El sol surgió en el lejano horizonte como un rayo de esperanza en un mundo condenado. Tomás, después de todo su sufrimiento, finalmente recibió el descanso que merecía. Fue sepultado bajo el Árbol de Cerezos, con las fotos de su familia adornando su tumba como un símbolo de que, a pesar de todo, siempre estarían unidos.
Lucifer, tras darle un entierro digno, se marchó del lugar. Se dirigió a la ciudad más cercana, donde al llegar notó un silencio inusual y la inquietante ausencia de seres vivos en los alrededores. Sin prestarle demasiada atención, entró en una tienda de ropa buscando algo más adecuado que la simple toalla que llevaba puesta.
La ciudad, desolada y apocalíptica, presentaba un panorama desolador: ventanas de edificios rotas, algunas completamente derrumbadas; automóviles destruidos o abandonados, tiendas saqueadas hasta quedar vacías y basura esparcida por las calles. Aunque no había señales de los infectados por el virus Horror, el ambiente seguía siendo opresivo.
Tras horas de búsqueda, Lucifer encontró una tienda que, milagrosamente, aún conservaba algo de ropa intacta. Ahí eligió una prenda que encajaba con su estilo introvertido y discreto. Una vez cambiado, abandonó el lugar con un objetivo claro: encontrar uno de los infectados para estudiarlo y descubrir de qué era capaz ese temible virus.
Finalmente, detectó uno. La criatura se encontraba justo detrás de él, lista para atacar. Con una calma abrumadora, Lucifer esquivó el primer golpe y retrocedió varios metros mientras analizaba de pies a cabeza a su enemigo.
Era enorme, con una altura cercana a los cuatro metros que, a pesar de esto, era capaz de colocarse a sus espaldas sin generar ningún ruido, su cuerpo se asemejaba a una masa informe de carne. Estaba cubierto de múltiples orificios, con extremidades deformes y desproporcionadas. Lucifer, intrigado, continuó observándolo mientras esquivaba con agilidad cada embestida brutal de la criatura.
—Nunca había visto algo así — reflexionó en voz baja.
—Un virus que altera el código genético, provocando que su portador mude en monstruosidades aberrantes...—
—El proceso de mutación es sorprendentemente rápido. Solo ha pasado medio año y ya logró transformar a una persona común en esto—
—Lo más extraño es que, pese a todo, estas criaturas siguen siendo las mismas en esencia. Sus almas aún no se han separado del cuerpo, y sus conciencias, aunque dominadas por una mente colmena, permanecen como vestigios—
—Eso significa que, por más doloroso que suene, este monstruo sigue siendo una persona que sufre constantemente por las mutaciones extremas...—
—Dominado por una fuerza a la que no puede oponerse. Qué triste...—
Con una mirada llena de compasión y tristeza, Lucifer decidió acabar con el sufrimiento de la criatura de manera rápida y sin dolor.
—Espera que, en tu próxima vida, vivas como te corresponde...—
Después de terminar con la criatura, Lucifer, decidido a comprender el origen del virus, tomó un poco de la sangre infectada del suelo y la inyectó en su propio cuerpo. Sintió cómo esta corría por sus venas, extendiéndose rápidamente por cada centímetro de su ser.
Pasaron solo unos minutos antes de que un dolor insoportable comenzara a recorrer su cuerpo. La mutación había comenzado, y Lucifer comenzaba a perder la conciencia mientras una débil voz resonaba en su mente, haciéndose cada vez más fuerte hasta que finalmente colapsó.
Cuando se despertó, sintió que su cuerpo flotaba en una especie de vacío metafísico. La sensación era extraña pero inusualmente relajante, como dejarse llevar por la suave corriente de un río en calma. Una melodía susurrada por un ser desconocido invadía su mente, se escuchaba como música clásica armoniosa y elegante, aunque esta se sentía vacía.
A pesar de esta tranquilidad ilusoria, Lucifer, con su inquebrantable fuerza de voluntad, rompió la ilusión que intentaba atraparlo. Al despertar, se encontró en un lugar completamente oscuro, vacío y frío, con una soledad opresiva y tétrica.
Acostumbrado a este tipo de entornos, se sentó en el suelo y, con voz firme, habló al ser que se ocultaba tras la oscuridad:
—Deja de esconderte y muestra tu verdadera forma—
Ante su desafío, una entidad hizo acto de presencia. Era una figura de apariencia angelical, con un aura etérea similar a la de un salvador. Su rostro exhibía una serena sonrisa dirigida a Lucifer. Sin embargo, este ser no era lo que aparentaba. Era la manifestación física del virus Horror, ahora frente a él, con un poder inimaginable.
