—En este momento, estaba un poco abatida —dijo Talia—. Diría que estaba cabreada, pero si hablara así es probable que mis padres me regañaran. No es que tuvieran mucho derecho a hablar. Digo, ellos hablan así todo el tiempo. Y por el amor de la Diosa, tengo quince años. Debería poder hablar como quisiera.
—Aunque estaba enojada con mi mamá. Y con mi papá. Quiero decir, llego aquí y libero dos almas que estaban atrapadas en sus cuerpos. Después se supone que tengo que hablar con estas almas y averiguar lo que saben. Aparte de eso, sin embargo, no se me permite involucrarme en nada más —continuó—. Me enviaban de vuelta a la Casa de la manada de este Alfa. Ni siquiera tenía una habitación allí. Y, por lo que sabía, Mamá y Papá ni siquiera se quedarían allí esta noche, así que ya habían empacado sus cosas y estaban listos para irse pronto. Me dejaba preguntándome, ¿dónde en mi futuro hogar voy a entrevistar a estas personas?
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