La señora Yu se sobresaltó levemente ante las duras palabras de su esposo, sus ojos abiertos de dolor e incredulidad. Esperaba cierta resistencia por parte de su suegra, pero la fría acusación de su esposo la dejó atónita.
—¡Holea no es una extraña! —defendió la señora Yu. Su rostro se tornó rojo por la ira.
El señor Yu se burló,
—Sí, claro. Es una hija que desearía no haber tenido. ¡Qué decepción!
Un destello pasó por los ojos de la señora Yu y cerró los ojos sin decir una palabra.
Los ojos de Yu Holea se volvieron fríos.
Como si no viera la expresión de Yu Holea, el señor Yu continuó,
—Estás haciendo acusaciones sin fundamento. Mi madre puede ser dominante a veces, pero nunca dañaría a su propia nuera. Esto es absurdo.
La mandíbula de Yu Holea se tensó, sus puños se cerraron a su lado.
Había anticipado la defensa del señor Yu hacia su madre, pero su desprecio irreverente hacia el sufrimiento de la señora Yu cortó profundamente.
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