24/08/2000
-¿Escuchas el zumbido? ¿Sientes el zumbido? Sé que lo percibes, incluso cuando tú aún no puedas hablar… está dentro de ti - le dijo Sofía a la cuna que balanceaba a sus pies.
En respuesta solamente obtuvo la mirada reprochante de una pequeña bebé. Tenía el ceño fruncido y sus mejillas se estaban tiñendo de rojo. Mientras tanto sus ojos no se despegaban de los de Sofía, de hecho, los tenía clavados en ella, no fue ni por minuto que la bebé decidiera fijar su interés en algo o alguien más. Sofía sentía como si en todo ese tiempo la pequeña le estaba analizando a profundidad, como si estuviera dentro su cabeza removiendo y visitando cada memoria de su vida, y eso no le gustaba para nada, se sentía invadida.
La cuna estaba siendo iluminada por un único foco de alta potencia que se encontraba encima de este, más allá solamente había oscuridad. La bebé, quien para sus cortos meses de vida tenía el pensar y raciocinio de un infante que le doblaba en edad sabía que más allá de su cuna, por detrás el rostro de Sofía había muchas otras personas, escondidas bajo túnicas negras y sumergidas en la oscuridad. Ellos estaban asustados de lo que podría ser capaz, pero aún así se congregaban alrededor de ella para liberar los fuegos blancos y complir con su expiación.
Sofía no era la madre de la pequeña, aunque la bebé eso ya lo sabía. La madre de Ally sería ejecutada a los días de terminar su labor de lactancia, en la mitad de esa noche fue sedada por los hombres en capa y fue llevada al templo subterráneo, donde todas las ceremonias se llevaban a cabo. La desvistieron y pusieron dentro una bañera y un hombre se le acercó con un cuchillo de carnicero cuya hoja era tan fina y transparente como un diamante puro. Con la exactitud y precisión de un cirujano el hombre perforó la piel de los muslos y el vientre creando una clase de bolsillos en los que después introdujeron pedazos de frutas podridas y dientes tanto de animales como de humanos. Después de rellenarla hasta su máxima capacidad una mujer se acercó a la tina y con un pequeño artefacto que lanzaba un láser, pudo cauterizar y cerrar todos los bolsillos que el hombre anterior había creado.
El lugar, iluminado única y tenuemente por lámparas azules colgantes, ya olía a una granja consumida por el fuego, el olor era insoportable pero ninguna persona presente ante tal acto tenía permitido reaccionar de cualquier forma al ritual, en caso de que lo hagan, unos castigos inhumanos serían garantizados por la líder de la secta.
La mujer y el hombre se posicionaron a cada lado de la bañera y se inclinaron hacia la madre de Aly. Cada uno se acercó hacia uno de los senos de la mujer y empezaron a masticarlos. No tenían permitido utilizar sus manos, únicamente sus dientes. Parecían dos perros callejeros masticando un hueso con voracidad. A los pocos minutos pequeños hilos de sangre recorrían el torso de la madre de Aly. Después de unos segundos lograron arrancarle las aureolas y con sus bocas las pusieron encima los párpados de la mujer aún sedada fuertemente.
Dos personas cargando una gran cacerola se acercaron a la bañera, y vertieron en ella una cantidad de agua suficiente para sumergir a la mujer hasta el cuello. Casi inmediatamente una anciana con brazos temblorosos se acercó cargando un balde lleno de vísceras y deshechos animales. Sus huesudos brazos desecharon las vísceras en la bañera mientras que detrás de ella dos jóvenes con túnicas plateadas se acercaron por los lados y mientras la anciana vertía las entrañas ellos esparcían pétalos de rosas rojas. La tina se convirtió en una clase de guisado grotesco, el olor a mierda impregnaba todo el templo, estaban preparando una sopa que ni siquiera las criaturas más deplorables y asquerosas se animarían a probar.
La anciana y los dos jóvenes se apartaron de la bañera. Dando paso a una mujer imponente. Con dos metros de alto y una túnica negra con detalles rojos cuya capucha era una pieza por sí misma que iba desde su cabeza hasta arrastrarse por el suelo a cinco metros detrás de ella, formando una alfombra que a diferencia de otras no podía ser pisada por nadie más que la abeja reina.
