—¡QUÉ DEMONIOS!
El dueño del cibercafé estaba confundido y golpeó el servidor de la computadora una y otra vez. Fu Jiu ya había salido del callejón.
La opinión pública en el internet había cambiado por completo.
El equipo Kali era sinvergüenza al extremo, porque se rehusaba a admitir las acciones que hicieron, a pesar de que las expusieron.
Quizá ellas estaban seguras de una cosa, uno no necesitaba ser responsable por lo que uno dijo en línea.
¿Pero era verdad?
No de verdad.
No tomes a la gente por tontos.
Algunos podían ser engañados con facilidad, pero ellos eran solo una parte de una pequeña minoría a los que les faltaban valores correctos.
Con los vientos que cambiaban, todos denunciaron al equipo Kali y demandaban una disculpa suya.
—Ellas crearon un grupo de fanáticos falsos en el nombre de nuestro gran Espada, afirmaron que lo apoyaban, pero, de hecho, de incógnito le faltaban al respeto.
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