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Capítulo 16: Mentiras y Secretos (1)

¿Qué carajos acaba de pasar?

 Apenas y soy capaz de procesar el habernos reencontrado tan repentinamente como para agregar esa bomba que fue el último comentario de Santiago.

 ¿Qué me estaba intentando decir?

 ¿Es alguna metáfora?

 ¿Se refiere a estrés postraumático?

 ¿O es algo más literal?

 ¿Es realmente posible que… no sea el Rubén que conocía? En este mundo tan disparatado con dioses, bendiciones y… "zombis", ya no sé qué es imposible y que no. Lo único que tengo por seguro es que ambos están escondiendo algo.

 

Los minutos se sienten como horas mientras espero su regreso. Por más que le dé vueltas, irse solos fue algo muy estúpido, si son incapaces de usar la cristalización a voluntad están indefensos ante los cristalizados. No debí permitir que fueran por su cuenta…

 ¿O acaso es que planean dejarme atrás…?

 No, no, no, eso no tiene sentido, me quede con las refacciones de la camioneta y las llaves, no creo que… bueno, se llevaron sus mochilas pese a que pudieron haberlas dejado para ir más ligeros…

 El sol completa la mitad de su trayecto marcando el medio día tanto en el cielo como en mi reloj, para este punto mi paciencia se acaba y me empiezo a plantear ir a buscarlos. Podría dejar una nota en caso de que regresen… pero eso no funcionó muy bien en el pasado.

 Mi ansiedad desaparece en cuanto veo esas dos inconfundibles siluetas a lo lejos.

—¿Todo… bien? —pregunto cuando llegan hasta la puerta.

—Nos detuvimos en busca de herramientas —responde Rubén alzando una bolsa con lo que parecen ser llaves de diferentes tipos, destornilladores, etc.—, vayamos directo a la camioneta.

—Nos podríamos haber ahorrado tiempo si iba con ustedes, pero bueno —respondo tomando mis cosas que previamente había organizado intentando no señalar lo raro de que el "desvío" que mencionan les haya tomado tantas horas.

 

La atmosfera entre los tres se torna… extraña, incluso más que ayer. Santiago se mantiene en silencio mientras Rubén me interroga sin parar con respecto al control de la cristalización, la cual se empeña en seguir llamando petrificación.

Hago mi mejor esfuerzo en explicarles todo lo que en su momento me enseño el profesor Sapiens, pero no tengo ese talento y vocación a la enseñanza con la que él contaba. Explicarles en la práctica sería mejor, pero eso tendrá que esperar a cuando estemos en un lugar seguro.

—Alto —susurra Rubén deteniéndose en seco—. Hay un petrificado adelante.

Ambos se tensan en sobremanera ante solo una de esas cosas. Rubén empuña una varilla metálica que trajo consigo y que debe tener una eficiencia decente para pelear, no obstante, quien me deja perplejo es Santiago, desenfundando una pistola que parece haber llevado escondida todo este tiempo.

¿Es algo que debería preocuparme?

No me sorprende tanto que haya conseguido un arma de fuego, sino que no lo haya mencionado, asi como el hecho de que opte por usarla en una situación como esta, no son suficientemente efectivas para compensar la cantidad de cristalizados que atraerá la explosión, no obstante, la falta de firmeza en su agarre me deja en claro que no está acostumbrado a usarla, algo que contrasta con los múltiples raspones y golpes en el armazón que son muy visibles dado el color oscuro que tiene.

—Tranquilos … es solo un crista… digo, petrificado.

—¿Solo "un petrificado"? Estamos hablando de un monstruo casi imparable —dice Rubén sin bajar la guardia.

—Controlar la cristalización cambia las cosas —respondo avanzando despreocupadamente.

Una sensación de deja vu viene a mi mente.