Con paso lento se acercó a la tina, en el templo no se escuchaba ni el respirar de un alma. Todos tenían la cabeza baja. La mujer conocida como la Maesa de la colonia, o simplemente abeja reina para los niños del culto se detuvo frente al guisado de mujer, dejó caer su capucha al suelo y levantó los brazos. Inmediatamente cada hombre y mujer presente levantaron la mirada y miraron a su líder. Una mujer con piel blanca como el papel, una melena afro igual o más blanca que su piel, sus huesos resaltaban de entre la piel como las espinas de una rosa y sus ojos púrpuras giraban alrededor su pupila.
-¡Regocijados! Discípulos de la llama blanca… Abran sus ojos e inhalen el olor de la mujer frente a ustedes - instó la Maesa con una voz que resonaba dentro la cabeza de cada uno de los presentes - Escucho el latir del corazón de vuestra hermana, mi cría… Su naturaleza frágil y mortal, su esencia humana sigue luchando por mantener su vibrar en esta realidad.
La Maesa bajó la mirada a la bañera, el agua de esta inmediatamente comenzó a hervir. El burbujeo del agua era lo único que se podía escuchar en el templo a tinieblas, luego la mujer continuó:
-La profecía que le tiene atado a cada uno de ustedes crías mías, está por cumplirse, pronto las cadenas que nos unen se convertirán en lazos hechos por pétalos de rosa y cada uno podrá gozar sus últimos latidos al borde del precipicio de un mundo donde no existe el sonido, el agua es ácida y la tierra es de colores que sus ojos nunca vieron en su frágil planeta. Todos ustedes serán recompensados por su sacrificio y serán empujados hacia las garras del demonio que vive fuera de este mundo al que ustedes llaman suicidio, mientras que aquí los fuegos blancos desatan el apocalipsis y sus congéneres mortales se destruyen los unos a los otros. ¡Cricuta! - gritó la Maesa.
-¡Cricuta! ¡Cricuta! ¡Cricuta! - repitieron los seguidores alrededor la Maesa.
La mujer se arrodilló ante la bañera, de su túnica sacó un tubo de vidrio. Lo sostuvo frente a su rostro mientras que sus pupilas giraban a gran velocidad hasta provocar que estos expulsaran un líquido negro y denso como el petróleo que parecía estar sumamente caliente debido al humo que expulsaba con cada centímetro de piel por el que recorría. El tubo de vidrio asimismo se calentó tanto hasta tomar un tono rojizo como el vidrio derretido. La sala empezó a vibrar.
La Maesa levantó la cabeza y abrió su boca, se escuchó como sus huesos (si es que tenía alguno) de la mandíbula y cuello se fracturaban y extendían con agresividad hasta que la boca de la mujer era lo suficientemente grande como para introducir un recién nacido en ella. Levantó los brazos con el tubo y vertió el vidrio derretido dentro su boca. La Maesa gritó, pero únicamente se escuchó dentro la cabeza de cada una de sus crías. Una joven mujer llamada Marcela se desmayó ante la intensidad del sonido, sus oídos sangraban al igual que sus ojos, nadie decidió ir a socorrerla...nadie podía bajar a socorrerla. Cuando la Maesa terminó de engullir el vidrio su piel empezó a brillar con un color amarillo que iluminó todo el lugar. Las paredes de cemento pintadas con las estrellas y galaxias del universo, al igual como los pilares de estilo barroco y el suelo con baldosas de color rojo podían finalmente ser vistas. Sumado a ello, Aly también podía ver la escena, a escondidas de la Maesa, dentro las sombras de su cabeza, y Aly pudo notar encima de ella la presencia de al menos una veintena de colmenas de abejas que revoloteaban en el techo produciendo el mismo zumbido que la Maesa creó en la sala. Lo más impresionante para la pequeña bebé fue que las colmenas parecían estar flotando, muy por encima de ellas.
