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El secuestro accidental del escudero

Siempre ha llamado la atención por su belleza delicada y fina, pero esta es la primera vez que lo confunden con una mujer. Tras un golpe de estado en Oltremare, Jatty es salvado por un príncipe, quien asegura que lo ha hecho porque pensaba que era su prometida. Entonces, si Jatty no es su futura esposa, ¿por qué no lo deja ir? Es más, ¿por qué decide acompañarlo en su viaje? Una historia sobre un escudero que quiere rescatar a su amiga de la infancia, y un príncipe que quiere protegerlo. Versión en castellano de The Kidnapped Squire and the Accidental Kidnapper Prince (TKSTKP)

Nina_Larebo · Fantasy
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9 Chs

Capítulo 1: Alitas de pollo

—Majestad, no-...—. Jatty extendió su mano para tratar de alcanzarla. El humo que había estado respirando cuartaba sus fuerzas y comenzaba a afectar a su visión; se desplomó en el suelo— Arne, por favor, no vayas...— le suplicó tosiendo. No podía levantarse, pero sí intentó arrastrarse hacia ella mientras taponaba la herida en su abdomen.

Todo a su alrededor estaba consumido por las llamas y cubierto por un manto gris que dificultaba ver lo que ya solo eran cenizas y escombros. Gritos, caos, gente corriendo por sus vidas e incertidumbre.

Arne se acercó a Jatty y lo cubrió con su capa dorada.

—No te mueras antes de que vuelva, Chat—le dijo géntilmente acariciando su cabeza.

Quiso moverse y detenerla, gritó hasta desgarrarse la garganta y escupir sangre, pero no se detuvo hasta que perdió la conciencia. Se convenció de que iba a morir allí y pidió que al menos ella pudiese estar a salvo.

Su cuerpo estaba febril por las quemaduras en ambos brazos y piernas, pero una sensación de frescura calmó el dolor. <<Espera, ¿no estaba en medio de un incendio? Los incendios no son frescos...¿Y qué me está haciendo cosquillas? No tengo tiempo para esto, tengo que volver. Tengo que volver junto a...>>

—¡Arne!—gritó el escudero despertando de golpe.

—¡Ah!—gritó alguien más.

Una chica de pequeñas manos estaba pasando por sus heridas un trapo húmedo. Su pelo rojizo, recogido en dos trenzas, rozaba sus puntas contra las palmas del escudero y las hacía hormiguear. Ella retrocedió al ver la expresión de desconcierto del chico, quien miraba con detenimiento la habitación en la que se había despertado.

Era demasiado lujosa para él, tanto para su estatus como para su gusto personal; un escudero no necesitaba sábanas de seda ni mucho menos tres... <<¿Oro? ¿Son esos tres espejos de oro?>> El papel pintado, a diferencia del blanco aburrido de su habitación, tenía grabados de flores y pájaros tan detallados que parecía que era una ventana al invernadero. <<¡Esto es demasiaso lujoso! ¿Me está Arne gastando una broma en mi estado?>>

—¿Majestad?—preguntó la chica.

Jatty la ignoró, pues obviamente nadie nunca se había referido a él con tal título.

—¿Majestad...?—repitió, esta vez con un tono cauteloso.

Él la miró por fin.

—Perdona, ¿me estás hablando a mí?

La chica asintió, lo que hizo que Jatty soltara una carcajada que fue callada al instante por una punzada en su estómago.

—Tenga cuidado, por favor. La sutura es reciente—se preocupó la pelirroja.

—Perdón, perdón—se rió dolorido—, pero es que me parece gracioso que me llames así. Siento que Arne te haya metido en esta broma. Por cierto, ¿dónde está? ¿Está bien? Debo ir a protegerla si su estado es vulnerable.

Cuando trató de poner un pie fuera de la cama, la chica, que no media más de metro sesenta, lo empujó de nuevo hacia el lecho: su fuerza no correspondía con su constitución.

—Me disculpo por mi falta de modales, majestad, pero el príncipe ha prohibido que estéis en otra estancia que no sea esta cama—se ruborizó por la vergüenza que le daba reproducir la estúpida imposición del príncipe, pero no parecía que fuera a desobedecerlo—. Siento mucho, desde lo más profundo de mi corazón, que vos también debáis ser víctima de sus ideas pueriles.

—¿Te refieres al príncipe Arson?— Padre de Arne.

—Me refiero al príncipe Caudata, heredero del trono de Alcora—le respondió al ver el malentendido.

—¿Qué pinta ese mono en Oltremare? Y más importante, ¿quién se cree para darme órdenes?

—Bueno...verá...

La respiración de Jatty se trabó por unos segundos en los que su temperatura corporal bajó de golpe y el color de sus mejillas se fue sin dejar rastro.

