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Capítulo 38: Motín

Los demás infectados también se dieron cuenta y corrieron hacia el antídoto. Miriam reaccionó a tiempo y lo guardó de nuevo en el bolso, pero el grupo estaba tan cerca que cayó sobre ella y comenzó a golpearla.

Noah, que ya se encaminaba de vuelta a la pelea, se volteó y observó con horror lo que sucedía. Miriam reaccionó e intentó alejar a sus atacantes, pero cuando empujó al hombre que había iniciado todo, este logró sostener el bolso de Adam mientras caía al suelo.

Noah corrió de vuelta, pero fue demasiado tarde. El hombre sacó el antídoto del bolso y antes de que nadie pudiera detenerlo se lo tragó por completo.

Todos los que estaban sobre Miriam saltaron sobre el hombre, preguntándole si había otros. Antes de que el hombre pudiera contestar, Noah le alcanzó. El guardia pateó su estómago con fuerza y le dejó tirado en el suelo. Las demás personas intentaron protestar, pero Noah les apuntó con su pistola.

En ese momento, apareció Miguel desde las filas de atrás y le apuntó a Noah con su pistola. El guardia, sin perder la calma, le apuntó al viejo general.

—Esa escoria robó el último de nuestros antídotos justo cuando Adam lo necesitaba, más vale que tu grupo tenga uno de sobra porque me voy a enojar si no es el caso.

Miriam apenas pudo contener su ira, pero lo logró a tiempo.

Miguel bajó el arma y frunció el ceño. Su grupo ya no tenía antídotos, habían tenido bastantes heridos en los días anteriores.

—Me temo que no hay ninguno.

Noah levantó a Adam del suelo y luego corrió en dirección al bloque 4. Miriam pensó en seguirlo, pero luego miró a su hermana, todavía inconsciente, y dudó por un momento.

—Déjamelo a mí, creo que los chicos pueden encargarse del perrucho ese. Yo evitaré lo más que pueda el combate.

—Espera un momento, al menos dale una poción de salud.

Noah se detuvo y esperó a que Adam tomara la poción con la ayuda de Miriam. Luego de ello, se marchó.

Miguel se acercó a Miriam, pero esta solo le miró enojada y se alejó. El militar se volteó hacia el hombre que había causado todos los problemas.

—Así que te gusta causar problemas, Jean. Hablaremos cuando todo esto acabe.

—Por supuesto que es mi culpa ¿No? Yo no soy el que se guardó un antídoto cuando pudo haber curado a uno de nosotros. Estoy seguro de que me hubieran dejado morir como un perro.

Miguel tuvo que contenerse para no golpear al hombre. Podía entender al otro grupo, ya que en una situación de emergencia se debe dar prioridad a los luchadores, sobre todo a Adam, que es el líder. Él, sin ninguna duda, habría hecho lo mismo. Gastar un antídoto en alguien que no aporta nada es inútil.

—Felicidades Jean, si sobrevives a esto tendrás que ser útil de alguna manera o yo mismo me encargaré de expulsarte de la urbanización.

—¿Estás loco? ¿Acaso crees que quiero morir?

—No, pero si no demuestras ser algo más que un inútil, entonces seré el primero en apoyar tu expulsión del refugio o cualquier castigo que los demás exijan.

Jean estaba visiblemente enojado, pero decidió quedarse callado. Los demás heridos le miraron con cierto enojo, pero él no les prestó atención. Lo más probable es que terminaran convirtiéndose en zombies, pensó. Además, a pesar de las palabras de Miguel, él no creía haber hecho nada malo, simplemente había hecho lo necesario para sobrevivir. Estaba seguro de que todos harían lo mismo en su situación.

Mientras tanto, la pelea contra el nuevo Berserker progresó sin problemas. Tarin había logrado lanzar una ventisca sobre el animal, lo que había logrado bajar su velocidad de movimiento. Para cuando el hechizo terminó, el perro se había convertido en un blanco fácil.

Noah observó la pelea satisfecho y luego rodeó con cuidado todo el desastre, con Adam a sus espaldas. La poción de salud lo había dejado agotado, por lo que él apenas podía entender lo que estaba sucediendo.

Noah logró evitar la batalla y dobló la esquina de la calle. Frente a él ahora se alcanzaba a ver el superbloque, desde el cual un grupo de personas observaba. Noah continuó cargando a Adam mientras observaba a un par de personas bajar las escaleras del superbloque y dirigirse hacia ellos. Eran Alfred y Carlos, quienes habían notado que Noah cargaba un herido y habían asumido que las cosas habían salido mal.

