webnovel

Herencia del Dragón

En un giro inesperado del destino, Rhaena Targaryen descubre que está embarazada después de huir de la corte real de Desembarco del Rey. Descargo de responsabilidad: Este fanfic es una obra de ficción, basada en el universo de "Canción de Hielo y Fuego" creado por George R.R. Martin. Aunque se ha hecho un esfuerzo por mantener la coherencia con el canon establecido en los libros originales, esta historia es una interpretación personal y no pretende ser una continuación oficial o autorizada de la serie. Todos los personajes, lugares y eventos utilizados en esta historia son propiedad de George R.R. Martin y sus respectivos titulares de derechos. Este fanfic se compone de elementos originales añadidos por el autor/a y no está asociado de ninguna manera con el autor original, la editorial o la adaptación televisiva de la serie

UzuShiro · Book&Literature
Not enough ratings
8 Chs

Jaehaerys I

Sobre las amplias alas de mi dragón, contemplaba el amanecer que bañaba las tierras bajo nosotros. A mi alrededor, el ejército Targaryen avanzaba hacia Desembarco del Rey. Aún no coronado, llevaba en mi corazón la esperanza de un nuevo comienzo para el reino, un peso casi tan palpable como la corona que pronto podría descansar sobre mi cabeza.

Mientras volaba, mis pensamientos se entrelazaban con la majestuosidad del paisaje y la grave tarea que tenía por delante. Consciente de que la confrontación con Maegor y Balerion, el Terror Negro, era inminente, sentía una mezcla de ansiedad y anticipación. Las decisiones que tomaría en los próximos días no solo definirían mi reinado sino también el futuro de los Siete Reinos. En ese instante de serena contemplación, mi mente oscilaba entre el poder y la resistencia necesarios para enfrentar a mi temible adversario y las transformaciones esenciales que debería liderar para curar un reino fracturado por años de tiranía.

Al aproximarnos a las murallas de Desembarco del Rey, la expectativa de una batalla feroz dio paso a una calma inquietante. En lugar de flechas y fuego, encontramos las puertas abiertas y un silencio que resonaba más alto que cualquier estruendo de guerra. Escudriñaba el cielo y las murallas, buscando alguna señal de Maegor y Balerion, preparado para cualquier movimiento que indicara su presencia. Sin embargo, no había ni rastro del rey tirano ni de su dragón oscuro. Esta ausencia sólo intensificaba el misterio y la tensión mientras aterrizábamos.

Al aterrizar en los campos fuera de la ciudad, un grupo de guardias de la ciudad, con sus rostros marcados por la tensión y la incertidumbre, se acercó rápidamente.

"Mi príncipe," comenzó el capitán de la guardia, su voz temblando ligeramente, "Maegor... Maegor ha caído. Lo encontramos muerto en el Trono de Hierro."

Las palabras del capitán me golpearon con una mezcla de alivio y preocupación. En ese momento crítico, supe que el futuro del reino estaba, irrevocablemente, en mis manos.

Mientras avanzábamos hacia la Fortaleza Roja, el silencio que nos rodeaba parecía casi tangible. Las calles de Desembarco del Rey, normalmente bulliciosas y llenas de vida, yacían desiertas, como si la ciudad entera contuviera la respiración. Lord Rogar Baratheon y una escolta de guardias de confianza me acompañaban con paso firme pero cauteloso.

"Es extraño, este silencio," murmuró Rogar, mirando a su alrededor con una mezcla de suspicacia y asombro. "Como si todo el mundo supiera lo que ha sucedido, excepto nosotros hasta hace un momento."

Asentí, mi expresión sombría. "El silencio antes de la tempestad, quizás. Debemos estar preparados para cualquier eventualidad."

Cruzamos el puente levadizo que llevaba a la fortaleza, el sonido de nuestros pasos resonando sobre las piedras. Al entrar, los pasillos de la fortaleza nos recibieron con más silencio y una atmósfera opresiva. Las antorchas a lo largo de los muros proyectaban sombras danzantes, como si incluso ellas temieran lo desconocido.

A medida que nos acercábamos a la sala del trono, el peso de la corona futura parecía incrementar sobre mis hombros. Rogar mantenía un semblante de determinación, aunque la preocupación era evidente en sus ojos.

Al llegar a las grandes puertas de la sala del trono, un joven guardia nos esperaba, su mano temblorosa sobre el pomo de la puerta.

Tomé una profunda respiración y empujé las puertas, que se abrieron con un largo chirrido. El interior de la sala del trono se reveló ante nosotros, imponente y sombrío bajo la luz tenue. Las grandes ventanas permitían que el primer sol del día se filtrara a través de ellas, iluminando el Trono de Hierro en el centro de la sala.