—¿No estoy en Oltremare?— La pregunta parecía innecesaria si se paraba a pensarlo por unos instantes; la habitación en la que estaba no seguía los patrones mininalistas del estilo real del Palacio Verde; además, no conocía a la chica frente a él, cuando se sabía la cara y el nombre de todos los trabajadores de palacio.

—Estáis en Alcora, pero en el palacio más cercado a Oltremare, el del Este, si os ayuda a animaros.

—¡¿Por qué?!— Jatty estaba confuso y no entendía como alguien pasaba de estar en su lecho de muerte a recostado sobre seda.

Lope, la chica que sanaba sus heridas, le contó lo que había pasado dos días antes:

— "Estaba de camino a palacio después de una noche de...bueno...una noche divertida. De la nada, Rosa, mi yegua preciosa, empezó a agitarse y, segundos después, el cielo se llenó de nubes grises y el ambiente de olor a quemado. Me acababa de ir de allí, pero sentí que debía volver para asegurarme de que todo estaba bien. Cuando conseguí llegar a la plaza central, esta estaba en llamas y sin supervivientes...No fue agradable de ver. Iba a correr a Alcora para pedir refuerzos y apagar el fuego, pero entonces la vi. Estaba tirada en el suelo con su cuerpo cubierto con la capa dorada de la familia real, la reina Arne I de Oltremare. No estaba consciente y su carita estaba cubierta de ceniza, pero su larga melena negra y la capa indicaban sin dudas que era ella. Así que, cuidala y no dejes que salga de la cama, es una cabezota así que te será dificil. ¡Bueno, abur, yogur! ¡Nos vemos en dos días, Lope!"— Hizo una pausa—. Eso dijo y luego se marchó canturreando.

—...

—...

—P-pero...Yo...Escudero—fue lo más coherente que pudo articular después de escuchar que lo habían confundido con Arne, quien era más alta, más musculosa, y cuya cabeza llevaba rapada. ¿A caso ese imbécil nunca había visto a Arne?

—Sí, lo supuse cuando te traté el corte de la barriga—dijo Lope—, pero no conocía a la reina Arne, así que no asumí nada...—. Paró de hablar y le cogió la mano de manera maternal—. Ha habido rumores rondando por aquí desde que llegaste.

—Dímelos—pidió decidido.

—Se dice que la familia real ha sido descapitada nada más fue capturada.

La habitación se quedó en silencio y la visión de Jatty se volvió borrosa. Habría llorado desconsoladamente si alguien no hubiese entrado pateando la puerta.

—¡Mi querida, amada, preciosa y hermosa, reina Arne! Ha llegado a mis oídos que tus ojitos se han abierto tras dos largos días y noches...Mi corazón no podía descansar sabiendo que tus preciosos brazos y tus preciosas piernas habían sido cocinadas al punto! No podía y-...—. Una almohada aterrizó en la cara de Caudata.

—Suficiente de tus tonterías. ¿No ves que esto no es un teatro para que armes semejante escena?—dijo Lope molesta.

Caudata la miró.

—Lope, para tu información, ¡yo soy de la realeza! ¡No puedes hablarme así!

—...—le tiró otra almohada y se giró hacia Jatty—. ¿Quieres estar solo?—le preguntó.

—Lo que quiero es volver a casa—contestó.

No estaba de acuerdo con el escudero; su condición no era lo suficientemente buena, pero lo ayudó a incorporarse para salir de la cama.

—¿Qué os creéis que estáis haciendo?— Caudata se acercó a Jatty—. Estás herido.

Jatty lo miró directamente a los ojos.

—No soy la reina Arne, alteza. Nos ha confundido; yo soy su escudero, Jatty Lar.

—Jatty Lar, sí, ya lo sé.

—Ah, ¿sí?— Lope lo conocía como la palma de su mano. Estaba segura de que no lo sabía.

—Por supuesto que sí, acabo de decir su nombre y todo, ¿no? Jatty Park.

—Lar—lo corrigió ella.

—Eso, Lar Park. Fácil.

—...

—...¿Es siempre así o...?—preguntó Jatty desconcertado.

—En realidad es inteligente, pero no en todas las materias.

Caudata interrumpió aquel festival del insulto contra su persona.

—Bueno, en cualquier caso, no te puedes ir así—. Los otros dos lo miraron buscando ver qué se le pasaba por la cabeza—. Te vas a quedar en esa cama hasta que tus extremidades no parezcan alitas de pollo chamuscadas.

—Pero, alteza-

—No más cháchara. ¡A dormir!—lo interrumpió antes de que le diera un motivo válido por el que tuviera que dejarlo irse y dejó la habitación con pies ligeros.

El silencio volvio a reinar en aquel cuarto y la incomodidad decidió acompañarlo.

—Oh, no...Me han secuestrado.