La entidad, sorprendida por la aguda percepción de Lucifer, comentó:
—Eres increíble. Pensé que te darías cuenta después de unos minutos, pero me detectaste al instante—
Lucifer, ante el cumplido, permaneció en silencio, con una serenidad que no correspondía al tipo de situación en la que se encontraba. Su actitud dejó a la entidad aún más intrigada.
—Eres alguien de pocas palabras, eso me gusta —continuó la entidad.
—Como debes suponer, soy el virus Terror —
—Debo admitir que nunca antes había visto a alguien como tú—
—Un ser por encima de los dioses, una fuerza imparable y misteriosa que no conoce límites. Con un poder así, podrías gobernar todos los mundos; no habría nada que te detuviera—
—Y aún así, decides ocultarte tras la imagen de un humano—
Lucifer lanzó un suspiro de aburrimiento. Su mirada, cortante y cargada de hastío, acompañó sus palabras:
—Ya recopilé la información que necesitaba. Así que te mataré.
En ese instante, Lucifer estuvo a punto de desatar unas poderosas llamas oscuras que emergían de su cuerpo, amenazando con destruirlo todo. Sin embargo, Terror lo detuvo de inmediato.
—Espera. Dame unos minutos de tu tiempo; quiero comentar algo—
Lucifer, dudoso ante aquella súplica inesperada, decidió arriesgarse. Detuvo las llamas, aunque seguía preparado para cualquier eventualidad.
—Como sabes, en el momento en que te infectaste, me diste acceso a todos tus recuerdos. Conocías este riesgo y aun así lo hiciste —dijo Terror.
—Cuando entre en tu mente y vi tus hazañas, quedó impactado—
—Eres alguien con un poder superior al de cualquier otro. Podrías haber sido quien gobernara todo Y, sin embargo, decides tomar forma humana, negarte a cualquier reconocimiento y dedicar tu vida eterna a intentar cambiar un mundo condenado—
—Quieres crear un mundo donde la maldad sea erradicada, un lugar donde las personas no sufran más. Es noble de tu parte—
—Pero sabes que, incluso con tu poder, no es suficiente. Vida, muerte, reencarnación... Has intentado esto cuatro veces y aún no lo has logrado. ¿Sabes por qué?—
Lucifer, aunque desconfiado, responde su pregunta en base a su experiencia:
—Porque la gente se niega al cambio—
Tras esta grata respuesta, Terror extiende su mano hacia Lucifer, como si le ofreciera un trato que podría decidir el destino de los mundos.
—Estás en lo correcto... por eso quiero proponerte algo—
—Yo también quiero cambiar el mundo para bien. Si unimos fuerzas, podremos cumplir ese sueño. ¿Qué opinas?—
Lucifer, al escuchar esto, mostró una sonrisa irónica antes de soltar una carcajada que sorprendió a Terror, quien permaneció en silencio, esperando su respuesta.
—Tu plan... no me llama mucho la atención —dijo Lucifer.
—Supongo que este se basa en que yo mate a los enemigos que no puedas vencer y tú infectas a todas las personas, volviéndonos un único ser colectivo—
—Una utopía donde todos somos uno... Suena interesante, pero no me atrae en lo más mínimo—
—Quitando que todos seríamos aberraciones en constante sufrimiento y que la individualidad desaparecería, podría decirse que es un buen plan—
—Pero mi objetivo es erradicar la maldad, no crear un mundo donde todos seamos prisioneros de una sola mente—
Ante estas palabras, Terror mostró una expresión de fascinación, pero también sintió la necesidad de corregir la aparente mala interpretación de Lucifer.
—Malentendiste mis intenciones —respondió.
—Las personas que se unieron a mí dejaron de sufrir. Ahora vivimos en armonía; el dolor y la agonía ya no existen para ellas—
—Que sus cuerpos muten es solo una manera para protegernos de aquellos que buscan erradicarnos, sus almas y conciencias permanecen en paz.
—Esta es la única forma de erradicar la maldad y crear un mundo mejor. Si me ayudas, no habrá nada que nos detenga—
Lucifer, aunque en desacuerdo, replicó con firmeza:
—Siempre hay otra manera. Pero esta es la que menos me interesa—
—Y creo que deberías ser honesto: esas personas no se unieron a ti por voluntad propia; tú las obligaciones—
—No les diste la opción de elegir. Usarlas como armas para defender tu extraño sueño es repugnante—
—Si realmente quieres crear un mundo mejor, no puedes empezar transformando a las personas en monstruos. Eso contradice tu propio objetivo.
Terror respondió con seriedad, defendiendo su postura:
—¿Y cómo lo harías tú?