En cuanto me acerco, esa cosa corre en mi dirección enrabiado. Petrifico mis brazos a gran velocidad sin vacilar, recibo la arremetida con un escudo de piedra pequeño pero contundente, tras ello, lo empujo ligeramente haciéndolo trastabillar, es la apertura necesaria para un disparo limpio y certero en su cráneo con mi cañón ballesta. El cristalizado cae al suelo, donde con un par de puñaladas destruyo su núcleo.

—Asombroso… —exclama Santiago quien es el primero en acercarse con la pistola ya enfundada.

—A ver… de aquí pueden aprender tres lecciones —al darme cuenta de que solo ataque sin detenerme a explicar nada intento dar algunos consejos a las prisas—, lo principal es la defensa, ya sea esquivando o petrificando la piel, en cualquier caso los patrones son importantes, me refiero a los de movimiento. Lo siguiente es inmovilizarlos, ya sea cortando extremidades o causándoles suficiente daño, como en la cabeza. Finalmente tienen que destruir el núcleo, aunque… supongo que eso ultimo ya lo sabían.

Mi improvisada y mediocre "lección" no parece ser de mucha ayuda para ellos, quizá esto no es lo mío.

—Suena fácil sabiendo usar la petrificación…

—Algo como mi cañón ballesta… es más complejo, pero cosas como escudos, mazas o lanzas, son sencillas y efectivas —le contesto a Rubén quien no quita la vista del cañón ballesta.

—¿Y podrás enseñarnos a hacer eso? —pregunta Santiago con entusiasmo.

—Lo intentare —digo no muy seguro de ser capaz de cumplir sus expectativas—, aprovecharemos la noche para ello.

—¿Por qué no ahora? El sol esta por caer, deberíamos buscar donde refugiarnos, aparte asi puedes enseñarnos de una vez a mí y a Santiago —señala con una casi desesperación por aprender.

—Supongo —respondo no muy convencido ya que falta poco para llegar a donde está la camioneta, no obstante, debo tomar en cuenta lo estresante que debe ser para ellos estar prácticamente "indefensos", quizá aprender un poco sobre la cristalización les ayude.

 

No sé si en su momento mi habilidad de mente supereminente me hizo un gran aprendiz o simplemente apesto como maestro, el punto es que no lograron hacer ningún avance en el par de horas que le dedicamos.

Les explique las habilidades que pueden desarrollar, desde el sentido sísmico hasta moldear la piedra, pero quizá me adelante demasiado y termine abrumándolos con información. Ahora entiendo un poco mejor el ritmo tan pausado y tranquilo con el que el profesor se lo tomo conmigo.

Termine recurriendo al ejercicio de hacer una pequeña cortada en la palma para sentir el flujo de sangre y que intenten asociar esa sensación con la de la energía.

 Al final, ambos se fueron a dormir bastante frustrados mientras hago la primera guardia. Mientras tanto, pese a lo infructífero que fue no puedo evitar sentirme… ¿Aliviado?

 En un sentimiento que no logro entender muy bien, quizá es porque reconozco que la cristalización puede usarse como arma no solo contra los petrificados. Quiero confiar en ellos, pero sé que probablemente esconden algo, es eso o quizá… puede que me preocupe la idea de que no necesiten de mí y…

 En cualquier caso debo poner atención a los alrededores y hacer bien de guardia, tengo la suerte de que el cielo esta despejado y la luna de hoy es muy brillante, sin duda él se pondría a hablar de su familia al verla…

 —Nicolás… —suspiro sin sentir ese dolor en el pecho al pronunciar su nombre por primera vez desde… aquel día.

 —¿Dijiste algo? —pregunta Rubén quien creí dormido.

 —No, no, nada, no es nada —niego avergonzado.

 —Fue hace poco… ¿No? —me pregunta tras unos segundos de silencio—, desde que él murió.

 —Creo… quizá una semana —respondo tras dudar de cómo responder a esa pregunta.

 —¿Y cómo te sientes? —me pregunta con un tono afable.

