webnovel

Capítulo 1

3/01/2021

0:01 a.m

Amor. Amor, amor, amor. ¿Qué eres? ¿Quién eres? ¿Qué hiciste? ¿Por qué escapas? En todo el mundo te encuentro salvo en mí. ¿Por qué? Eso me pregunto. Noches en vela pensando si eres felicidad o paz y tranquilidad cuando dolor provocas en miles de seres, problemas causas entre enredos y adicción si no te tengo. Me obligas a pensarte una y otra vez para morir, en vez de darle su lugar la muerte por mi propia estupidez, el paso de mi propia vida o la tinta impregnada cada día en mi piel al pintarme la por culpa del aburrimiento. Cuando me alejo me atraes de la manera más sencilla, pues con un simple sueño basta para que vuelva a cuestionarme si eres tú y pensarte una vez más. Complicas tanto las cosas que quise olvidar, quise reprimirte, quise alejarme, quise odiarte, quise apreciarte, quise todo y nada porque al querer algo acababa queriéndote. Acabé reprimiendo todo, y al sentir nada lo sientes igual, pues para una adicción ignorar y reprimir no es la solución, siempre acabas explotando, y volviendo a caer. Debí haberlo sabido antes cuando él lo dijo.

El amor es como una droga a la que te haces adicto. Llevas toda la vida buscándolo y cuando lo encuentras te aferras más a él, tanto que no sabes si algún día podrás soltarlo.

Reprimí una risa sarcástica recordando cada palabra. El único error que ví en ellas aquella noche fue que cuando estás al borde del precipicio te aferras a cualquier forma de este mismo, da igual el tipo de amor, lo haces, sin miedo a las próximas consecuencias, pues ya estabas por tocar fondo si no lo habías hecho ya. Y eso hacía yo.

Me encontraba en la penumbra de mi oscura habitación, tumbada en la cama con la mirada perdida en el techo. Llevaba allí desde el sábado, no tenía hambre ni sed ni ganas de que la luz me diera en los ojos, solo quería consumirme con mi propio ser en aquel colchón, sintiéndome una mierda de persona y con un gran dolor de cabeza ¿Cómo había llegado a eso?

Las imágenes de estos últimos días flotaban por mi mente, torturándome. Aquella carta, el beso, la pelea, mi familia... Mierda. Bufé restregándome las manos por la cara, queriendo ahogarme. Las cosas iban bien, las cosas iban muy bien, ¿cómo se habían podido joder en tan poco tiempo? Y el viernes... Tragué duro recordando el alcohol, la gente que me rodeó y...ellos. Había cometido muchas malas decisiones los últimos días, me había aferrado a la idea de alguien ya inexistente en mi vida para olvidar a otro; me alejé de todo el mundo para no sentir nada acabando en completa soledad plena; me volví a juntar con quien no debía por solo volver a sentir lo que alejé tomando el camino "fácil"; y había acabado conmigo misma en una sola noche que casi no recordaba, por culpa del alcohol ingerido.

Recordé la cara de mi mejor amiga preocupada cuando me llevó a casa ese día. Se quedó a mi lado todo el tiempo, apoyándome, hasta que le dije que volviera a casa. Necesitaba estar sola y a la vez a alguien a mi lado pero no me llevaría una vez más a alguien conmigo a lo más profundo del precipicio, menos a una de las únicas personas que soportaba en aquellos momentos.

Me distraje durante un rato más mirando el techo y compadeciéndome de mí misma, en vez de afrontar todo lo que viniera, cuando mi teléfono sonó distrayendome de mi miseria. Suspiré con cansancio, con el presentimiento de que sería mi madre intentando llegar a mí una vez más, aunque fuera a través del télefono. Pero la sorpresa en mi cara era grata al ver que en vez de mamá en la pantalla se iluminaba una notificación con el nombre en cabeza de ✨Capri✨. Quise rodar los ojos y pensar que solo me hablaba para pedir consejo nuevamente, tal vez porque el aniversario con su novia estaba cerca, si es que seguían juntos, pero mis ojos se desviaron a leer el mensaje rápidamente cuando fui a apagar el móvil queriendo hundirme en mi mente nuevamente, provocando así que hundiera el ceño con miles de teorías en mente por sus simples palabras. <Hola><qué tal estás?>. El problema de estas no era su simpleza en sí, eran los hechos, las formas, el momento. Corrí a ver si mi teoría principal era cierta encontrándome con nada. Un suspiro de alivio me embargó. No le había llamado borracha, ni mandado mensaje alguno el viernes como bien había soñado. Entonces...¿desde cuándo hablaba él primero? ¿desde cuándo escribía el qué entero?¿Por qué ha escrito la pregunta entera?¿Y por qué mandaba el maldito mensaje ese mismo día?¿Por qué no hace unas semanas o dentro de un mes? Remie, pensé, pero era imposible, sabía que ella no le contaría nada, menos a él, teniendo en cuenta que su contacto era nulo. ¿Entonces?¿Solo me estaba comiendo la cabeza una vez más? Sacudí la cabeza. Tenía que dejar de hacer esto. Volví mi atención al chico en cuestión, no tenía muchas ganas de hablar pero la curiosidad me carcomía porque sabía que siempre que empezaba la conversación quería algo, aunque tal vez esta vez fuese solo hablar con una vieja amiga. No sabía qué hacer, aunque respectivamente con él nunca lo hacía, simplemente me dejaba llevar, y por alguna razón extraña le respondí. Simple, sin mucho que poder decir aunque quisiera soltarlo todo, daba igual si era él, no sería la primera vez al fin y al cabo. La respuesta tardó más de lo que recordaba, parecía que estaba escribiendo y borrando una y otra vez, como si no estuviera muy seguro de cómo encauzar la conversación. Finalmente aquel habitual <bien> fue visible seguido de un <Puedes llamada?>.

