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La trilogía perfecta Christian, Silvia y yo

Sin perder tiempo aquella dio rienda suelta a su parloteo y cuanto pudo contar de manera detallada nos hizo conocer lo que hacía de todo aquello un asunto más delicado aún.

Según lo que yo entendía aquellos pretendían dar un fuerte golpe, uno desde donde más me impactara y con el cual pudieran quitarme de su camino fácilmente y desde donde más podrían hacerlo sino era desde la parte central, pues sencillo, lo harían tomando posesión de todo lo interno desde donde se realizan cada una de las operaciones que se llevan a cabo en ambas entidades.

En resumidas cuentas para hacer énfasis en ello aquella vendría a ser nuestra base de datos, tanto dentro del grupo Argoni como en Manameng Richmond de donde pretendían robar información sumamente importante.

Silvia algo asustada comentó tras dar a conocer aquellos pequeños detalles — ¿Qué vamos a hacer? No podemos dejarle el camino tan libre para que ellos hagan a diestra y siniestra a su merced.

Yo pretendía tomar la palabra para intentar tranquilizar a Silvia al ver lo alterada que se encontraba, pero Christian habiendo levantado la mano al aire me detuvo antes de que pudiera llegar a decir pronunciarme.

— No quería que lo supiesen así pero ya yo me encuentro trabajando en ello y en vista de esto es evidente de que debo apurarme.

— De que hablas Christian — cuestione sorprendido ante sus palabras.

— Sencillo, de que ya es hora de que complete mi trabajo, hace días que estoy detrás de ellos, pero preferí no decir nada.

— ¿Cómo que estabas detrás de ellos? Entonces lo sabías; sabías que esto estaba ocurriendo y si es así porque no me habías dicho nada.

— Por lo impulsivo que eres, esa información en manos tuyas es como tener el botón de una bomba a milímetros de un maniaco, el cual sabes a la perfección que en cualquier momento la activara con evidente intención de dañar antes de que siquiera pudiese llegar a pensar.

Tal parafraseo no era del todo tan entendible para mi así que queriendo comprenderle, reafirme ante él — ahora dilo en castellano.

— Que eres un bocón Alexander.

A causa de aquello intente capturarlo ya que se encontraba sentado justo al lado mío, pues por su atrevimiento quería darle una lección que no iba más allá de un simple coscorrón porque aunque a sinceridad yo sabía que sus palabras eran totalmente ciertas por lo que aquello no se apartaba de un simple juego entre los dos.

— No huyas cobarde.

— Para que me pegues, no gracias, aquí estoy mucho mejor.

Christian por un momento se carcajeo y rápidamente paso de estar tan alegre a tomar consigo la seriedad tras dirigir su vista hasta su mano izquierda desde donde aparto un poco la manga de su camisa y mirando hacía el reloj dispuesto de manera práctica en su muñeca miró con admiración la hora en la que él se marcaba.

— Rayos ya son las nueve y pico, ya es tarde tengo que irme.

Al notar su apresuramiento me puse de pie, me acerque a él queriendo saber que era lo que lo mantenía tan alerta y colocando mi mano sobre su hombro pregunte acerca de ello — ¿Tarde para qué? A dónde vas Christian.

— Tengo algunas cosas por hacer y la noche promete, así que será mejor que me valla porque hay algunos peces gordos a los que quiero casar.

Aquel hombre con entusiasmo palmeo mi hombro apartándose de mí y como si yo no fuera nadie me rodeo tomando con agilidad sus cosas — llamare al chofer para que esté pendiente de pasar a buscarte, así que no tardes demasiado, sabes qué esta calle es muy transitada.

— Pero y tu, como te irás.

— Tomare un taxi, tengo que pasar a recoger a algunas cosas antes de ir hasta mi apartamento, así que disculpen que no me quede con ustedes.

Christian se giró buscando finalmente irse apartando su rostro de mi, pero yo sabía que había algo que me mantenía intranquilo y que no podía pasar por alto así por así, por lo que con ello aquel pedido de mi salió una vez le interrumpí.

— Espera un momento, tengo que pedirte un favor antes de que te vayas.

Aquel giró su cabeza en mi dirección y preguntando — ¿Qué favor? — dejo bien en claro que la prisa era parte fundamental para él en aquel instante.

— Necesito que investigues algo — de reojo miré a Silvia quien atentamente se disponía a escuchar y por miedo a lo que pudiera ella llegar a pensar contuve mi deseo de dejar libre el nombre de mi querida Ava en su pleno conocimiento, así que volviéndome a Christian tras chaquear un poco los dientes busque la manera de expresarme sin que fuera del todo evidente.

— ¡Eh! En Flor del Este quedo un asunto pendiente, lo recuerdas.

Con una sonrisa bastante enmarcada aquel indicó al notar mi extraña conducta que ello trajo de por medio — claro que sí, lo recuerdo bien.

— De verdad puedo dejarlo en tus manos — dije queriendo obtener una confirmación de ello.

— Sabes bien que sí cabeza dura, me encargare de dar con su paradero, que de eso no te quepa duda alguna — y volteando nuevamente aquel retomo el camino que ya había iniciado desapareciendo rápidamente de nuestra vista.

Entre risas Silvia y yo al ver como Christian se marchaba lo miramos, a causa de aquello por un rato estuvimos conversando y los minutos como pólvora transcurrieron.

— Y bien ya es tarde, quieres que te lleve a casa Silvia.

— Ya te quieres ir o te incomoda mi compañía.

Su pensamiento me agarro desprevenido pues no pensaba que ello la llevaría a analizar la situación de tal manera.

— No Silvia disculpa, no es nada de eso, sabes que acabamos de llegar y estoy bastante cansado, se supone que fui a desestresarme pero sin embargo llegue más que agotado.

— Y que fue todo lo que hicieron allá.

Por un momento traje a colación mis recuerdos y de ellos hice una realidad bastante vivida en mi cabeza y como tonto con una sonrisa al aire me deje llevar mientras miraba idiotizado hacía el techo — estuve nadando en mar abierto, hice algo de excursión hacía una cueva algo interesante, salí a pescar con Christian, estuve en la piscina, etc. Etc.

— Como lo narras se escucha ser algo muy simple y entretenido la verdad — increpo aquella no queriéndome dejar en paz.

— Tiene todo menos la simplicidad como parte suya, de aquello inunde mis memorias, me apropie de ello como si no hubiese un mañana pues lo que viví allá no tiene comparación a la vida que eh tengo aquí.

— Me extraña escucharte a hablar así pues tengo entendido de que eres un hombre que vive y muere por su trabajo.

— Más extraño sonara para ti saber que de lo que me resta de vida repetiré cada que se me permita la oportunidad de regresar a aquellas tierras.

— Extraño no, más bien ahora tengo curiosidad por saber qué es lo que hay en aquella dichosa isla que te hace cambiar tanto de parecer.

Con tranquilidad enfoque mi mirada en ella y dispuse una cálida sonrisa en mi rostro — solo te puedo decir que allá está todo lo que más me importa en la vida y lo único que necesito en este mundo para ser enteramente feliz.

Su mirada se contemplaba anonadada, perpleja y confundida pues probablemente en todos estos años ella jamás imagino que yo podía llegar a sincerarme con ella de esta manera, aún callo y guardando sus preguntas para sí, interrogantes que sabía que en ella quedaban de por medio porque Silvia es muy de hablar nos marchamos finalmente de allí.