 —Bien —miento por instinto, casi sin pensar, haciendo que la corta conversación muera en ese punto.

 ¿Qué otra respuesta se puede dar a una pregunta asi?

 

24 de Octubre de 2021

Día 93

Después de una silenciosa caminata llegamos al lugar donde la camioneta nos esperaba. Rubén no tarda en acercarse y levantar el cofre para examinarla a fondo, pensé que ya lo habría hecho el día que la encontraron, pero parece que no quisieron dedicarle mucho tiempo para no exponerse ante algún petrificado que rondara por estos lares.

Me pongo de acuerdo con Santiago para que vaya por agua mientras yo hago la comida. En un principio no le convence la idea de ir solo, pero como realmente estamos cerca del arroyo insistí en que podía ir y venir rápido, además, los cristalizados parecen evitar acercarse a ese lugar, quizá suceda algo similar como con el fuego. Independientemente de ello, mi verdadero objetivo es poder hablar con Rubén a solas.

—Sin duda sabían bien lo que hacían, la camioneta tiene mucho más potencia sin comprometer su estabilidad e integridad a corto plazo, no es un carro que vaya a durar varios años… o siquiera meses, pero mientras sirva nos podría llevar a cualquier lado… —me habla con entusiasmo, lo que, sumado a lo de ayer en la noche, me da la esperanza de que Santiago este equivocado y Rubén siga siendo el de siempre—. Lo realmente impresionante es que hayan logrado tanto en una situación como esta, con refacciones y herramientas limitadas a lo que pudieran encontrar.

—No sabía que sabias tanto de carros —digo genuinamente asombrado.

—Siempre estuve rodeado de esto desde niño, mi familia ha estado, digo, estuvo dentro del negocio durante generaciones…

—Tampoco había escuchado sobre eso… —en realidad hay muchas cosas que desconozco de él, algo que realmente es mi culpa. Nunca me esforcé en conocerlo a fondo, ni a él ni a Santiago, pese a ello, por alguna razón Rubén siempre me considero un buen amigo.

—Me habría gustado aprender dos o tres cosas de esos profesores.

—Tengo entendido que la Profesora Cruz fue la responsable, pero parece que era conocida por ser muy dura y estricta.

—En ese caso optaría ver su trabajo… de lejitos —responde riéndose ligeramente… siendo la primera vez que lo veo sonreír desde que nos reencontramos.

—Oye… hablando de otra cosa… —intento cambiar el tema de manera natural, pero ni siquiera sé cómo empezar.

—¿Qué pasa?

—Seré directo, ¿Qué sucede contigo y Santiago? ¿Qué paso en este último par de meses? Siento como si me estuvieran ocultando algo... —voy directo al grano sin pensarlo mucho, aprovecho el buen ambiente… terrible error. Su respuesta es la de, literalmente, dar un paso atrás y desviar la mirada—, no intento acusarlos de nada pero…

—¡Todo está bien! —espeta con un tono agitado demostrando todo lo contrario—, no hay nada de qué hablar.

—Con esa reacción no puedes esperar que crea que todo está bien —intento presionar un poco más, llegados a este punto es mejor seguir adelante que retroceder… eso creo.

—Tomando en cuenta la instalación de la refacción y los ajustes necesarios, para mañana la camioneta podría…

—Sé que algo paso —le impido cambiar de tema—, lo noto en sus miradas, entiendo que pueda ser un tema delicado pero necesito…

—¡Te estoy diciendo que no hay nada de qué hablar! —me grita irritado mientras azota el cofre.

—Tranquilo, solo quiero…

—¡Ayuda! —nuestra discusión se ve interrumpida por Santiago quien corre en nuestra dirección con pánico derramando la poca agua que traiga consigo— ¡Vienen tras de mí!