Mientras tanto, la pelea contra el perro continuaba. Miguel se había unido a ella al observar que habían logrado inmovilizar en cierta medida al animal, pero pronto el efecto pasó y no habían logrado hacerle mucho daño. El viejo militar se dedicó entonces a observar con atención los edificios a su alrededor. Su trabajo era matar a cualquier Gorger que apareciera. Por suerte, no eran muchos, pero existían otros tipos de zombies que podían atacar de lejos y que nunca había visto. Uno de ellos le arrojó una especie de espina que esquivó por poco. Sabía que no podían detenerse mucho tiempo aquí si no querían que aún más zombies los atacaran, por lo que tomó una decisión.

—Óiganme todos, rodearemos la pelea y seguiremos hacia adelante. Todos ¡Muévanse!

Impulsados por los gritos de Miguel y luego por los de Miriam, el grupo se movió hacia la izquierda y comenzó a caminar lentamente. Cuando Miguel se aseguró de que todo estaba en orden, se unió a la pelea.

Leonard estaba haciendo un buen trabajo conteniendo al Berserker, que estaba cada vez más molesto con cada balonazo que recibía.

—¡Cada vez es menos efectivo! ¡Mátenlo rápido!

Tarin lo estaba intentando, pero estaba por llegar a su límite. No sabía muy bien cómo funcionaba la energía que usaba para lanzar hechizos, pero entendía por instinto que si intentaba lanzar otra ventisca se desmayaría en el acto. Además, a pesar de que todavía tenía lo suficiente para lanzar algunos carámbanos, estos estaban demostrando ser insuficientes. Si pudiera acercarse más y lanzar un hechizo directo en la boca del Berserker podría hacer mucho daño, pero apuntarle a un perro había demostrado ser mucho más difícil.

Anin apenas podía mantenerse alejado de los ataques del animal y solo atacaba luego de cada balonazo. El hombre había estado atacando una de las piernas del animal, pero aún no había logrado cortarla significativamente.

En ese momento, Miguel se unió a la batalla y, por primera vez, Tarin notó que los supervivientes los estaban rodeando. Miguel disparó un par de veces antes de detenerse, al darse cuenta de que era inútil. La coraza del Berserker combinado con el pelaje del animal habían creado una defensa aún más poderosa de lo normal.

Sin embargo, mientras Miguel y Tarin pensaban en qué hacer para ayudar, Anin logró atravesar con una de sus dagas la pierna del Berserker. El perro perdió toda su movilidad, lo que permitió que ambos se acercaran. Un carámbano logró penetrar el ojo de la bestia, que cayó al suelo. Miguel aprovechó el momento para rematar al perro con un disparo por la boca, con el que logró dañar el cerebro.

—Buen trabajo, será mejor que sigamos —dijo a los demás.

Mientras tanto, Miriam, en el centro del grupo, se alegró al ver el superbloque. El grupo avanzó por la calle, ya despejada, con algo más de ánimo al ver que todo parecía haber acabado.

Sin embargo, un horrible grito causó que Miriam saltara del susto. A unos pasos de ella, alguien había caído al suelo temblando y gritando. Antes de que Miriam pudiera reaccionar, otra persona cayó al suelo. Ella sintió un agujero en su estómago al darse cuenta de que los que estaban colapsando eran los que habían sido heridos por los zombies.

—Aléjense de ellos ¡Rápido!

Por suerte, la mayoría de las personas se habían mantenido alejadas, solo algunos familiares de los heridos se habían acercado.

Uno de ellos estaba intentando levantar a uno de los que habían caído, pero antes de lograrlo, el hombre le atacó y le clavó las uñas en la piel con una fuerza descomunal.

El hombre gritó de dolor y se alejó unos pasos, mientras observaba su brazo sangrar copiosamente.

El zombie recién nacido se levantó tambaleándose. Miriam estaba a punto de abalanzarse sobre él cuando, de repente, este habló.

—¡Esperen!

Las palabras del zombie sorprendieron a Miriam, que se quedó quieta, observando. Para ese momento, todas las personas heridas habían colapsado y comenzaban a levantarse. Sus cuerpos mostraban las características de los zombies. Una serie de venas negras se habían marcado por toda su piel y sus ojos eran de color rojo.

El primer zombie en levantarse observaba sus manos, hipnotizado. Luego, como si de repente recordara algo, se volteó hacia el hombre que había herido.

—Lo siento.

—¿Hermano? —Intentó acercarse a él, pero el zombie recién nacido lo detuvo con un grito.

—No te acerques, puedo controlarme, pero será mejor que te alejes.

—¿De verdad eres tú?