Allí, en el trono que había causado tanto temor y reverencia a lo largo de los años, yacía Maegor el Cruel, su figura inmóvil un testimonio mudo del final abrupto de su reinado. La vista de su cuerpo, con la cabeza inclinada hacia adelante y las manos aún sobre los brazos del trono, era tan impactante como la noticia de su muerte.

Un abanderado de Lord Rogar, que había seguido de cerca a la comitiva, fue el primero en romper el silencio, su voz baja pero clara en el aire tenso: "El Trono de Hierro reclama a todos aquellos que no son dignos."

Tras un momento de contemplación, Lord Rogar, repentinamente lleno de una energía renovada, se volvió hacia sus hombres y gritó con una voz que resonó en toda la sala: "¡El usurpador está muerto, larga vida al rey Jaehaerys!" Luego, señalando a los presentes, ordenó: "Aseguren la sala y arresten a todos los leales a Maegor."

Tras la proclamación de Lord Rogar, la Fortaleza Roja se convirtió rápidamente en un hervidero de actividad. Los soldados de Rogar, con eficiencia y determinación, se movieron por los pasillos y habitaciones, arrestando a aquellos cuya lealtad a Maegor era conocida o sospechosa. No hubo resistencia significativa; muchos, al ver la caída de Maegor tan definitiva y abrupta, abandonaron cualquier pensamiento de lucha, esperando quizás ganarse el favor del nuevo rey.

Fuera de la fortaleza, la situación no era menos intensa. Desembarco del Rey se había convertido en un hervidero de actividad. Bajo mi dirección y la de Rogar, la ciudad fue rápidamente asegurada. Los principales puntos de entrada y salida fueron bloqueados y se establecieron controles estrictos. Mensajes rápidos y precisos se enviaron a las casas leales a los Targaryen en la ciudad, pidiéndoles apoyo y asegurando su lealtad en este cambio de poder.

Mientras avanzábamos hacia las cámaras del consejo, Alysanne se acercó a mi lado, su rostro reflejando tanto la preocupación como el orgullo por su hermano. "Jaehaerys, ¿qué pasará ahora?" preguntó en voz baja, asegurándose de que sólo yo pudiera oír.

Miré hacia el frente con determinación, aunque mi voz llevaba un tono de calma reconfortante. "Seremos rey y reina, Alysanne. Eso es lo que pasará."

Alysanne frunció el ceño ligeramente, la inquietud evidente en su expresión. "Rhaena es la reina, o lo será su hija Aerea, si seguimos las leyes de herencia," dijo, marcando la importancia de la continuidad legal en la sucesión.

Continué caminando, mi paso firme. "Lo resolveremos en el consejo," respondí con firmeza. "Hay mucho que considerar y decidir, necesitamos unir el reino, no fragmentarlo aún más."

Alysanne asintió, pareciendo reflexionar sobre la respuesta mientras seguíamos caminando hacia las puertas de las cámaras del consejo. Le ofrecí a mi hermana una sonrisa tranquilizadora antes de abrir las puertas y liderar el camino hacia la mesa de deliberaciones.

Las puertas de las cámaras del consejo se cerraron tras nosotros, y tomé asiento al frente de la gran mesa de roble. A mi alrededor estaban Lord Rogar Baratheon, Alyssa Velaryon, Alysanne, Rhaena y varios señores importantes, cada uno listo para debatir el futuro de los Siete Reinos.

Inicié la discusión con claridad y propósito, consciente de las delicadas tareas que nos aguardaban. "Nos encontramos en una encrucijada crucial," comencé, mirando a cada uno de los asistentes para enfatizar la seriedad del momento. "Ante nosotros yacen decisiones que definirán el tejido de nuestro reino: la sucesión al trono, el destino de los leales a Maegor y nuestra relación con la Fe. Es imperativo abordar estos asuntos con sabiduría y visión, pues de ello depende la armonía y el futuro de nuestro reino"

Lord Rogar fue el primero en hablar, su voz resonando con autoridad. "La legitimidad de Jaehaerys como rey es incuestionable, él es el único hijo vivo del rey Aenys. Fue Maegor quien usurpó y mató a su hermano, el Príncipe Aegon, su muerte cierra ese oscuro capítulo. Es esencial que todos reconozcan a Jaehaerys como su legítimo rey."

En ese momento, un señor de aspecto grave tomó la palabra. "Si bien la ascensión de Jaehaerys es bienvenida, no debemos ignorar las leyes de herencia. Aerea Targaryen, hija de Rhaena y Aegon el sin corona, asesinado por Maegor y Balerion, posee un reclamo legítimo. Como descendiente directa del hermano mayor de Jaehaerys, su derecho al trono podría ser defendido bajo las leyes de sucesión tradicionales."