Ambos dejamos de lado la discusión y corremos en su dirección, pero al alcanzarlo no hay ningún petrificado a la vista. Una vez que recobra el aliento nos jura ver que venían tras él, probablemente imaginaciones suyas debido a los nervios, los mismos que parecieran hacerlo incapaz de leer el ambiente entre Rubén y yo.

Me doy por vencido, Rubén ni siquiera me dirige la mirada, por ello me resigno a ir por agua en lugar de Santiago.

 

La tensión perdura hasta después de la cena, momento el cual aprovechamos para continuar con la práctica de la cristalización… aunque no sé si se puede llamar practica dado que no han tenido muchos avances, después de todo, no es sencillo explicar cómo emitir energía desde tu interior.

 El primero en "descifrarlo" fue Santiago, en cuanto logró crear una pequeña costra de piedra en la palma de su mano no tardo en avanzar a pasos agigantados. En cuestión de nada de tiempo logro extender la petrificación en toda su mano, con un patrón irregular y frágil, pero que no desmerita su hazaña.

 Por desgracia, su avance se ve frenado por la frustración que irradia Rubén al seguir siendo incapaz de crear el más mínimo guijarro.

—Lo más importante es la paciencia —digo en un intento de consolarlo—, después de todo, esto solo recubre tu piel como una armadura, para lograr que sea resistente se necesita tiempo y práctica.

—Tiempo es lo que no hay —gruñe reclinándose y dejando de intentarlo.

—¿Qué le paso a tu mano? —pregunta Santiago antes de que pueda intentar animarlo un poco más—, no parece ser solo un recubrimiento.

—Oh, ¿Esto? —alzo mi mano dejando a la vista la prótesis en mi mano—, como les dije, la petrificación no es invencible. Sali herido en un enfrentamiento contra un bi… un petrificado especial, una cosa llevo a la otra y… perdí tres dedos.

—¿¡Me estás diciendo que son prótesis de piedra!? —replica asombrado.

—Asi es.

—Pero los mueves con tanta naturalidad.

—No siempre fue asi —digo mientras me asombro a mí mismo ya que no había notado lo mucho que he mejorado en ello—, repito, todo es cuestión de paciencia, aunque lo de las prótesis no creo que sea algo que quieran verse en la necesidad de usar algún día, créanme.

—Ni siquiera puedo imaginarme siendo capaz de hacerlo —responde mientras ve la piedra en su mano desmoronarse.

—Puede verse complicado al principio, pero la clave está en la visualización, descubrir como procesarlo en tu mente, el cómo crear cada capa poco a poco como si fuera una…

—¿Cómo una impresora 3d? —pregunta con una expresión que pareciera reflejar una revelación divina.

—¡Exacto! Si experimentas con diferentes maneras de "moldear" la piedra encontraras una que te sea efectiva.

—Entiendo, entiendo —exclama entusiasmado mientras se pone manos a la obra recubriendo su mano… con resultados ligera pero visiblemente mejores que antes.

—¡Ahí lo tienes! —lo felicito compartiendo su emoción.

—Olvídenlo, me iré a trabajar en la camioneta —nos interrumpe Rubén irritado.

—Ya está muy oscuro, puede ser peligro salir a…

—Aún tengo esto —se pone de pie mientras alza la varilla metálica que carga consigo y sale del lugar.

—Santiago… ¿Qué paso durante estos dos meses? —pregunto una vez que él está suficientemente lejos.

—¿De qué hablas? —responde fingiendo ignorancia, "concentrado" en la petrificación.

—Sabes a lo que me refiero… dijiste que el Rubén que conocía había…

—¡Shhh! —me silencia con pánico como si pudiera oírnos.

—¿Por qué le temes tanto? El no…

—Marco… yo no puedo hablar de eso… yo… no debo… no puedo, si él se entera de que te hable sobre lo que hizo… yo… —su rostro se torna pálido en un instante mientras se tropieza con sus propias palabras—. Perdón Marco, no puedo… en serio…

—Por favor Santiago—le intento rogar para obtener algo de información.

