Fu Jiu estaba aturdida e impresionada con la cara del joven, la cual estaba muy cerca de ella. Enroscó sus labios formando una sonrisa.
—No está tan mal, solo duele un poco.
El recepcionista, que estaba parado a un lado, se preguntaba cómo es que el joven señor Qin trataba a Fu Jiu como si fuera su hermano pequeño. Claramente, lo veía como a una muñeca de porcelana.
El joven señor Qin había jugado con más ganas que antes, pero nunca lo había visto poner hielo en la cabeza de alguien…
Los dedos de Qin Mo se tensaron, y sonaba indiferente.
—Si coqueteas de nuevo, te golpearé más fuerte.
Mientras hablaba, tocó el mentón del joven. Las puntas de sus dedos lo presionaron levemente.
—Voltea la cara, no mires fuera de la cancha.
Fu Jiu no sentía que hubiera nada extraño con lo que estaba pasando. Levantó su cabeza y dejó que Qin Mo le pusiera hielo por un minuto.
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