Luo Feng miró a su alrededor. Toda la sala estaba hecha de metal grado G, junto con los misteriosos gravados era imposible escapar.
—Aborigen, ¡qué estás planeando! —gritó Cang Dorado moviendo su lanza, mirando enojado a Qiu Chi Ka.
Los otros emperadores lo Miraban fríamente.
A pesar de que estaban atrapados, los guerreros no estaban demasiado preocupados porque podían teletransportarse con sus países divinos. Lo único malo era que no confiaban el uno en el otro y todavía querían el tesoro. Por eso no planeaban irse de inmediato.
En ese momento…
Fuera de la habitación.
Dos rayos de luz volaron rápidamente hasta llegar a la sala. Eran los aborígenes Men Bu y La Di Mo.
Miraron a los talismanes en el suelo, con emoción y dolor al mismo tiempo.
¡Pa! ¡Pa!
Fácilmente los guardaron.
Dudaron un momento mientras miraban la habitación. Ellos sabían que el maestro estaba ahí.
—Maestro —gritaron con dolor.
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