El Joven Maestro adoraba demasiado a la Señora Joven.
No esperaban que un hombre como el Joven Maestro, que por lo general parecía puro e inocente, en realidad mimara tanto a la mujer que le gustaba.
Era mucho mejor encontrar un marido así que esos hombres con un historial rico.
—Bájame.
—Qiao Mianmian vio que las criadas se tapaban la boca y reían. Sentía que su cara ardía y quería bajarse de Mo Yesi —Puedo caminar sola, bájame.
—Mo Yesi no le hizo caso y la llevó en brazos hasta el comedor.
—Luego, sin soltarla, la ayudó a sentarse.
—Había un desayuno opulento en la mesa.
—Él levantó la leche tibia y trató de dársela a Qiao Mianmian.
—También había unas cuantas criadas en el comedor.
—Aunque no era la primera vez que veían a su Joven Maestro alimentando a la Señora Joven, todavía les daba envidia.
—El Joven Maestro realmente sabía cómo mimar a alguien.
—Cuando realmente le gustaba alguien, podía consentir a esa persona hasta el cielo.
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