En el balcón de una mansión, el Emperador Ragnar miraba el cielo nocturno con una expresión indescifrable.
—Dimitri, ¿qué opinas de ese tipo, Aethelwolf? —susurró para sí.
¡Fiuu!
Una sombra surgió repentinamente detrás de él.
—No pude detectar su fuerza. Es una persona misteriosa y su fuerza no debería ser superficial. ¿Realmente está bien que Su Majestad le haya dado el puesto de director de la academia? —Dimitri miraba la figura del emperador, todavía confundido por qué le había dado un cargo tan importante a alguien que acababa de conocer.
El Emperador Ragnar se rió entre dientes mientras seguía contemplando el cielo. —¿Te apetece algo de vino? —murmuró mientras frotaba el anillo espacial en su pulgar.
Un anillo espacial era valioso en su mundo y solo se podía hacer con el esfuerzo combinado de un Herrero y un Grabador.
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