—¿Cómo dices? —preguntó Dante con una ceja levantada mientras miraba incrédulo al grupo de ninfas que lo había dejado inconsciente.
Las palabras que la ninfa acababa de decir hicieron que Dante se olvidara por completo de su rabia al despertar y encontrarse amarrado a un árbol con un saco sobre la cabeza.
Solo para que le quitaran el saco y los captores de Dante, cinco desconocidos, se pararon a su alrededor y lo miraron fijamente con sonrisas grandes e inquietantes.
Al principio, Dante pensó que había sido secuestrado por hadas, sin embargo, se dio cuenta rápidamente de que a sus captores les faltaba el apéndice obvio para volar.
Dante conocía a muchas hadas y lo único que todas tenían en común eran esas alas espectrales y este grupo no tenía nada de eso, pero olían idénticamente a hadas.
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