Hace varios años, en algún lugar en las montañas, al sur del continente, lejos de cualquier asentamiento humano o no humano. Donde el frío era tan inclemente, que el propio aire dolía contra la piel. Un lugar con solo rocas y hielo, sin plantas y apenas algunas especies de bestias salvajes que rondaban los alrededores, esperando cazar alguna otra más pequeña.
En aquel lugar, dos figuras se encontraban dentro de una cueva en un acantilado. Una cueva esteril y sin vida, solo llena de formaciones rocosas y otras hechas de hielo. Iluminado por extrañas luces que flotaban en el aire.
Una de las figuras, un niño, de no más de doce años, de pelo plateado, casi blanco y tan largo que ocultaba los rasgos en sus ojos por encima de su nariz. Con una figura extrañamente en forma para alguien de su edad. jadeaba pesadamente mientras sostenía una espada en su mano derecha, a pesar de que apenas podía mantenerse en pie frente a la otra figura más grande.
Un anciano, vestido con ropas negras que se esperarían de alguien de la alta sociedad y guantes blancos, con el pelo completamente canoso, su rostro arrugado, pero con una expresión tranquila, divertida incluso. Sus extraños ojos rojos brillantes veían al niño frente a él mientras una pequeña sonrisa permanecía en sus labios. Portaba un bastón negro, con una gema en la parte superior.
— Maestro... Por favor... Ya estoy listo, pasemos al siguiente entrenamiento —. Dijo el chico entre jadeos.
— No, aún no lo estás —. Contestó la figura mayor, sin cambiar su postura o expresión.
— ¡¿Entonces cuando estaré listo?! —. Gritó el chico exasperado.
— Quien sabe... —. Respondió el anciano mientras caminaba lentamente alrededor del chico. — Te lo he dicho, ¿No?. Ya es increíble que puedas usar la magia que usas a este nivel, pero si lo fuerzas, solo provocaras un daño en tu alma —.
El chico respiró mientras se calmaba. Miró la espada en su mano. Soltó un suspiro, y con un pensamiento ésta se desmaterializó en motas luminosas. — ¿Entonces cómo hago para volverme más fuerte? —.
— No tengo idea... —. Respondió casualmente el anciano. El chico no dijo nada, simplemente esperó a que el anciano siguiera hablando. — ... Aunque... Podríamos usar algo —.
— ¿Qué cosa? —.
— ¿Recuerdas lo que dije sobre tu disparador mental?... —. Preguntó el anciano.
El chico asintió, por lo que el anciano continuó. — Usaremos algo similar, podríamos decir qué es un proceso de autohipnosis, que te ayudará a facilitar el uso de la energía mágica dentro de tí, sin embargo hay un problema... —.
— ¿Cual es? —.
— No se si funcionará. Sorpresivamente, puedes usar las mismas palabras que el anterior dueño de esa magia como disparador mental para usar la energía mágica, pero ésto va más allá. Esto no es simplemente algo que puedas copiar, esto está profundamente vinculado con el quien eres, es un cántico con el cuál evocas tu propio ser. Un mantra —.
El chico observó al anciano por unos segundos mientras asimilaba las palabras dichas por este. — ¿Cuál era el mantra de la persona que era dueña de este poder? —.
— ¿No me escuchaste?, Te estoy diciendo que no funciona así, no puedes simplemente copiar el mantra de otra persona, por muy similar que seas a esa persona —. Reprendió en anciano.
— Aún así... Quiero saber, ¿Cual era? —.
El anciano lo miró unos segundos, luego sonrió. — Muy bien, pero primero responde ésto. ¿Qué eres? —.
— ¿Qué?... —. El chico inclinó ligeramente la cabeza confundido. — Soy un niño... ¿Humano? —.
— ¿Lo eres?, ¿Realmente eres solo un chico humano?... —. Preguntó el anciano. — Cuando respondas a esta pregunta, entonces tendrás tu respuesta —.
.
.
.