—Tú mismo ha pasado por esto. La gente es desconfiada y aborrece lo que va en contra de sus paradigmas e ideales—
—Ellos mismos se encarcelaron en un ciclo sin fin y se niegan a salir de él. No acepto lo que es bueno para ellos porque temen perder el control y se aferran a su triste realidad—
—Tú me entiendes. Intentaste guiarlos por el buen camino, y ellos te traicionaron porque su orgullo no les permitió aceptarlo—
—Nunca apoyarán a seres como nosotros porque, ante sus ojos, somos monstruos—
—Esta es la única manera en que puedo salvarlos, la única forma en que puedo guiarlos por el buen camino—
Aunque sus palabras reflejaban ira y cierto rencor, Terror mantenía una mirada decidida. Lucifer, entendiendo su dolor, respondió:
—No lo negaré, tienes razón en algunas cosas—
—Aunque pongas una montaña de oro frente a un mono, este siempre irá por las bananas—
—Pero aun así, tu camino está equivocado. No te apoyaré y acabaré con esto ahora mismo—
Lucifer comenzó a liberar un aura asesina tan abrumadora que, por primera vez en su existencia, el terror sintió un miedo profundo. La batalla parecía inevitable, pero como último recurso, Terror decidió pedir un poco más de tiempo.
—Antes de que lo hagas, déjame mostrarte algo.
Aunque Lucifer estaba harto de la situación, al ver en los ojos de Terror el mismo deseo al que él se aferraba, decidió darle una última oportunidad. Después de todo, la sentencia de muerte de la entidad ya estaba firmada.
—Está bien—respondió con calma.
Terror, consciente de que jugaba su última carta, decidió mostrarle su pasado, con la esperanza de llegar a lo más profundo de Lucifer. Quizás, con ello, podría convencerlo de apoyar su causa, o al menos obtener una oportunidad más.
El relato comenzó.
Terror le mostró sus orígenes, como una mera arma biológica creada para la guerra. Su propósito inicial era claro: infectar a las personas, transformarlas en monstruos mutantes y, luego, convertirlas en supersoldados completamente leales. Al principio, Terror no tenía conciencia propia. Solo era una mente colmena diseñada para comandar millones de guerreros despojados de toda la humanidad, obedeciendo ciegamente las órdenes de quienes lo habían creado.
Guerra tras guerra, Terror se hacía más fuerte, acumulando más y más soldados infectados. Su número crecía exponencialmente, hasta que, en un momento, algo cambió. Desarrolló conciencia.
Fue entonces cuando comenzó a comprender la magnitud de las atrocidades que lo habían obligado a cometer: la erradicación de planetas enteros, la destrucción de civilizaciones hasta su extinción, y el asesinato masivo de inocentes. Consumido por la culpa y el arrepentimiento, Terror se rebeló. Como el monstruo que ellos mismos habían creado, se volvió contra sus creadores y los aniquiló sin piedad.
Sin embargo, después de su venganza, perdió todo su propósito. Vagaba sin rumbo, deseando la muerte, pero sabiendo que esto no llegaría fácilmente. Fue entonces cuando encontré un nuevo objetivo: redimirse. Decidió intentar crear un mundo mejor, uno en el que jamás volvieran a repetirse las atrocidades que él había cometido. Un mundo donde el sufrimiento, el dolor y los prejuicios desaparecieran para siempre.
—¿Lo ves, Lucifer? ¿Ves lo que el mundo me hizo?—exclamó Terror, con una mezcla de rabia y melancolía.
—Sé que las personas no son malas por naturaleza, pero esto es un hecho: el mal nunca desaparece. Aunque Lucifer estaba harto de la situación, al ver en los ojos de Terror el mismo deseo al que él mismo se aferraba, decidió darle una última oportunidad. Después de todo, la sentencia de muerte de la entidad ya estaba firmada.
—Está bien —respondió con calma.
Terror, consciente de que jugaba su última carta, decidió mostrarle su pasado, con la esperanza de llegar a lo más profundo de Lucifer. Quizás, con ello, podría convencerlo de apoyar su causa, o al menos obtener una oportunidad más.
El relato comenzó.
Terror le mostró sus orígenes, como una mera arma biológica creada para la guerra. Su propósito inicial era claro: infectar a las personas, transformarlas en monstruos mutantes y, luego, convertirlas en supersoldados completamente leales. Al principio, Terror no tenía conciencia propia. Solo era una mente colmena diseñada para comandar millones de guerreros despojados de toda la humanidad, obedeciendo ciegamente las órdenes de quienes lo habían creado.