Este comentario atrajo miradas y murmullos entre los presentes, y sentí la tensión aumentar. Alysanne intervino, su voz calmada pero firme. "Debemos considerar cada aspecto con cuidado. La unidad del reino y la aceptación de nuestro pueblo son cruciales. Una transición pacífica y legítima asegurará la estabilidad."

Antes de que otro pudiera hablar, Lord Rogar se inclinó hacia adelante, sus ojos fijos en el señor que había hablado de Aerea. "Esto no es Dorne, y Rhaena no es Nymeria," dijo con una voz que resonó con firmeza en la sala. "No podemos simplemente ignorar las tradiciones de los Siete Reinos. Aunque el derecho de Aerea podría ser discutido, debemos considerar el bienestar del reino por encima de los derechos individuales."

La declaración de Rogar subrayó una visión más tradicionalista de la sucesión, una que me favorecía no solo por mi género, sino también por el contexto de mi ascenso al poder en un tiempo de necesidad y cambio.

Rhaena, aunque claramente afectada por las palabras, mantuvo su compostura. "Es vital que discutamos estas cuestiones abiertamente," agregó, buscando asegurarse de que las voces de todos, incluyendo la de su hija, fueran consideradas en la formación de un gobierno estable.

Entonces madre habló, su voz firme y meticulosamente medida. "Comprendo y respeto la posición de Rhaena y la joven Aerea," comenzó, abordando el asunto con la seriedad que requería. "Pero debemos considerar la practicidad de nuestra situación actual. Aerea es apenas una niña de seis años, y su sexo podría complicar aún más nuestra situación política en estos tiempos difíciles. Por el bien de la estabilidad y la continuidad del reino, sugiero que Jaehaerys, quien ya ha demostrado ser un líder capaz y maduro, sea reconocido sin disputa como nuestro rey."

La mayoría de los presentes asintieron o murmuraron en acuerdo, mostrando una clara inclinación a mi favor. Rhaena, viendo la tendencia de la sala, no presentó resistencia notable. Noté esto y comprendí que sería necesario asegurarme de que todos los miembros de mi familia sintieran que sus voces habían sido escuchadas y consideradas.

Con la cuestión de la sucesión resuelta, la reunión procedió a definir los roles clave en el nuevo gobierno. Fue acordado que Alyssa Velaryon actuaría como regente durante un año y medio, hasta que alcanzara la mayoría de edad. Lord Rogar Baratheon sería la Mano del Rey y Protector del Reino. Sin embargo, insistí en participar en todas las decisiones importantes, enfatizando mi deseo de estar activamente involucrado en el gobierno desde el principio.

"Es esencial que esté al tanto y participe en todas nuestras decisiones," afirmé, mi voz reflejando una mezcla de juventud y determinación. "No seré un rey en nombre solo."

Una vez establecidas las estructuras de poder, Lord Rogar procedió a discutir el tema de los señores leales a Maegor. Se puso de pie, desenrollando un pergamino. "Señores y señoras, tenemos información sobre varios leales a Maegor. Lord Rosby, al enterarse de la muerte de Maegor, eligió terminar su vida con cicuta. Los lores Buckwell y Rollingford han zarpado hacia Pentos, mientras que otros, incluyendo a los lores Stokeworth, Massey, Harte, Bywater, Mallery, Bar Emmon, y Byrch, han huido para refugiarse en sus castillos. Solo los lores Darklyn, Staunton y Towers han permanecido para rendir la fortaleza."

La sala se llenó de murmullos mientras algunos abogaban por ejecutar en el acto a los lores que se habían quedado. Sin embargo, Jaehaerys intervino con calma pero con autoridad. "Los enviaremos a las celdas negras"' anunció, su voz firme mientras miraba a cada uno de los presentes para medir su reacción. "Junto al lord confesor, al carcelero jefe, al comandante de la guardia de la ciudad, y a los cuatro caballeros de la Guardia Real, además de todos aquellos que fueron leales a Maegor. Será una medida justa pero necesaria para afirmar la seriedad de nuestra ley."

En ese momento, Alyssa Velaryon intervino con firmeza, su voz resuelta y cargada de un dolor antiguo. "Cuando torturaron y asesinaron a mi hijo Viserys, estos hombres guardaron silencio y no emitieron palabra en protesta. ¿Por qué deberíamos escucharlos ahora?" Su pregunta retumbó en la sala, subrayando la gravedad de sus palabras y la profundidad de su resentimiento.