La vista imponente de aquel ser gigantesco provocó que todos se tensaran, preocupados sobre cómo lidiarian en aquella situación. Ninguno de ellos esperaba que un ogro, de todas las cosas, apareciera en una guarida habitada por goblins.
Todos en el grupo comenzaron a prepararse para lo que parecía inevitable. La elfa colocó un par de flechas en su arco. El sacerdote lagarto sostuvo su espada conjurada, preparado para atacar, el chamán enano se preparó para conjurar algún hechizo. La joven sacerdotisa sostuvo su báculo, esperando para utilizar alguno de los milagros que le quedaban. La artista marcial ajustó sus guanteletes con púas, mientras también sostenía una de las espadas que había tomado de los goblins muertos.
Por su parte, el ogro miraba con furia el grupo de aventureros que irrumpieron en su guarida, mientras sostenía su gran maza metálica.
Mientras que Goblin Slayer inclinó ligeramente la cabeza observando el enorme ser frente a él. — ¿... No eres un goblin? —.
Todo su grupo se detuvo, incrédulos por las palabras del Slayer. — ¡¡¿No sabes lo que es un ogro?!! —. Preguntó con un grito la elfa, incrédula.
— No —. Respondió casualmente el Slayer. — Aunque conozco algunos tipos de goblins grandes —.
La expresión del ogro se torció en una mueca de furia sin intención de ser contenida. Las venas en su frente palpitaban mientras veía al aventurero en armadura frente a él. — Tú... Contemplas ésta vasija, concedida por los mismos generales del lord demonio... —. El grupo de aventureros saltó, evitando un rápido ataque del ogro. — ¡¡¡¿Y te atreves a compararlo con simples goblins?!!! —. Gritó de rabia el ogro. Su golpe provocó un fuerte estruendo en todo el lugar, mientras levantaba polvo y escombros solos con la fuerza de este.
— No te conozco, ni a ninguno de tus generales del lord demonio —. Respondió Goblin Slayer aterrizando unos metros del lugar de donde estaba.
El ogro se paró derecho mientras veía al hombre, su expresión no había cambiado de aquella expresión de rabia. — Ya veo... Entonces, deja que me presente —. El ogro alzó su mano. — Carbunculus... —. Una esfera brillante se formó en su mano. — Crescunt... —. Alzó todo su brazo por encima de su cabeza, cuando aquella esfera brillante se transformó en una gran bola de fuego que iluminó todo el lugar.
Todos en el grupo de aventureros retrocedieron cuando vieron la ya enorme bola de fuego crecer aun mas, siendo incluso más grande que el ogro que la conjuró. — ¡¡Dispérsense!! —. Gritó la elfa arquera.
— ¡Es demasiado grande, no podemos evitarla! —. Gritó el enano.
La sacerdotisa, a pesar del miedo que sentía en ese momento, se lleno de resolución. — ¡¡Todos...!! —. Les gritó a sus compañeros. — ¡Pónganse detrás de mí! —. Colocó su bastón ornamental frente a ella.
Sin más opciones, el grupo hizo exactamente eso, mientras la joven sacerdotisa comenzaba a rezar. — Oh, madre tierra que rebosas de piedad... —. La joven rubia cerró sus ojos mientras se concentraba como nunca antes en su oración, poniendo toda su fe en aquel rezo. — ¡Por el poder de la tierra, otorga seguridad a nosotros los débiles…! —.
— ¡... Iacta! —. El ogro gritó mientras lanzaba la gigantesca bola de fuego hacia el grupo.
— ¡[Protección]! —. La jóven sacerdotisa gritó, mientras sostenía su bastón ornamentado frente a ella, cuando una barrera translúcida se formó frente a ella, frenando el avance del ataque del ogro.
Aunque no por mucho, el grupo miró con terror como la barrera comenzaba a agrietarse lentamente ante el poder del ataque del ogro.
— ¿Creés que detendrás mi magia con tu débil milagro?, humana —. Se jactó el ogro.
Ante la situación tan desesperada, la joven sacerdotisa no pudo evitar que el miedo la llenara. Miro hacía atrás, a sus compañeros, los cuáles también estaban tan aterrados como ella. A excepción de uno, Goblin Slayer la miraba fijamente sin decir nada, para luego asentir.