Sí, definitivamente quiere algo.

Aquello, como otras veces, debería de haberme oprimido el pecho una vez más por ver cómo la gente estaba acostumbrada a usarme siempre sin parar a pensar que yo también soy humana y tengo vida propia, pero sabía que en esta situación aquello siempre fue mutuo, aunque a veces se sintiera mal como si solo acudiéramos al otro como medio de escape pero ahora precisamente necesitaba aquel medio de escape. Suspiré borrando cualquier pensamiento que me impidiera respirar para mandar una respuesta afirmativa cuanto antes, segura de que me arrepentiría nada más aceptar cuando sabía que aquello siempre me hizo bien y me ayudaba a ser más abierta después con el resto, era de alguna forma terapéutico, tanto que a veces se volvía adictivo por lo que solía evitarlo durante un mes con miedo de lo que pasaría si sucumbiese a aquella droga. Fue cuestión de segundos una vez envié la respuesta de que él me llamara como si estuviese ansioso, normalmente preguntaba quién llamaba.

- Hola.- respondí con la voz algo rota, al descolgar. Maldije a mis adentros y rece porque no se diera cuenta de aquello.

- Hola.- silencio.

- Bueno...¿Qué tal?- tragué duro.

- Creo que ya respondí a esa pregunta.- respondí algo cohibida. Entonces su risa ronca sonó a través del teléfono, asentando aquella sensación de familiaridad y añoranza, agridulce pero distinta a lo que había estado sintiendo últimamente. Alejé los recuerdos que volvían continuamente para centrar toda mi atención en él.- Y... ¿para qué me necesitabas?

- ¿En?

- Que para qué me necesitabas.- repetí.

- ¿Por qué te iba a necesitar?- preguntó dándose cuenta del error al escoger sus palabras enseguida.- Vale, espera, no, eso ha sonado mal.- reprimí una sonrisa, no había cambiado nada.

- Tranquilo, lo pillo.- asentí con cierta pregunta en mente que no sería capaz de pronunciar.- ¿Qué tal tú?

- Bien.- pronunció y casi lo vi asentir autoconvenciéndose.

- ¿Seguro?- arrugué mi ceño no muy convencida.

- La verdad es que estos dos últimos días me ha estado explotando la cabeza con un tema.- admitió.

- Vaya, ya somos dos. - reí.

- Eso parece.- me siguió la risa hasta sumirnos nuevamente en el silencio.

- ¿Tiene que ver con Lisa?- pregunté tras unos minutos curiosa.

- No, cortamos hace una semana. - aquello me sorprendió por un momento, dejándome más relajada a la hora de hablar con él, aunque debía haberlo visto venir sabiendo cómo era él.

- Oh. ¿Cómo...?

- Simplemente no era, supongo.- dijo. La imagen de él encogiéndose de hombros como cuando éramos niños para todo viajó a mi cabeza en ese instante, sacándome una sonrisa convertida en mueca. No me sentía con muchas ganas de sonreír, suficiente que ya lo había hecho una vez.

- Y... Supongo que eso es lo que no te deja dormir.

- De hecho no tiene nada que ver.- aquello sí me sorprendió. - Es...- hundí mi ceño, él nunca dejaba las frases sin terminar.

- ¿El qué?- pregunté curiosa.- Si es que se puede saber.- me retracté tras un leve y tenso silencio.

- Nada...- dejó el tema en el aire, algo que no solía hacer nunca y de lo cual siempre se quejaba de mí porque le acababa dejando siempre con la curiosidad.- ¿Y tú?

- Mhm.

- Habías dicho que tampoco habías podido dormir estos días.- se explicó. Ahí fue cuando me vino de vuelta todo de golpe provocándome un mohín.

- Ah, eso... Creo...- suspiré. Había algo en él que tiraba de mí a contarle algo pero el nudo en mi garganta era aún más grande. No podía. - Nada, tonterías mías.- negué, zanjando el tema, y como siempre había hecho, él respetó mi silencio para que cambiase de tema.- Cuéntame algo, lo que sea, hace mucho que no hablamos.

- ¿El qué?

- Tu ruptura con esa chica.- ofrecí.- Me gusta el drama.

- Lo que te gusta es burlarte de mi desgracia.- comentó intentando hacerme reír, lo supe por su tono y casi sentí las comisuras de mis labios curvarse en una nueva sonrisa.

- Bueno, puede.- expuse, olvidándome de todo por primera vez en semanas. Aquella noche hablamos hasta las tantas, encontrándonos nuevamente con una antigua rutina que casi tenía olvidada y no me había dado cuenta hasta entonces lo mucho que apreciaba aquellas conversaciones nocturnas. Al siguiente día, una vez cortamos la llamada, dormí todo lo que no había podido durante los últimos días, con la simple sensación de paz que tanto añoraba.