—Gavriel… por favor, no te vayas —ella suplicó, abrazando con más fuerza sus brazos alrededor de su cintura—. Déjame ayudarte.
—¡No! —finalmente habló con la misma dificultad que mostró hace un rato—. Sacudió violentamente su cabeza en un intento de enfatizar aún más su punto. ¡Suéltame. Vete!
—¡No! No hay forma de que me vaya sola. ¡Solo me iré si estás conmigo! —Evie respondió, su tono lleno de determinación feroz y firmeza—. Sus dedos se curvaron tercamente en las prendas arrugadas de sus puños.
Otro gemido bajo y agonizante resonó por la mazmorra mientras él intentaba infructuosamente quitarse las manos que estaban en un apretón mortal alrededor de su cintura. Sonaba como si lo estuvieran torturando y Evie pensó de inmediato que era debido al dolor que estaba tratando de soportar y la tortura de luchar contra sí mismo lo que lo causaba.
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