No sabía por qué, pero verlo, tan calmado, incluso en aquella situación, la llenó de determinación. Él confiaba en ella, incluso ahora, incluso en ésta situación tan precaria. Cerró sus ojos mientras se volvía frente a ella, si su milagro no era suficiente, entonces solo debía rezar con aún más fe, más convicción, más determinación…
— Oh, Madre Tierra, que rebosas de piedad... —. Mientras rezaba nuevamente, una luz blanca comenzó a emanar de ella, brillando incluso más que la gran bola llameante frente a ella. — Por el poder de la tierra, otorga seguridad a nosotros los débiles... —. Su cabello se elevó, mientras el poder santo irradiaba de ella, dándole la apariencia de una verdadera santa devota. — ¡¡[Protección]!! —.
Una segunda barrera se formó, mucho más fuerte que la anterior. Apareciendo justo cuando la primera se había roto, frenando en seco el ataque del ogro. El cual explotó, provocando un estruendo aún más grande en el lugar, haciendo que los cuerpos de los goblins salieran volando mientras eran calcinados por el calor. Tras la explosión, una nube de humo se formó, impidiendo ver nada.
Pasaron unos momentos hasta que el humo al fin se dispersó, y para gran consternación del ogro, el grupo permanecía en el mismo lugar, completamente ilesos.
Por su parte, la joven sacerdotisa jadeaba fuertemente mientras apenas se mantenía en pie, su cuerpo temblaba y sus visión era nublada. Sin poder soportarlo más, ella cedió y cayó. Hasta que alguien detuvo su caída. Goblin Slayer la sostuvo en sus brazos con cuidado mientras la miraba fijamente.
— Sabía que podías hacerlo —. Dijo Goblin Slayer, su tono, era ligeramente más suave de lo normal. La sacerdotisa no pudo evitar sonreír ante éso, una sensación de orgullo la llenó y satisfecha, cerró los ojos cediendo al cansancio.
Goblin Slayer cargo a la joven sacerdotisa hasta la artista marcial detrás de él. — Cuídala —.
A pesar de querer protestar, la artista marcial no dijo nada, decidiendo que era mejor asegurarse de mantener a su compañera a salvo luego de que ella se hubiera esforzado tanto para protegerlos.
Con esa preocupación fuera, Goblin Slayer caminó calmadamente frente al ogro mientras un par de espadas aparecían en sus manos. Una negra como la noche con patrones hexagonales en rojo, otra, tan blanca y pulcra como la nieve misma.
— No creo que seamos suficientes, Milord Goblin Slayer —. Comentó el sacerdote lagarto.
— Crea un guerrero dientes de dragón —. Ordenó el Slayer simplemente.
El hombre lagarto cerró sus ojos con un suspiro, para luego, con determinación en su voz decir. — ¡Por supuesto!... —. Tomó los últimos catalizadores que le quedaban y comenzó a recitar. — Oh, dientes y garras de nuestro ancestro iguanodon, que tus cuatro extremidades sean piernas para caminar sobre la tierra —. Terminó este, invocando al guerrero dientes de dragón.
Sin embargo el sacerdote lagarto no se detuvo ahí, comenzando otro conjunro. — Oh, segadoras alas de velociraptor, desgarren y corten, vuelen y cacen —. Un par de espadas se formaron luego de su cantó, entregando una al guerrero esquelético convocado.
El arco de la elfa se tensó en su agarre mientras colocaba un par de flechas. El enano tomaba algunas pequeñas rocas, preparado para conjurar sus hechizos en cuanto sea necesario.
Así todos se prepararon para la pelea, solo esperando la orden. — Hagámoslo —. No tuvieron que esperar mucho para ellos.
Sin perder tiempo, el chamán enano comenzó un cántico. — ¡Salgan gnomos, es hora de trabajar-! —. El enano detuvo su conjuro cuando él y el grupo se dispersaron, evitando otro ataque del enorme garrote del ogro.