La túnica de la Maesa se prendió en llamas e inmediatamente se desintegró en cenizas, revelando a una criatura que no podía formar parte de este mundo. El cuerpo de la Maesa estaba lleno de estrías, como si fueran las rayas de una cebra, cada una expulsaba el mismo líquido oscuro que sus ojos, de su espalda empezaron a brotar huesos que estiraban su piel y creaban una espina dorsal irregular, similar a la de los dinosaurios. Sus uñas blancas y el afro le empezaron a crecer con rapidez mientras que unos dientes puntiagudos empujados hacia afuera empezaban a brotar dentro su boca, deformando su cavidad mucho más. La Maesa se levantó, sus rodillas eran puntiagudas y la carne de los brazos y manos estaba calcinada por el calor inducido al tubo de vidrio. Estaba encorvada, aún brillando. Su boca aún abierta mostrando todos los sets de dientes irregulares que rodeaban una lengua cilíndrica de color rojo con una punta negra que parecía ser capaz de clavarse dentro la piel y succionar la sangre de todo un ser humano en cuestión de segundos.
De su boca, sin movimiento alguno surgió un rugido que rasgó el suelo debajo la bañera e hizo que otras cuatro de sus crías cayeran al suelo desmayadas por el incesante sangrado de los orificios de su rostro. El zumbido los consumió y envolvió dentro de sí como una ameba lo hace con una pequeña bacteria.
Pasaron unos segundos de silencio, y los presentes en el templo empezaron a entonar en sincronía una "U" gruesa y larga que le dio al lugar la apariencia de que se estaba desarrollando una misa dentro una iglesia siendo armonizada por ángeles. El sonido continuó y la Maesa comunicándose telepáticamente con cada una de sus crías (incluyendo a Aly) pronunció:
~Akyofiluva, taso flumos mecarflúne diameblo, tápofuliluni glezamedores tanueglévo mundu, os hirudines, khriass ut Maesa, orbis alterum ex deer. Nubia meden gletro miu, vestibulum peo péí medos. LuvEn vuelgleve dum beatissima virgo dissereret tare mebogleza da luva flulimen gleto tua. Alba Ignis luve gleyamecu la medo des Namibia, ut suscitaret verbum, fluju taramos mede glevo méción niodemio tasui mecidio ¡Nekumosc!. cinnamomum flavor, ento tana flumos solemne, nati vt nati mori.~
La temperatura del lugar bajó drásticamente, ya que era visible el vaho que expulsaban todas las personas del lugar. En el suelo unos rayos de escarcha empezaron a formarse debajo los pies descalzos de la Maesa, era una escarcha dura y puntiaguda que perforó la planta de los pies de la mujer y su sangre oscura tiñó los cristales de negro. La sala vibraba con mucha fuerza, vibraba como nunca. El agua de la tina en contraste al resto del lugar seguía hirviendo y salpicando agua a su alrededor. De repente desde adentro la grieta, debajo la tina, una llamarada de fuego blanco emergió y envolvió completamente a la bañera.
La Maesa alargó su lengua, la acercó a la llama y empezó a absorber algunas llamas del fuego blanco, las abejas en el techo quedaron congeladas por unos cuantos minutos. Para cuando la Maesa haya retirado su lengua, las abejas en grandes y densos enjambres bajaron y rodearon la tina incendiara. El zumbido producido por ellas, similar al de la estática en una televisión sin señal alguna, produjo un eco en la sala que hizo que dos personas vomitaran vorazmente hasta desmayarse y ahogarse con su propio vómito. Las abejas tomaron un tono blanquecino y empezaron a brillar, al mismo tiempo la Maesa regurgitó el vidrio derretido sobre el enjambre y todo lo que este envolvía desapareció. La tina, la llama blanca, la mujer, incluso la grieta desaparecieron y el lugar quedó en silencio, dejó de vibrar. La Maesa paró de brillar, y lentamente volvió a su figura inicial, el sonido de la metamorfosis de los huesos modificándose y el crujido que producían fue lo único que se podía escuchar ahí dentro. La Maesa extendió los brazos, y dos de sus crías la vistieron con una túnica y le pusieron la capucha que había dejado en el suelo al momento de iniciar el ritual.
-Bendecidos aquellos que soportaron el ritual - dijo la Maesa - Les doy mi autorización para que puedan alimentarse de aquellos quienes cayeron en el proceso… excepto esos dos que vomitaron, ellos están envenenados.