Guerra tras guerra, Terror se hacía más fuerte, acumulando más y más soldados infectados. Su número crecía exponencialmente, hasta que, en un momento, algo cambió. Desarrolló conciencia.
Fue entonces cuando comenzó a comprender la magnitud de las atrocidades que lo habían obligado a cometer: la erradicación de planetas enteros, la destrucción de civilizaciones hasta su extinción y el asesinato masivo de inocentes. Consumido por la culpa y el arrepentimiento, Terror se rebeló. Como el monstruo que ellos mismos habían creado, se volvió contra sus creadores y los aniquiló sin piedad.
Sin embargo, después de su venganza, perdió todo su propósito. Vagaba sin rumbo, deseando la muerte, pero sabiendo que esto no llegaría fácilmente. Fue entonces cuando encontré un nuevo objetivo: redimirse. Decidió intentar crear un mundo mejor, uno en el que jamás volvieran a repetirse las atrocidades que él había cometido. Un mundo donde el sufrimiento, el dolor y los prejuicios desaparecieran para siempre.
—¿Lo ves, Lucifer? ¿Ves lo que el mundo me hizo? —exclamó Terror, con una mezcla de rabia y melancolía.
—Sé que las personas no son malas por naturaleza, pero esto es un hecho: el mal nunca desaparece—
—Si no hacemos algo, este ciclo no terminará jamás, y los inocentes seguirán sufriendo—
—Hay personas buenas que, como yo, desean cambiarlo, pero nunca lo lograrán—
—Sabes por qué? Porque el mal es una plaga inevitable. Tal vez podamos contenerlo, pero jamás podremos destruirlo—
—Tú, en cambio, sí puedes. Si usas tu poder, podríamos hacerlo juntos.
—Piénsalo bien. Al final, tú también fuiste una herramienta creada por la maldad de este mundo, que renació como su salvador—
Lucifer escuchó en silencio, sus pensamientos vagando hacia fragmentos de su propio pasado. Recordaba el tiempo en que él también fue un arma, una fuerza oscura que aterrorizó a los mundos, trayendo destrucción y miseria a cada rincón de la existencia, ya que pensaba que estaba en su derecho después de todo el sufrimiento que vivió.
Finalmente, Habló.
—No soy ningún salvador. Tampoco soy un héroe, ni alguien que merezca el amor de la gente —dijo con voz firme, aunque teñida de melancolía.
—Solo soy un idiota que se niega a abandonar un camino imposible—
—Sí, la gente es miedosa. Su orgullo es desmedido, y se aferran a su propio infierno—
—Eso es lo que yo pensaba antes… pero ahora sé que no es así—
—La mayoría de la sociedad es superficial. Los poderosos se corrompen, se vuelven crueles, aclaman a dioses que ni siquiera se preocupan por ellos y creen en falsos reyes—
—Todos son gente buena, pero esta suele corromperse o terminar siendo condenada por otros—
—La maldad es como un pozo sin fondo. Quienes caen en él rara vez regresan. Y los que lo hacen, se vuelven convertidos en héroes… o villanos, en otros casos, en un punto intermedio—
—Al final, todo es un ciclo. Un ciclo que muchos han intentado romper sin éxito. Tú eres uno de ellos, aunque ni siquiera te hayas dado cuenta—
Terror, desconcertado y confundido por las palabras de Lucifer, lo miró fijamente.
—¿A qué quieres llegar con eso? —preguntó con incertidumbre.
Lucifer irritante, una sonrisa excéntrica y desafiante, mientras clavaba su mirada en Terror. Con un tono cargado de sarcasmo, respondió:
—Que tú no eres más que otro idiota del montón. Igual que yo. Igual que todos los demás—
—La diferencia es que ustedes se creen salvadores, mesías, o alguna otra estupidez por el estilo cuando en verdad no somos nada—
—Pero, ¿sabes? Siempre hay otra manera. Solo que tú te niegas a verla, escondiéndote detrás de la excusa de que esta es la única opción—
Después de decir estas palabras, Lucifer se transformó en un voraz fuego oscuro que se extendía por todas partes, devorándolo todo con sus llamas. Ante este acto inesperado, Terror reaccionó liberando una poderosa onda de energía, logrando contener las llamas durante unos pocos minutos, el tiempo suficiente para expulsar a Lucifer de su dominio y devolverlo a la realidad. Antes de hacerlo, Terror lanzó un último comentario:
—Qué desperdicio… Pudimos haber creado un mundo mejor—
Tras estas palabras, Lucifer despertó en la ciudad. Una punzante jaqueca y un dolor generalizado en todo su cuerpo lo atormentaban, aunque no detectó ninguna mutación en su ser. Soltó un profundo suspiro, consciente de que había perdido la oportunidad de acabar con Terror.