—Iré a ver si puedo ayudarlo… se veía muy irritado al irse… —responde desviando la mirada con ansiedad mientras se dirige a la puerta.

—Es noche, no deberían estar afuera.

—Entonces intentare convencerlo de regresar... solo… intenta no molestarlo más…

 

Es una situación muy frustrante, ninguno de los dos coopera y… pareciera que todo apunta a que Rubén le hizo algo Santiago, pero es absurdo… ¿No? Él nunca haría algo asi, además, en ese caso no le permitirá cargar un…

Las mochilas de ambos están en la esquina de la habitación… Hacer algo asi sería una clara violación de privacidad, pero por otro lado… si vamos a estar juntos necesito saber si puedo confiar en ellos.

Me acero sigilosamente hacia ellas y no me toma mucho encontrar el arma. No se mucho de pistolas, pero lo suficiente como para sacar el cargador y notar que… ¿Solo tiene una bala?. Un tanto extrañado ante eso busco más munición en la mochila de Santiago… pero me llevo una sorpresa al encontrarla en la otra.

¿Por qué Rubén es quien carga las municiones?

Mas bien, ¿Por qué Santiago lleva un cargador con solo una bala si tienen más?

Podría ser casualidad, traen una tercera maleta aún más grande que sigue en la cajuela de la camioneta, quizá ahí tienen más balas, porque no creo que Rubén le da escasas balas a Santiago con malas intenciones… ¿cierto?

Todo se vuelve más extraño y confuso cada vez que intento obtener respuestas, para empezar ni siquiera se dé donde sacaron esta pistola tan golpeada y con rasguños tan… peculiares…

Escucho murmullos y pasos acercándose, con un vistazo rápido veo a ambos regresando, por lo que guardo y acomodo todo en su lugar haciendo lo mejor posible por dejarlo tal y como estaba.

Rubén entra y ni siquiera me dirige la mirada, se va directamente a una esquina donde se acomoda para dormir pese a que su respiración está claramente agitada.

—Yo hare la primera guardia si gustas… —me dice Santiago en una voz frágil.

—Está bien… —respondo pasando por alto lo extraño de la actitud de ambos, tanto porque se está volviendo el pan de cada día y como por el miedo de que noten que hurgue entre sus cosas

 

25 de Octubre de 2021

Día 94

Para media tarde la camioneta ya está parcialmente lista, aún tiene cosas que necesitan arreglo pero eso será mejor hacerlo en un pequeño taller que está en las cercanías que Rubén dice conocer, por ahora lo importante es que la nueva caja de cambios ya funciona.

 En el camino nos detenemos en un par de lugares en busca de comida, nunca es mal momento para recolectar recursos.

 —¿Refacciones Miller? —leo en voz alta el nombre escrito justo en la entrada sintiendo una extraña familiaridad.

 —Es la tienda de tu familia, ¿Cierto? —le pregunta Santiago a Rubén.

 —Si —responde con una voz apagada mientras se asoma al interior—, y… tenemos compañía adentro.

 —Yo me encargo —paso por delante y en un par de minutos me encargo del problema.

 —Pensé que era un negocio más grande.

 —Lo es, este lugar fue la primera sucursal, por eso es tan pequeño —responde mientras no despega la mirada del petrificado que deje haciéndose polvo dejando tras de sí un… uniforme, el cual claramente es de la tienda. ¿Sera que lo conoce?

 —Acaso tus padres… —Santiago se atreve a tocar un tema que yo pensaba no comentar.

 —No, ellos apenas y visitaban otra tiendas que no fueran la matriz… y de cualquier forma, será un alivio poder darles descanso como a esta persona —dice con una voz un tanto melancólica.

 Rubén nos guía a la parte de atrás donde hay un pequeño taller en el que solo cabe un automóvil, abre el portón y procede a meter la camioneta justo arriba de un foso que solo puedo suponer es donde los mecánicos se meten para trabajar desde abajo.

