Mi teléfono suena y casi salto fuera de la cama para alcanzarlo.
Marcus lo agarra mientras yo caigo en un enredo poco ceremonioso de mantas y piernas en el suelo, mirándome con una cara impasible que oculta su diversión.
Sé que se está riendo por dentro, porque hay pequeñas arrugas en las esquinas de sus ojos, y su mandíbula está un poco más tensa de lo normal, como si contuviera la risa.
—Número desconocido —informa, entregándomelo.
Maldición. No es Lucas.
De nuevo, quizás sí lo sea.
Contesto con ansias, antes de liberarme del lío que he creado.
—¿Hola?
—¿Es esta la compañera del Alfa Westwood? —La voz es suave y femenina, sus palabras salen apresuradas.
No la reconozco.
—Sí. ¿Quién es?
—Debe regresar a la manada, o todos serán masacrados —La voz de la mujer tiembla, la urgencia entrelaza cada palabra entrecortada—. No puede confiar en los Fae.
Mi corazón salta a mi garganta. La habitación gira, y aprieto el teléfono más fuerte, sus bordes cortando en mis dedos.
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