—¿Es tu asiento? —Yin Fu soltó una risita mientras miraba alrededor e incluso agachó la cabeza antes de mirar dentro del espacio que estaba debajo de la mesa. Después de mirar, levantó la cabeza y miró a Yin Rentian antes de decir:
— ¿Dónde? No veo tu nombre escrito en él. ¿Dónde lo escribieron las autoridades? ¿Puedes decírmelo? Y si no te importa, ¿puedes mostrarme también mi asiento? Puede que me haya quedado ciego porque no puedo ver ni tu nombre ni el mío.
Yin Fu provocaba a Yin Rentian, no solo porque quería, sino porque le gustaba. Siempre era tan fácil tratar con Yin Rentian ya que era el único humano entre el conjunto de monstruos en su casa, sus acciones eran humanas y también sus reacciones y a Yin Fu le gustaban.
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