— ¿Pensaste que simplemente te dejaría- ...!! —. El discurso del ogro se detuvo cuando un dolor invadió su ojo derecho, cortesía de la elfa, la cual le había disparado con una de sus flechas.
— ¡¡Deja de ser tan lento, enano!! —. Gritó, mientras corría por los alrededores, manteniendo la distancia del ogro.
— ¡Ahora no se atrevan a evadir su deber! —. Continúo el enano con su conjuro mientras hacía gestos con sus manos, las pequeñas rocas a su alrededor crecieron y se volvieron puntiagudas. — ¡¡Estallido de rocas!! —.
Las rocas impactaron de lleno en el cuerpo del ogro, haciendo que este suelte un quejido de dolor y rabia. — ¿Crees que este pequeño truco servirá de algo? —.
El guerrero dientes de dragón atacó al ogro desde un lado, pero su ataque fue bloqueado fácilmente por el garrote del ogro. Al verlo ocupado con su invocación, el sacerdote lagarto atacó por otro flanco, sin embargo el ogro logró verlo moverse, por lo que rápidamente intentó atacar.
Sin ver qué Goblin Slayer se acercaba por otro lado. Corriendo rápidamente mientras se mantenía lo más agachado posible, el Slayer atacó al ogro en los tendones de su pierna, cortando limpiamente hasta el hueso, haciendo que el ogro suelte un grito de dolor.
El Slayer estaba a punto de reposicionarse, pero apenas pudo reaccionar cuando el garrote del ogro golpeó de llenó en su costado, mandándolo a volar hasta chocar de una columna, agrietandose por la fuerza del golpe.
Goblin Slayer cayó al suelo bruscamente con un ruido sordo, ante la mirada atónita y horrorizada del resto de su grupo. Y la mirada complacida del ogro, el cuál esbozó una sonrisa cuando vió al aventurero caer.
— G-goblin Slayer... —. Apenas pudo murmurar la sacerdotisa, aún sin creer lo que veía, la artista marcial a su lado no era muy diferente, la cuál no podía siquiera decir nada. — ¡¡¡Goblin Slayer!!! —.
El grito de la sacerdotisa hizo que los demás en el grupo vuelvan a entrar en razón, justo para ver al ogro sacar la flecha aún incrustada en su ojo. Ojo el cual comenzó a regenerarse rápidamente, para más horror de los aventureros.
— Sepan, yo no soy un mero goblin, sirvo a los mismísimos generales del lord demonio... Y voy a exigir un precio por esta humillación... —. Hablaba el ogro mientras se acercaba al grupo, levantando su gigantesco garrote para acabar con el hombre caído. — ¡Destruyendo todas sus extremidades, una por una! —.
Su golpe impactó, y hubiera destrozado al Goblin Slayer, de no ser por el guerrero dientes de dragón, el cual cargó al Slayer, sacándolo del peligro inmediato.
— ¡¡Atiendanlo!! —. Gritó el sacerdote lagarto, mientras volvía su visión al ogro, tomando ambas garraespadas en sus manos. La arquera elfa y el chamán enano lo siguieron, mientras distraen al ogro para que el hombre lagarto pudiera atacar.
Mientras tanto el Slayer seguía sin mostrar signos de nada, aún inmóvil en el suelo, mientras la sacerdotisa y la artista marcial intentaban ayudarlo. Sin ser conscientes de lo que ocurría dentro de él.
De su alma.
.
.
.
— ¿Qué hago aquí? —. Preguntó Goblin Slayer a nadie en específico. La vista ante él no era desconocida, aunque sí algo extraña en estos momentos, no solo porque recordaba estar en otro lugar, si no también porque el lugar era algo diferente de lo que recordaba.
Estaba en lo que su maestro llamó alguna vez, su paisaje mental, era una pequeña llanura desértica, cubierta alrededor de niebla, la cual impedía ver mas allá de está. Lo único que había, eran las decenas de espadas las cuales ya conocía, espadas que estaban antes, cuando entró por primera vez, y aquellas que se agregaron con los años, de las diferentes armas que había visto a lo largo de su vida.
