De repente, Gavrael se detuvo en seco.
Evie se giró cuando lo jaló y se dio cuenta de que él no se estaba moviendo. —¿Qué pasa? No olvides que ya acordaste cooperar, Gav —le recordó, con determinación en sus ojos. Sus manos se apretaron en las de él, diciéndole silenciosamente que nunca le permitiría cambiar de opinión y echarse atrás.
Al ver la expresión en su rostro, Gavrael se preguntó por un momento qué haría ella si él se retractara de la promesa que había hecho indirectamente a ella. De alguna manera, solo podía imaginarla furiosa y luego cayendo en un arrebato de llanto o abrazos, solo para obligarlo a ceder ante ella una vez más. No le gustaba el hecho de que a veces, su cuerpo parecía estar bajo su control, como si ella hubiera lanzado un hechizo en él para ser incapaz de rechazarla. De lo contrario, ¿cómo podría su propio cuerpo obedecer a alguien más que a él mismo?
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