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Cazador de tormentas. 

La tarde antes de partir, Yalep se negó a aceptar su destino. Juntó su valor y sus agallas y buscó la cima del monte Destierro para probarse a sí mismo. Lu se dio cuenta demasiado tarde. Lo buscaba para despedirse cuando Weledyn se lo dijo entre sollozos.

Maldra no lo pensó mucho. De inmediato partió con Bli y Hedall a la sima. Weledyn y Lu los acompañaron. Entre más terreno cubrieran mejor.  El hombre de las cadenas sugirió dividirse. Los padres de Yalep acompañaron a Lenet. Así lo pidió el hijo de Sahi. Él sabía que los otros dos bandidos de la calle debían tener una plática. 

Incómoda, Lu sugirió olvidar el tema de la noche anterior. 

—Si te soy honesto, me sorprendiste. 

—No me digas, te recordé a esa tal Sahi.

—No, —él se echó una risa y le sacudió el cabello blanco de la niña— me sorprendiste porque ahora veo cuánto has cambiado de la niña tímida que encontré debajo del suelo. Y aunque has crecido un montón, no estás lista para lo que pasa por tu loca cabecita.

—¿Por qué no?

—El amor es como esas peleas épicas de las cuales hay leyendas. Siempre se dan cuando los adversarios son igual de fuertes. Buscar una pelea desigual te traerá dolor y miseria y eso solo es aceptable cuando proteges a alguien que amas.

Al lado del barranco rocoso Yalep intentó subir el monte Destierro. Lenet y sus padres lo encontraron. Maldra escuchó los gritos y de inmediato junto a la niña fue a ayudar. Él niño pelirrojo no se resignaba. El viento batía su cabello. Los rayos lo estremecieron. No podía fallar, menos frente a ella.

Maldra intentó lanzar su cadena. Hedall se lo impidió. «Si él se puso a juicio de la montaña, él solo debe desistir. Así es la tradición». Después de renegar por la absurda costumbre intentó persuadir a Yalep:

—Niño ingrato, —gritó Maldra— si no es que te caes y mueres, matarás a tus padres del susto —. La madre de Yalep codeó al hombre de las cadenas por sugerir la posibilidad de que su hijo muriera. 

—De seguro tú lo alentaste —. Reclamó Weledyn a Lenet. 

—Ni siquiera sé cómo llegó ahí —. Respondió estresado el niño de ojos grises. 

Lo intentaron convencer de que llegar hasta ahí era toda una hazaña. No fue suficiente. Quería continuar. Al moverse resbaló y quedó suspendido de una mano. Mientras los adultos y Bli pensaban en un plan para sacarlo de ahí, Lu le rogó desistir. 

—Necesito tener esta pelea épica con el cielo para que me ames como a Maldra. 

—Es que no lo entiendes —. Dijo Lu cuando usó sus manos para proyectar su voz—. Una pelea épica es si los rivales son igual de fuertes y lo que tú estás haciendo es buscar dolor y miseria. La única forma aceptable de buscar esas dos cosas es para proteger a alguien que amas. 

Yalep lo pensó mejor. Se abalanzó al vacío y Maldra al extender su cadena lo atrapó antes de él también resbalar por el precipicio.

Hedall lo regañó al llegar a su casa por exponerse de forma tan peligrosa. De ninguna forma le permitieron ir con los tres bandidos. Maldra con todo su pesar le explicó las consecuencias «Cualquiera de nosotros podría morir». Esa fue la gota que derramó el vaso. Encontró la excusa perfecta para escapar en el carruaje de Maldra. Él quería proteger a Lu.