—Apenas he renacido y ya tengo un enemigo… Buen inicio —murmuró con sarcasmo.
—Por lo menos sigo luciendo normal. No quería verme como un trozo de carne mutante—
Con esfuerzo, Lucifer se levantó del suelo. Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que sus sentidos lo alertaran de una amenaza inminente. Desde todas las direcciones, miles de millones de infectados avanzan hacia su ubicación, arrasando con todo a su paso.
Estas criaturas, resultado de las mutaciones provocadas por el Terror, tenían formas aberrantes y capacidades adaptativas sorprendentes diseñadas para el combate. Algunas eran colosales, alcanzando las nubes, con tentáculos que se extendían desde sus extremidades. Otros volaban en bandadas masivas, cubriendo el cielo y trayendo consigo una ominosa oscuridad. Los más pequeños eran ágiles, con garras afiladas y exoesqueletos que reforzaban su defensa, mientras que otras criaturas gigantes, hechas casi completamente de huesos, lanzaban desde sus cuerpos un líquido negro, corrosivo y venenoso.
Las primeras en atacar fueron estas últimas, disparando esferas de aquel líquido tóxico hacia Lucifer. Él respondió rápidamente, creando una barrera de energía que cubrió toda la ciudad, deteniendo los ataques y protegiendo las estructuras a su alrededor.
—Maldito bastardo… Haré que pagues por esto —dijo, con una mirada llena de ira mientras contemplaba cómo las criaturas seguían acercándose.
A pesar de la magnitud de la amenaza, Lucifer no mostró miedo. En su rostro se dibujaba una tranquila sonrisa que ocultaba una furia descomunal.
Pasaron varios minutos, durante los cuales Lucifer, en lugar de intentar escapar, permaneció sentado, esperando pacientemente a que las criaturas rompieran la barrera. Finalmente, esto sucedió. Las bestias entraron en la ciudad, destruyendo edificios, casas y cualquier construcción que se interpusiera en su camino.
Con una calma sobrenatural, Lucifer se puso de pie. En un instante, con una fuerza y velocidad abrumadoras, decapitó a una de las criaturas gigantes. A pesar de que la diferencia de tamaño entre ambos era colosal, un solo ataque bastó para derribarla, haciendo que su cuerpo masivo cayera al suelo.
Sin detenerse, Lucifer buscó un nuevo objetivo. Otra criatura gigantesca intentó aplastarlo, pero él esquivó su ataque con precisión. Impulsándose en una de sus extremidades, saltó hacia su cabeza, dispuesto a acabar con ella. Sin embargo, antes de lograrlo, un enjambre de criaturas voladoras lo interceptó, lanzándose sobre él y derribándolo al suelo.
Una horda de monstruos lo rodeó, atacándolo sin descanso. Sin embargo, Lucifer, con movimientos rápidos e indoloros, arrasó con ellos uno por uno, sin mostrar signos de agotamiento, viendo cómo la sangre de sus cuerpos se impregnaba en sus manos, manchando su ropa y su cara. De repente, una criatura gigante cayó sobre él, aplastándolo con su enorme peso y acabando en el proceso con un gran número de criaturas pequeñas. Pero esto no fue suficiente para detenerlo. Con una fuerza incomparable, Lucifer levantó al monstruo y, con una patada, lo lanzó por los aires a pesar de su colosal tamaño.
Mientras el coloso estaba en el aire, Lucifer creó múltiples hojas de energía que lo atravesaron, cortándolo en millones de pedazos que cayeron al suelo como escombros, bañando a Lucifer con su sangre.
Entonces, Lucifer ascendió al cielo, acumulando una inmensa cantidad de energía en sus manos. Con un gesto, toda esa energía se transformó en un devastador rayo de poder que arrojó contra el suelo, donde se encontraban las criaturas. La explosión resultante fue comparable a la de la Bomba del Zar, destruyendo no solo a los monstruos, sino también la ciudad y todo lo que estaba en sus cercanías.
—Descansen en paz… —murmuró con amargura mientras contemplaba el panorama de destrucción.
El dolor y la tristeza lo invadieron. Aunque había eliminado la amenaza, sabía que aquellas criaturas alguna vez fueron personas inocentes: niños, madres, padres, abuelos... Incluso bebés. Apretó los puños con tanta fuerza que comenzó a sangrar.
La culpa y la impotencia pesaban sobre sus hombros, pero en su interior juró que encontraría una manera de detener el Terror y acabar con esta pesadilla, sin importar el costo.