Más allá de las cuatro paredes del templo, el lloriqueo de un bebé se pudo escuchar dentro la cabeza de cada uno de los presentes, incluyendo del de la Maesa. El ruido les golpeó como un fuerte rayo de estática que petrificó a varias personas. Sin embargo, la Maesa, incluso al estar agotada por el ritual no sintió más que cosquillas dentro su cabeza.
La Maesa sopló una clase de humo púrpura, y el llanto cesó dentro las cabezas de todos, prosiguió dándoles las siguientes indicaciones a sus crías:
-¡Obreras!, la profecía se está cumpliendo a su perfección, es su misión proteger y alimentar a la criatura hasta que el momento de que nuestra siguiente luna nos bendiga para continuar con el ritual. Sientan el eco recorrer cada esquina de su cerebro, la tierra vibrará mientras ustedes se bañan en miel y sangre para pasar al otro mundo. Respiren este aire…¡Cricuta!
Pero esta vez nadie respondió, todos se encontraban completamente agotados después del ritual. Muchos de ellos tuvieron dolores de cabeza que duraron por días. Algunos de los más ancianos sufrieron paros cardíacos en los días venideros, de cualquier forma, todos los que perecieron sirvieron de alimento para las crías de la Maesa. Por su parte la líder del culto se retiró del templo con paso seguro pero lento, ella igual estaba agotada...todos los años que estuvo esperando y buscando la envejecieron bastante, ya no es tan saludable como lo fue algunos milenios atrás, en otro mundo.
Apenas la Maesa se retiró a su madriguera y las puertas se cerraron tras ella, las lámparas azules se apagaron, dando final al ritual.
***
Marisabel fue la encargada de revisar cómo se encontraba la bebé. Su cabeza le dolía y los ojos le palpitaban con fuerza, como si estos fueran a salir disparados de su rostro. Lo único que quería era acostarse en su catre y pegarle un ojo a la noche. De cualquier forma, estaba muy agradecida por seguir con vida, en algún momento dudó que lograría pasar por este proceso.
Pasó por el patio hasta acercarse al ala sur del campamento. El lugar era bastante extenso, cómodo y moderno a pesar de las duras exigencias de la Maesa. Se acercó al ascensor que llevaba a los subniveles y presionó el botón para dirigirse al nivel 8J, el más profundo de todos, un búnker por definición.
Marisabel se sentía celosa por Sofía, lo único por lo que tenía que pasar ella eran pañales sucios y berrinches de su sobrina. Le parecía de alguna manera injusto, la hermana de la mártir debería también ser sacrificada según su criterio, no comprendía como la Maesa pudo haberle dado el regalo de la vida.
Bajó una gradas hasta encontrarse con una puerta cerrada con llave, Marisabel la abrió y quedó boquiabierta por la escena. Había sangre en el suelo y en las paredes. En una esquina del cuarto el cuerpo de Sofía cubierto de vómito, vísceras y sangre permanecía sin vida mientras que la niña en el medio parecía estar intacta.
Marisabel se acercó con cuidado, al acercarse un poco más a la cuna para fijarse mejor en la bebé, esta de repente abrió los ojos, cruzó los brazos y le lanzó una sonrisa pícara. Los ojos de la niña reflejaron el brillo de la luz eléctrica en el cuarto y a Marisabel se le heló la sangre. La Maesa les había asegurado que Sofía y la niña iban a estar seguras del eco producto del ritual, sin embargo, Sofía había muerto.
La niña era peligrosa y Marisabel no quería estar ni un segundo más cerca de ella. Le dio la espalda a la niña y con paso lento se dirigió a la puerta. Ella se resistió a levantar a la niña, no importa que tan cruel sea el castigo de la Maesa, estaba aterrada. Llegó a las gradas y en un movimiento en falso se tropezó. Fácilmente podría haber sido causado por la distracción o miedo de Marisabel, o también producto de la mente de una bebé encerrada en una habitación... pero para quienes encontraran a Marisabel minutos después dirían que ella simplemente se tropezó y cayó por las escaleras fracturandose el cuello y muriendo casi instantáneamente.