 

Tras un breve descanso nos disponemos a planificar los dias que tenemos por delante. Rubén se encargara de arreglar la camioneta mientras Santiago y yo exploraremos los alrededores en busca de comida, medicina, combustible y cualquier cosa que nos sirva, para al final del día, centrarnos en que ambos dominen la cristalización.

Si todo va bien, en dos o tres días partiremos rumbo al taller que despejamos Nicolás y yo. Una vez con recursos, transporte y un refugio seguro podremos centrar nuestros esfuerzos en planear como cruzaremos la zona helada.

 

Santiago lleva la "delantera" en lo que al control de la cristalización se refiere, aunque… no es por desmeritar sus logros, pero ciertamente superar a Rubén no es algo tan difícil dados sus nulos resultados.

 Realmente puedo ver que da todo de sí, pero sus esfuerzos simplemente parecieran no dar frutos, además, su inestable temperamento tampoco le ayuda, en cuanto la frustración le empieza a ganar termina tirando la toalla y yendo a trabajar en la camioneta, que es exactamente la situación actual.

 Con la sesión de hoy finalizada le encargo la cena a Santiago con la excusa de que daré una vuelta para despejar los alrededores de cualquier amenaza, pero en cambio, me dirijo discretamente al taller.

 Esperaba ver a Rubén inmerso en la camioneta o dormido, no obstante, lo encuentro ensimismado en otra cosa, no necesito más que acercarme un poco para ver que está practicando la cristalización… por desgracia, aun sin lograr algo.

—Creo que no he sido el mejor maestro… —digo haciendo que se sobresalte por mi presencia, aunque retoma la compostura al instante—, aun asi creo que podría darte un consejo.

—Solo necesito intentarlo más fuerte.

—No es cuestión de fuerza… pero quizá tampoco de visualización como les he estado intentando enseñar, digo, es la manera que le sirvió a Nicolás, a mi e incluso parece que a Santiago tambien, pero si algo aprendí del profesor fue que cada uno tiene su ritmo y su forma de aprender.

—¿Cuál es tu punto? —me pregunta con desinterés.

—Solo… relájate, no intentes "ver" algo, solo busca percibir esa energía, no importa cómo, cualquier mínima sensación es un avance.

—Puedo sentirla, eso es sencillo, con tanta claridad como la temperatura del agua, pero es frustrante… cada vez que intento controlarla se escapa entre mis dedos, entre más lucho por tomarla más se aleja —contesta irritado mientras frunce el sueño para luego suavizar su expresión y su voz, transmitiendo tristeza—, solo… quisiera poder tener un poco de control… al menos en esto…

—Sabes, en mis primeros intentos la petrificación me empezó a consumir, sin la ayuda de Nicolás no sé cómo eso hubiera terminado, para cuando menos me di cuenta mis brazos estaban cubiertos piedra casi por completo —me siento a su lado, saco un cristal de mi bolsillo y se lo ofrezco—. Volvamos al primer paso, enfócate en solo percibir la energía, no la intentes agarrar o controlar… solo percíbela, entiéndela.

Rubén acepta de mala gana y empieza a meditar. El cristal no tarda en reaccionar emitiendo un característico brillo azul.

—Ya lo tienes… pero continua asi, no lo fuerces.

—Si… —responde casi en trance.

Pasan un par de minutos en los cuales el brillo aumenta progresivamente… hasta que la tonalidad cambia de golpe a un siniestro color morado, algo que reconozco al instante como una mala señal.

—Ya puedes parar, llegaste al límite —le digo sin obtener respuesta—, ¿Rubén? ¿Rubén?

Al darme cuenta que no me escucha y que su palma empieza a petrificarse se lo arrebato a la fuerza.

—¿Qué…?

—Es hipnótico, lo sé, pero sigue siendo una energía peligrosa —le explico mientras bajo mi mirada a las costras de piedra que aparecieron.

