es insoportable el dolor. Escucho sus pasos en la habitación y fijo mi mirada en ella, cuando la veo toda despreocupada cubriendo su cuerpo con una simple toalla. ¿Qué demonios está haciendo? ¿Es que acaso no le preocupa que esté aquí? Antes se avergonzaba en que viera o tocara su cuerpo, pero por ahí anda mostrando sus piernas y parte de ella. ¿En qué está pensando? Desvío la mirada hacia la ventana para darle el espacio de manifestarse, pero es incómodo lo que está sucediendo. Siento el movimiento en la cama cuando se acuesta, razón por la cual vuelvo a mirar y me da la espalda.
—Buenas noches.
—Igual— respondo automáticamente.
¿Se habrá puesto ropa? Espero que esté cubierta debajo. Tras la curiosidad, levanto un poco la sábana y viendo su ropa interior, la reparación se me acorta. ¿Esta mujer ha enloquecido más de la cuenta? Ahora que lo pienso, así no se veía cuando era yo quien me vestía o me observaba en el espejo. ¿Por qué estoy sintiendo taquicardia? Claro, es la misma reacción a cuando nos bañábamos juntos. Pero, ¿por qué a pesar de cambiar de cuerpo estoy sintiendo esto? La piel se me ha erizado de repente y mi cuerpo se siente caliente. ¿Qué estoy haciendo con mi vida? ¿Qué me está pasando? Es su culpa. Es ella quien se ha acostado así, a pesar de saber que soy un hombre. Aunque, posiblemente no me ve como uno. Su piel se ve muy fresca y hay un aroma extremadamente increíble en la habitación. Es como si hubiera olvidado su textura y mi mano por alguna razón se ha movido sola. Cuando se encuentra a centímetros de su piel, ella se mueve y, del susto trato de voltearme ligeramente, olvidando que estaba en el borde y que el peso del yeso de mi pierna me llevó directamente al suelo.
—¿Estás bien? — pregunta asustada, levantándose de la cama y parándose delante de mí en ropa interior.
—No iba a tocarte, lo juro — sin querer hablo más de la cuenta.
—¿Qué? — se queda en silencio unos instantes y luego sonríe—. ¿Es por eso que te caíste? ¿Acaso has echado de menos estar "dentro de mí"? — enfatiza, recordando ese incomodo momento del hospital?