Nueva vida

Había sido una persona bastante común toda mi vida, o lo que es lo mismo, no había destacado en nada particularmente interesante.

Había vivido como cualquier chico de 16 años viviría. Por lo menos así fue hasta el día de mi muerte.

Una inesperada pero gracias a dios rápida muerte.

Es difícil creer que ocurren tantos accidentes de tráfico hasta que tu mismo vives uno, o en mi caso, hasta que mueres en uno.

Durante los últimos segundos de mi vida, había llegado a un aplastante entendimiento de lo poco especial que era.

Había vivido la vida que mis padres querían que viviese. Una vida sin propósito propio.

Quizás era aquel el motivo por el que no me costó demasiado aceptar mi muerte.

Quiero decir, sí, echaría de menos jugar o ver películas con mis amigos. Pero del lado positivo, ya no tendría que estudiar durante años algo que no me gustaba, para finalmente acabar viviendo de algo que, una vez más, no me gustaba.

¿Podría haber formado una familia y quizás recuperar algo de las ganas por la vida?

Quien sabe, probablemente no.

Finalmente, con todo dicho y hecho, espere en el mar vacío y oscuro a que el tiempo pasase.

Creía que en algún momento desaparecería.

Realmente lo creía.

Para mi mala fortuna, después de esperar durante dios sabe cuanto tiempo, no había ocurrido nada, seguía en el mismo vacío e infinito mar oscuro.

Dicen que con el tiempo los recuerdos se pierden.

Quizás si hubiese sido de esa forma habría sido todo más fácil, a fin de cuentas, si no sabes lo que has perdido o lo que te estás perdiendo, no puedes desearlo.

Así que después de un largo y profundo pensamiento silencioso, aquello que una vez llegue a conocer como 'vida'.

Aquello a lo que tanto llegue a despreciar. Fue lo que acabe anhelando.

No sé si fue simplemente mera coincidencia, pero poco de después de llegar a aquella simple y tonta conclusión, llegó un extraño, pero reconfortante brillo blanco, obligándome lentamente a cerrar los ojos.

La próxima vez que los abrí ya no me encontraba en el infinito y exasperante mar oscuro.

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Habían pasado ocho años desde aquello.

Ahora estaba viviendo una vida nueva, en un mundo nuevo.

Por lo poco que había aprendido, la región en el que me encontraba se llamaba Crownlands.

Vivía en una pequeña granja, ubicada al noroeste de Duskendale, una gran ciudad portuaria.

(Imagen en los comentarios)

A pesar de las dificultades que habían acompañado mi renacimiento, estaba decidido a no desperdiciar esta vida.

Mi madre en este mundo murió debido a las dificultades que habían acompañado el parto. Y es que en un mundo donde la ciencia y tecnología no habían avanzado más allá de la edad media, todo lo que habían sido 'cuestiones mundanas' en vida anterior se habían convertido en potenciales riesgos.

Un mundo donde la medicina está más ligada a los dioses y a las oraciones que a la ciencia. Claro, mi 'nuevo' padre me había contado que en los grandes pueblos y ciudades había los llamados maestres. Una orden de eruditos, curanderos y científicos que se guiaban por las experiencias y no por las oraciones.

Pero en el pequeño y remoto lugar en el que me encontraba era imposible conocer a uno de ellos.

Pensaba que conforme más creciera, el hombre al que tendría que llamar padre en esta vida más me culparía por lo ocurrido con su esposa.

No fue pequeña la sorpresa al darme cuenta de que conforme más tiempo pasaba, más cariño parecía tener mi nuevo padre por mí, causando que a pesar de que aún podía recordar vagamente mis padres de mi vida anterior, aún surgiese cierto aprecio en mi corazón por este nuevo padre.

Durante estos ocho largos años me había estado dedicando a aprender por mi propia cuenta, y es que al ser nada más que un plebeyo, cuestiones mundanas como el aprendizaje estaban fuera de cuestión.

Mi padre solo podía leer unas pocas palabras, las suficientes para poder realizar comercios con los animales de la granja.

Así que pedirle a mi padre que me enseñara a leer había quedado completamente descartado. Por suerte para mí, la lengua hablada en este mundo y la escritura eran las mismas que en mi mundo anterior, si no estará oficialmente jodido del todo.

Otro de los problemas era mi pequeño cuerpo.

Sí, tenía ocho años, así que un cuerpo pequeño era lo previsto, pero es que mi cuerpo era incluso más débil y pequeño que el de los niños de mi edad. Según el anciano que me había ayudado a nacer, mi frágil cuerpo muy probablemente estaba relacionado con el difícil parto de mi madre.

Era bastante sorprendente que alguien sin ningún estudio pudiera llegar a esta concusión. La gran mayoría de personas decían que los Siete me habían maldecido.

Sí, los Siete. En este mundo, los llamados Siete venían a ser Dios de mi vida pasada.

A pesar de todos lo que se decía sobre mí, mi padre se había dedicado a cuidarme e incluso a alimentarme con comida extra para ver si de alguna manera mi cuerpo enfermizo se curaba por si solo.

No lo culpo, por el contrario, le estoy muy agradecido, por lo que sé, si hubiese sido cualquier otro padre de este mundo, lo más probable es que se hubieran deshecho de mí, o se habrían buscado otra esposa y habrían tenido otros hijos dejándome al margen, lo que acabaría de igual manera en mi muy probable muerte.

De todas formas, ya sea como pago por toda la bondad que el hombre me había mostrado, o simplemente porque no quería volver a desperdiciar mi vida, había decidido esforzarme, demostrando mi 'inteligencia' superior a la de los otros niños de mi edad, e intentando ayudar a mi padre en lo que pudiera.