Sin embargo, ahora era algo diferente, la niebla estaba más dispersa, permitiéndole ver mucho más allá que antes, ante él, diferentes armas estaban clavadas en aquel suelo desértico. Armas que le eran completamente desconocidas, pero lo más extraño de todo, era el hombre parado frente a él.
Era alto, con el pelo blanco y la piel bronceada. Sus ojos eran de un color plateado apagado. Vestía con un extraño peto ajustado en color negro, pantalones con correas en los muslos, y botas con puntas metálicas. Ademas de una harapienta capa sobre el.
Aquel hombre simplemente lo miraba con una expresión que no pudo descifrar si era aburrimiento o algo más. Ninguno habló por unos segundos hasta que el hombre bronceado dijo. — Te tomaste tu tiempo —.
Goblin Slayer lo miro y pregunto. — ¿Sabes quién soy? —.
— ¿Cómo no lo sabría?, He estado dentro de tu alma durante los últimos nueve años —.
— Ya veo... —. Respondió el Slayer tras contemplarlo un momento. — Tu eres de quién habló el maestro, el dueño original de la magia que me dió —.
— No realmente... —. Respondió el extraño hombre. — Podrias decir que no soy mas que una copia de él... Lo cual es bastante irónico, considerando quién era él —. Dijo éste, de forma críptica.
— No puedo decir que lo entienda —.
— Realmente no importa... Lo que importa, es que estás aquí, lo que solo quiere decir una cosa, estás muy cerca de morir —.
— ¿Cerca? —.
— Ese golpe te dejó muy mal herido, tienes cuatro costillas rotas, tu pulmón izquierdo casi está perforado y sufriste una fuerte contusión craneal. Estoy tratando de acelerar la curación de tu cuerpo, pero realmente no puedo hacer demasiado —.
— Si aún estoy vivo, entonces nesecito regresar —. Dijo el Slayer.
— Ciertamente, no creo que tus amigos puedan con aquel ogro solos, no sí vuelve a lanzar otra de esas bolas de fuego —. Dijo el extraño hombre, mientras miraba a su alrededor. — Por lo tanto... Necesitas un arma para acabar con él —.
Goblin Slayer lo vió tomar una lanza carmesí no muy lejos de dónde estaban. La lanza desprendía una inquietante sensación que no podía identificar, aunque tampoco le interesaba.
— ¿Por qué me ayudas? —. Preguntó el Slayer.
— ¿Acaso necesito una razón para ayudarte? —. Pregunto el hombre. Goblin Slayer inclinó ligeramente la cabeza. — Si mueres, significa el final para mi también —.
— Ya veo —. Dijo, empuñando la lanza carmesí. Era mas pesada de lo que parecía, pero rápidamente se acostumbro a esta. — ¿Como salgo de aquí? —. Pregunto.
— Igual que siempre. Estás en tu alma, solo tienes que visualizarte volviendo y listo... —. Respondió el hombre de pelo blanco.
Goblin Slayer asintió, haciendo exactamente éso, tardo unos segundos, pero pronto vio como su cuerpo comenzaba a desvanecerse lentamente.
— La próxima vez que nos veamos, trata de que no estés al borde de la muerte, aún tenemos mucho que hablar —.
— ¿Quien eres realmente?, Mi maestro nunca lo dijo —.
El hombre lo pensó por unos segundos, luego contestó. — Realmente no tengo un nombre, como dije, no soy más que una mera copia del original, técnicamente soy más tú de lo que soy él... Pero, puedes llamarme, Archer —.
Goblin Slayer realmente no entendía a que se refería con éso, pero no importaba por el momento, tenía que volver y acabar con aquella cosa enorme. Ya hablarían luego, si sobrevivía.
— Antes de que te vayas... —. Llamó Archer, haciendo que el Slayer voltease a verlo. — ¿Que eres? —.
Goblin Slayer no entiendo la pregunta, hasta que recordó que su maestro le había hecho la misma pregunta hace años, cuando le hablo sobre su mantra.
