—Bueno, ahí se fue mi oportunidad de besarte —Reece se rió—. Esperaba poder robarte un buen beso antes de que llegaran los demás.
—¿Necesitas que Ángel se vaya? —preguntó la pequeña dragixie con aspecto de niña a Reece.
—No, Ángel, está bien —la aseguré—. Solo estaba bromeando. Además, estoy segura de que no faltará mucho para que haya más gente aquí.
—Oye, no estaba bromeando. Quería besar a mi esposa, maldita sea. Te he extrañado, Pequeño Conejito —presionó su rostro contra mi pelo, y pude sentir lo mucho que temblaba—. ¿Era la felicidad de que yo había vuelto, o alguna otra emoción que no estaba captando? ¿Era su frustración y tristeza por el tiempo que había estado fuera? ¿Qué estaba sintiendo en este momento? No podía averiguarlo.
—Está bien. Ángel explorará la habitación —dijo—. Así la mamá de Talia y el papá de Talia pueden estar solos. Ángel no está triste. Ángel quiere explorar este mundo. Ángel nunca ha estado aquí de verdad antes.
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