 Lord Rogar, conocido por su enfoque más moderado, se enfrentó a la vehemencia de Alyssa. "Es esencial que seamos justos" argumentó. "Debemos ejecutar solo a aquellos que se encuentran culpables de los peores crímenes. Una purga sin distinción podría desestabilizar aún más el reino y sembrar futuros conflictos.

Los señores y consejeros presentes murmuraron su acuerdo, algunos con reservas, pero reconocieron la prudencia de la medida.

Con los asuntos internos temporalmente resueltos, guié la conversación hacia un tema igualmente urgente pero considerablemente más complejo: la relación de la corona con la Fe. El reinado de Maegor había estado marcado por conflictos sangrientos con la Fe, que veía a los Targaryen y sus prácticas, especialmente la poligamia y el incesto, como aberraciones.

"El desafío que enfrentamos con la Fe no es menor," comencé, mirando a cada uno de los presentes para asegurarme de que entendieran la gravedad del asunto. "Tenemos múltiples focos de conflicto en el reino. Silas el Harapiento y Dennis el Cojo comandan bandas de Clérigos Humildes que se mueven con la astucia de espectros, atacando cuando menos lo esperamos."

Mi madre intervino entonces, la preocupación claramente marcada en su voz. "Y al norte del Colmillo Dorado, ser Joffrey Doggett, el Perro Rojo, comanda a los Hijos del Guerrero," explicó. "Este caballero se desplaza con libertad entre las Tierras del Oeste y los Ríos, siendo un enemigo formidable y carismático"

Lord Rogar tomó la palabra para señalar una amenaza aún más grave: "La amenaza más grande, sin embargo, está al sur. El Septon Luna y sus seguidores han acampado junto a las murallas de Antigua, y son defendidos por Lord Oakheart, Lord Rowan y sus caballeros. Su influencia crece cada día que pasa sin oposición."

Tras una pausa, concluí, "Debemos priorizar la eliminación de esta amenaza. El Septon Luna representa el desafío más directo y potencialmente desestabilizador para la paz del reino. Nuestra estrategia debe comenzar por asegurar Antigua y disolver ese campamento."

Lord Rogar, que había estado escuchando atentamente, finalmente habló: "Con vuestro permiso, Majestad, comenzaré a coordinar con nuestros leales en el sur para formular un plan de acción. La disolución de este grupo no solo es una necesidad militar sino también una declaración de nuestra intención de reinar en paz, sin la sombra constante de la guerra religiosa."

Tras escuchar la propuesta de Lord Rogar, asentí con aprobación. "Lord Rogar, tienes mi total confianza para llevar a cabo esta tarea. Coordina con nuestros leales y asegura que cada acción refleje la justicia y la misericordia que nuestro reinado se propone exaltar. Estamos en un momento crítico, y cómo manejemos esta situación definirá la percepción de nuestro gobierno."

Con un gesto decisivo hacia Rogar y los otros consejeros, continué, "Es imperativo que actuemos no solo con fuerza, sino con un profundo sentido de justicia. La paz que buscamos no será sostenible si se construye sobre el temor o la venganza."

Lord Rogar, reconociendo la gravedad y la confianza depositada en sus capacidades, se puso de pie. "Con vuestro permiso, Majestad, y con el apoyo de este consejo, me dedicaré inmediatamente a esta tarea."

Con un gesto firme, Lord Rogar se levantó y declaró el fin de la reunión. "Que todos seamos testigos de la justicia y la fortaleza de nuestro nuevo rey. Esta sesión está cerrada." Uno tras otro, los consejeros y señores comenzaron a salir de la sala, el murmullo de sus conversaciones llenando el aire mientras se dispersaban.

A medida que la reunión concluía y los señores y consejeros comenzaban a abandonar la sala, me puse de pie. Mi presencia imponía silencio, captando la atención de todos los presentes mientras los murmullos cesaban.

"Hermana, Madre, Alysanne, por favor, quédense un momento más," dije, extendiendo mi mano en un gesto tranquilo pero firme para captar su atención. "Hay asuntos adicionales que necesitamos discutir en privado."

 Rhaena, Alyssa y Alysanne asintieron, sus expresiones reflejando la seriedad del momento, mientras retomaban sus asientos. Los demás consejeros se dispersaron, dejando la sala sumida en una calma expectante. Noté que Lord Rogar, que había comenzado a dirigirse hacia la salida, se detuvo y decidió quedarse cerca de la puerta. Aunque no había pedido su presencia, él asumió su rol de protector sin una invitación explícita. Sentí una punzada de molestia por su decisión unilateral de quedarse; algo que tendría que abordar más adelante."