— Aun no lo sé —.
— Entonces tendrás que buscar la respuesta pronto, el simple hecho de que esté aquí, ya es motivo de preocupación. A pesar de su dudosa personalidad, ése vampiro no me pondría aquí sin una razón, algo muy malo pasará, y sera mejor que estés preparado cuando ocurra —.
Goblin Slayer asintió una última vez antes de desvanecerse del lugar, dejando al hombre de pelo blanco solo en aquel páramo desértico. Poco después, éste también desapareció.
.
.
.
— Así que sobreviviste a ese golpe —. Comentó el ogro con ligera furia y algo de curiosidad cuando vió la figura frente a él.
Un Goblin Slayer tambaleante, respirando con dificultad y apenas en pie, pero vivo. El resto del grupo también estaba sorprendido. Alegres de que su compañero aún vivía, pero preocupados por el qué haría el ogro ahora que lo había visto.
Lentamente, el Goblin Slayer se enderezó y empezó a caminar hacia el ogro, su andar era lento y tambaleante al principio, pero con cada paso, su andar de volvía más seguro.
— ¡Orcbolg!, ¿Que haces?!! —.
— ¡Alejate Cortabarbas! —.
El guerrero acorazado ignoró las voces de sus compañeros y continúo avanzando hasta que solo estaba a unos pocos metros del ogro. El cuál lo veía con ira, sorpresa y curiosidad a partes iguales.
— Veo que un golpe no fué suficiente... No importa, ahora me encargaré de destruirte definitivamente —. Gruñó el gigante ante el aventurero acorazado. —
Goblin Slayer no dijo nada por unos instantes. Hasta que extendió su mano derecha hacía un lado y murmuró. — Trace... On —.
Tras estas palabras, un destello en forma de rayos se formó en la mano extendida del Slayer. Estos comenzaron a tomar forma, ante la mirada incrédula del ogro. Cuando los destellos se detuvieron, en la mano del Slayer se encontraba un arma, no una espada, cómo habrían esperado los miembros de su grupo, si no una lanza.
Una lanza carmesí, con diseños tallados similares a venas, que se extendían a lo largo del arma. Sin embargo, a pesar de lo simple que parecía en su diseño a demás del color, todos los presentes quedaron paralizados cuando aquella arma apareció.
Una indescriptible sensación se apoderó de todos, era un miedo instintivo que no podían explicar. Ninguno de los presentes sabía si estaban teniendo una alucinación o no, pero todos parecían ver cómo de la lanza emanaba un aura aterradora, casi podían escuchar el sonido de un gruñido cerca, cómo el de un lobo enorme muy peligroso.
Sin embargo, el que más afectado parecía era el ogro, el cuál no podía dar explicación a lo que veía. — T-tú... Un humano... ¿Cómo es que un humano posee un arma como ésa?... —. Goblin Slayer no respondió, en cambio su postura cambió, preparándose para atacar.
— Esa arma... No debería ser posible que un humano tenga algo similar... —. Ahora el ogro estaba temblando visiblemente, presa de la confusión y el miedo. — ¡¿Qué es esa lanza?! —.
— Gae Bolg —.
Ninguno de los presentes estaba seguro de que había pasado. Por un segundo, habían vislumbrado un destello rojo proveniente de aquella lanza, y al siguiente, el ogro tenía un agujero en el pecho, en dónde debería estar su corazón.
La sangre goteo del pecho del completamente incrédulo ogro, el cuál apenas había notado el agujero en su pecho. Ni siquiera pudo gritar por el dolor, cuando se desplomó al suelo sin vida.
— ¿M-murio? —. Preguntó la jóven artista marcial, completamente incrédula.
— ¿Qué sucedió? —. Preguntó el enano, aún mirando el arma en la mano del Slayer.
— Se acabó —. Respondió éste, haciendo desaparecer la lanza en motas de luz, para acto seguido caer desplomado al suelo.
— ¡¡Goblin Slayer!! —.
.
.
.
Fin—.