—¿Terminaste tu reunión? —preguntó suavemente Qiao Mianmian al oír el sonido de la puerta abriéndose al otro lado, mirando la hora.
—Sí.
Mo Yesi abrió la puerta de su oficina en el otro extremo y se sintió ligeramente molesto cuando no vio a su esposa esperándolo en el sofá como esperaba. Dijo con cierto resentimiento:
—¿Por qué no estás en mi oficina? ¿Dónde fuiste? ¿No dijiste que me esperarías?
—Fui al centro comercial a hacer algunas compras —empezó inmediatamente a tranquilizarlo Qiao Mianmian—. Te compré un regalo. Solo espera unos minutos, volveré enseguida.
—¿Me compraste un regalo? —El tono de Mo Yesi se aligeró con sorpresa y alegría.
Qiao Mianmian supo que consiguió calmarlo.
Juntó sus labios, tratando de resistir el impulso de reírse a carcajadas. Aclarándose la garganta, sonrió:
—Sí. Pero... no estoy segura si te gustará...
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