Frente a él había un patio con paredes blancas y tejas negras.
Chu Zizhou miraba ansiosamente hacia el interior.
Un hombre que parecía un secretario detrás de él le dijo: «Zizhou, Huai'an está demasiado ocupado con asuntos oficiales como para preocuparse por tus problemas triviales. Deberías regresar conmigo para poder informar también».
Chu Zizhou se tomó la cabeza, soltando algunos suspiros y rechazó firmemente: «¡No, si vuelvo, estoy muerto!».
En ese momento, Gu Huai'an estaba de pie silenciosamente frente a la ventana, sosteniendo un documento cifrado en su mano.
Su mirada fría cayó sobre Chu Zizhou, quien caminaba ansiosamente de un lado a otro fuera del muro del patio.
El secretario Xiao Wu entró en la habitación.
No pudo evitar pensar que la presencia imponente de su jefe era como la de un ser celestial caído a la tierra.
Elegante y guapo, noble y al mismo tiempo relajado.
Xiao Wu bajó la voz: «Comandante a cargo Gu, ¿deberíamos dejarlo entrar?»
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