Revierto la cristalización de su piel mientras él se mantiene con una expresión de confusión, o más bien, sin poder procesar del todo lo que sucedió… entiendo eso.

—¿Fue diferente?

—Si… es difícil describirlo, era como… un cosquilleo, como el que se siente al tocar las terminales de una batería de coche, como electricidad recorriendo mi cuerpo…

—Es una… curiosa manera de verlo, creo que la interpretación de cada persona es diferente.

—Y esto… ¿En qué ayuda?

—Ahora que tienes un mejor entendimiento, replicarlo puede ser más fácil, ¿No crees?

—No lo sé… —dice mientras se concentra y consigue, por primera vez, petrificación a voluntad.

Solo un par de pequeñas costras aparecen y crecen de manera lenta, pero aceleran progresivamente hasta cubrir su mano, solo deteniéndose en el momento que se queda sin aliento.

—¡Eso es un gran avance! —lo felicito viendo el patrón irregular y poco detallado pero que es impresionante.

—Me falta mucho, inclusive Santiago puede hacer algo asi sin fatigarse… pero… gracias… —responde con una sonrisa que casi no le he visto estos dias.

Mientras se mantiene admirando su logro me percato de un detalle que había pasado por alto, su ropa, pese a estar en mal estado tiene signos de haber sido remendada a mano hace poco.

—No sabía que eras bueno en la costura.

—No lo soy… —responde un tanto confundido.

—¿Entonces esto lo hizo aquella chica? ¿Lilith? —señalo los arreglos en su ropa, lo cual, tal y como me esperaba, parece incomodarlo y ponerlo a la defensiva.

—Oh… eso… si… —responde de manera distante.

—Para haber sido un par de días parece haberles ayudado en bastantes cosas —Rubén se queda estoico y en silencio—, aunque entiendo que solo basta poco tiempo para que pase de todo… supongo que fue una suerte que se hayan encontrado, debió haber sido una muy buena persona.

—Solo nos explicó un par de cosas y nos ayudó con la ropa, no pasamos mucho tiempo con ella —responde de manera fría y sin mirarme a los ojos.

Es obvio que algo esconde y cada vez me da más miedo descubrir de que se trata.

—Aun asi debió ser difícil perderla… no es fácil ver gente morir… —de nuevo, ninguna respuesta, ninguna reacción—. Rubén… entiendo lo que es sentirse culpable… pensar en todas las cosas que uno podría haber hecho diferente…

—¡Tu no lo entiendes! —replica molesto poniéndose de pie y alejándose—, no fue mi culpa, no tuve otra opción.

—No, eso no es lo que intentaba decir… no te estoy culpando de nada… —intento apaciguar el ambiente mientras lo sigo.

—¡No fue mi culpa! —replica abrumado… creo que empiezo a entender un poco.

—Después de que Nicolás murió estuve días sin poder siquiera comer, me culpaba por su muerte… y en realidad… me sigo culpando, pude hacer algo más, pude haber peleado mejor, pude haber sugerido un mejor plan… pero al final no puedo cambiar el pasado, solo puedo aceptarlo.

Al terminar de hablar me voltea a ver a los ojos… con una mirada que no logro comprender.

¿Irritación?

¿Enojo?

¿Tristeza?

¿Miedo?

 No lo sé, pero al menos no está encerrándose en sí mismo.

—Rubén, sé que algo paso y sientes que es tu culpa, lo entiendo, pero… quiero creer en ti, en que no eres una mala persona y todo tiene una explicación… en respuesta solo te pido que confíes en mí, después de todo… bueno… nosotros somos… amig…

—¡Ya está la cena! —grita Santiago interrumpiéndonos.

¡Maldita sea! Como de inoportuno puede ser.

—No lo entiendes… —asevera con crudeza regresando a esa expresión estoica con la mirada vacía mientras camina hacia el interior—, tú y yo no somos iguales.