Oriana no tuvo otra opción que cooperar. Arlan movió sus manos hacia su abrigo desgarrado y, con sumo cuidado, deslizó el abrigo de sus hombros, luego sus mangas a través de sus brazos.
Arlan estaba tan cerca de ella que se sintió reaccionando al calor de su cuerpo. Tragó saliva. Afortunadamente, él no la estaba mirando, con toda su atención en quitarle el abrigo cuidadosamente sin tocar la lesión en su mano derecha.
Al ver su rostro serio alejándose, no pudo evitar sentirse aliviada de que ya había pasado más de una semana desde que él la mordió en el cuello. La marca en su piel se había desvanecido hace tiempo. De lo contrario, no tenía idea de cómo reaccionaría en el momento en que la viera. Sin embargo, el recuerdo provocó que un rubor rosado apareciera en sus mejillas.
Arlan actuó como si no notara nada y luego procedió a desabrochar su camisa.
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